Las sombras que aún persisten en la visibilidad de las científicas

  • Unidad de Cultura Científica y de la Innovación
  • 29 julio de 2021
 
Fanny Petit (izquierda) y María Iranzo, investigadoras de la Universitat de València.
Fanny Petit (izquierda) y María Iranzo, investigadoras de la Universitat de València.

Fanny Petit y María Iranzo, investigadora del Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales y responsable de comunicación de la Fundación Parc Científic Universitat de València (UV), respectivamente, analizan cómo el cine y los medios de comunicación han representado a las científicas en los últimos años.

Invisible, oculta, recóndita, escondida, etérea, misteriosa. La no presencia de las mujeres en el imaginario colectivo produce una Historia “rara, irreal, desnivelada”. Así lo describía, ya a principios del siglo pasado, una de las máximas referentes del feminismo: Virginia Woolf. Pero… ¿qué crea el imaginario colectivo?

Según el filósofo Edgar Morin, los imaginarios colectivos son las ideas e imágenes que sirven de relevo y de apoyo a las otras formas ideológicas de las sociedades, como los mitos políticos fundadores de las instituciones de poder. Hagamos un ejercicio de imaginación: ¿a quiénes vemos cuando pensamos en poder? ¿A quiénes vemos en la cima de instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Agencia Europea del Medicamento?

A priori, se podría decir que la mayoría imaginamos hombres blancos encorbatados. No obstante, si hacemos una radiografía rápida al personal sanitario, por poner un ejemplo, vemos que esa representación no se ajusta a la realidad. En España, según la Encuesta de Población Activa (EPA) de finales de 2020, casi el 80% de personas que trabajan en actividades sanitarias son mujeres. ¿Por qué existe, pues, ese desajuste? ¿Se corresponde la realidad mediática y audiovisual a la realidad social y palpable?

Algunos estudios demuestran que las científicas no han tenido el respaldo ni la representación que merecían si se compara con la tarea que han realizado a lo largo de los siglos. En el contexto pandémico actual, donde la enfermedad como concepto y reflejo está más presente que nunca, nos puede venir rápidamente a la mente la imagen de un médico. Sí, un médico. Según un estudio de Rofes y Cano (2014), la fotografía del médico la asociamos generalmente a la imagen de la enfermera. Sí, una enfermera. Los tópicos aún persisten y, sin embargo, la representación de las mujeres tanto en el ámbito sanitario en particular como en el ámbito científico en general sigue siendo inferior a la de los hombres.

Por empezar con un ejemplo gráfico –nunca mejor dicho–, un estudio reciente dirigido por Martí Domínguez, del Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación y docente de la UV, concluye que las viñetas publicadas en los medios sobre la pandemia representan de forma errónea la realidad social de los y las profesionales de la salud. Según la investigación, las médicas tienen una representación del 5 % en las ilustraciones. Y no solo eso, sino que cuando aparecen los dos géneros –hombres y mujeres– del personal sanitario, son ellas las que cumplen un papel pasivo, además de la sexualización que aún sufren en este tipo de figuras.

Pero sigamos con Morin. Ya en 1956, el filósofo planteó que en una película cada plano se convierte en un símbolo particular al que se le asocian nuevos símbolos. Es decir, toda imagen es una abstracción y que toda imagen representa un símbolo concreto, que a su vez crea nuevos significados. Basándonos en esta afirmación, se puede decir lo que muchas teóricas y teóricos han confirmado a lo largo del último siglo: el cine es un constructor claro de la realidad social. Los autores Bordwell y Thompson en su libro El arte cinematográfico también siguen esta línea: “[Las películas] nos proporcionan oportunidades de ejercer y desarrollar nuestra capacidad de prestar atención, de anticiparnos a los hechos futuros, de extraer conclusiones y de construir un todo a partir de las partes”.

¿En el cine vemos a científicas ejerciendo roles importantes? ¿O, de la misma manera que nos imaginábamos a señores encorbatados al frente de la OMS, nos imaginamos a señores con bata y gafas en las cintas de ciencia ficción? En 1983, el profesor de la Universidad de Harvard David Wade Chambers diseñó el DAST (Draw a scientist test), una prueba en la que el alumnado de primaria de distintos países tenía que dibujar un/a científico/a, para después ver qué estereotipos se asociaban a la imagen de la comunidad científica. En el primer estudio, de los casi 5.000 estudiantes que hicieron la prueba, tan solo 28 niñas –y ningún niño– dibujaron a una científica.

 

Las científicas en el séptimo arte

De la misma manera que cada vez más la presencia de mujeres en ámbitos científicos es mayor, también las científicas aparecen más en el cine, concretamente en el cine de ciencia ficción. Fanny Petit, investigadora del Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales de la UV, ha analizado el papel de la mujer en este tipo de películas. “Tenemos que separar entre antes y después de Contact (1997). Tampoco es que haya que basarse en esa fecha exacta, pero sí es verdad que en las películas posteriores a esta película de Robert Zemeckis hay un tratamiento distinto”, explica la experta.

En los filmes anteriores, el papel de las científicas era secundario, de apoyo al protagonista que normalmente era un hombre. Son varios los ejemplos que cita la autora: “En las películas de 007, el apoyo de James Bond es una física nuclear… claro, un pibón de física nuclear. Otro ejemplo es El Santo (1997), donde van detrás de una fuente de energía y la científica es la chica, pero vuelve a tener el papel de apoyo al protagonista. En ese caso, se trata de una chica débil, que estaba enferma, siempre es él quien la va salvando… Otro caso parecido es Reacción en cadena (1996), en la que Keanu Reeves es un estudiante de doctorado y su compañera, Rachel Weisz, parece que está al mismo nivel de estudios y conocimiento, pero ella es la que va detrás de él y la que le ayuda a investigar… En este caso son los dos protagonistas científicos, pero él lleva siempre la voz cantante”.

Pero en Contact el cuento cambia. Aquí la científica es, por primera vez, la protagonista de su propia película. Esta adaptación del libro de Carl Sagan está inspirada en una amiga del autor que trabajaba en el proyecto SETI (search for extra terrestrial intelligence). En este caso, fue Jodie Foster la encargada de dar vida al personaje principal. No solo es la protagonista, sino que lidera un grupo de investigadores y la película refleja las dificultades por las que tiene que pasar una mujer en el ámbito científico en los noventa, algo inédito hasta la fecha.

Sin embargo, esta película tuvo un claro antecedente en cuanto al papel de las científicas en el séptimo arte: la saga de Parque Jurásico. La paleobotánica, interpretada en la primera cinta (1993) por Laura Dern, ya no es la típica chica que va detrás del protagonista, sino que es proactiva en toda la película y tiene su propia forma de trabajar. “En la primera entrega todavía cumple el papel de refuerzo al científico, que va en sintonía con las películas de la época en las que existe esa dualidad entre los hombres y las mujeres, pero el personaje de la paleobotánica fue una de las primeras científicas que se puso al frente de sus propias decisiones en el cine de ciencia ficción”, comenta Petit.

Ella cree que “gracias a esas dos películas los personajes de científicas en el cine han mejorado y evolucionado bastante”, pero es consciente de que aún queda mucho camino por recorrer. Por mencionar algunos casos más recientes, Petit cita el universo cinematográfico de ficción que ha batido todos los récords en taquilla: Marvel. “En los Vengadores, a parte de las propias superheroínas como Capitana Marvel o la Viuda Negra, aparece una científica que tiene un laboratorio de biotecnología, que es la que luego crea al personaje de Visión. También está Shuri, la hermana del protagonista de Black Panther, y aunque son personajes muy secundarios dentro de todo el universo, son clave para solucionar algunas de las tramas más importantes”.

Como ella misma comenta, eso no quiere decir que todo sea de color rosa. Solo cabe hacer un pequeño ejercicio por ver si nos acordamos de los nombres de estas dos científicas o ver si nos acordamos de los nombres de los superhéroes. “Si nos fijamos, en el caso de la película Black Panther se establece esa contraposición en los hermanos entre él, guerrero, y ella, científica. Aún parece que la chica es la que tiene que estar al lado y, a su vez, alguien a quien enfrentarse como personaje, como un espejo”, reflexiona la investigadora. Lo mismo pasa con el personaje de la astrofísica Jane Foster –interpretado por Natalie Portman en las películas de Thor– ya que vuelve a ser evidente el contraste entre él, guerrero y dios y ella, científica y humana.

Dejando a un lado la ciencia ficción, ¿vemos a personajes de científicas en otros géneros cinematográficos? Fanny Petit señala que donde más mujeres se representan en este sentido es el los biopics o en los docudramas. Esto lo podemos encontrar en Figuras ocultas (2016), la cinta que narra la historia de tres científicas afroamericanas que trabajaron para la NASA en los sesenta. Otro ejemplo son las diversas adaptaciones que se han hecho de la vida de Marie Curie, pero Petit comenta que “depende mucho de si la película está encaminada a contar la parte científica o en realidad, lo que se pretende es centrarse en la parte personal de la científica… en este último caso no avanzamos, porque lo que interesa es vislumbrar sus méritos profesionales”.

“Es un mal endémico del cine. Aún cuesta mucho encontrar películas en las que la protagonista sea una científica”, sentencia la experta. Es posible imaginar que en filmes donde el escenario es un futuro distópico –un clásico en la ciencia ficción–, las mujeres tendrán más fuerza, pero no es así. Por ilustrarlo con un caso concreto, en Inteligencia artificial (2001) de Spielberg, ambientada en un futuro con robots, el papel de la mujer es el de la madre del protagonista y el padre es el científico. Como comenta la investigadora, “es como si la mujer solo pudiera ejercer el único rol de madre y no de madre y científica, como sí pasa con el padre”.

 

Los medios, los otros constructores

“En un sentido amplio, podemos concebir la comunicación de masas como la producción institucionalizada y la difusión generalizada de bienes simbólicos por conducto de la transmisión y la acumulación de información”. Así expresó en los noventa el sociólogo John Thompson cómo los medios influían en la construcción social de la realidad. Por tanto, sí, se puede decir que los medios son, junto con el cine, los otros creadores de aquello que nos rodea.

Seguro que han sido muchas las veces que has oído aquello de “si no sale en los medios, no existe”. Es una de las claves de este siglo y muchas personalidades políticas lo saben. ¿Salen las científicas en los medios? ¿Las vemos habitualmente en platós de televisión, concediendo entrevistas en radios o explicando un novedoso avance en los diarios? En este último año, resta decir que la comunidad científica ha ganado un protagonismo evidente a raíz de la pandemia.

María Iranzo y Guillermo López, investigadores del Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación y profesores de Periodismo en la UV, han publicado un estudio en el que analizan cómo los medios generalistas han representado a los y las científicas convertidos en referentes sociales durante la primera ola de la COVID-19 en España. El artículo arroja resultados interesantes, ya que resalta que estas personalidades científicas no solo se han convertido en fuentes habituales, sino que en ocasiones las protagonizan: los medios han prestado atención a sus declaraciones, su estética y su estilo de comunicación.

No obstante, una de las futuras líneas de investigación que plantea el artículo es por qué existe una fuerte desigualdad de género en cuanto a los referentes estudiados: de los 27 referentes mencionados en las piezas informativas, tan solo cinco son mujeres: María Blasco, Margarita del Val, Inmaculada Casas, Teresa Moreno y Hermelinda Vanaclocha. “Una hipótesis que planteamos para explicar esa desigualdad es el descenso del criterio a la hora de buscar la paridad en las fuentes”, explica María Iranzo.

De hecho, la agencia de noticias científicas SINC organizó unos debates –que están disponibles en su canal de YouTube– sobre cómo había sido el tratamiento mediático general durante los primeros meses de la pandemia. Entre las reflexiones de los propios periodistas, cuando hablaban de la cobertura de El País, la agencia EFE o la propia SINC, reconocían que habían bajado el nivel de exigencia a la hora de buscar la paridad en las fuentes. Indirecta e involuntariamente, había primado más el contenido que quién daba la información.

¿Las rutinas periodísticas, por tanto, han contribuido y contribuyen a la desigualdad de género en las fuentes científicas? Así es, como han demostrado muchas teorías y artículos científicos de comunicación sobre este leitmotiv en el periodismo científico. Además, es notorio el hecho de que aparecen mucho más en información que en opinión. Como cuenta Iranzo, “en nuestro estudio hemos visto que El País o eldiario.es sí han dado más voz a las científicas como columnistas, pero por desgracia esta no es una tendencia general y son muy pocas las mujeres en ciencia que dan su opinión en temas de los que son expertas”.

En este sentido, la experta y profesora de Periodismo señala que es bueno que las científicas sean proactivas: “Un ejemplo claro de esto es Margarita del Val, que participa en seminarios, atienda a mucha gente… el problema es que cuando una fuente se da y es fácil de conseguir, los medios tienden a quedarse únicamente con esa científica porque no buscan más y se relajan, aunque haya mucha más gente igual de válida”. No solo eso, sino que la autora del estudio comenta que también ayudaría que desde las propias instituciones favorecieran o promocionaran a sus expertas, ya que como organismos públicos o privados sería interesante que buscaran esa paridad que aún no es una realidad.

No obstante, otro de los factores que influyen en esta persecución de la paridad de género en las fuentes científicas es si la dirección de las instituciones y medios está concienciada. “Si hay un director o directora que no está muy sensibilizado con el tema, seguramente no haya ese grado de implicación, por eso es importante que en los altos cargos haya personas que tengan claro que la paridad debe estar”, dice Iranzo. Ella, que además trabaja en el departamento de comunicación del Parc Científic de la UV, tiene la sensación de que las científicas –y las mujeres en general– son muy exigentes consigo mismas, “nos cuesta mucho lanzarnos como portavoces o expertas porque históricamente ese no ha sido nuestro espacio”. Por eso, la autora también destaca que es importante que desde las instituciones animen a sus expertas a hablar, a ser más visibles.

 

Una implicación universal

Tanto Petit como Iranzo han llegado a la misma conclusión a lo largo de sus carreras estudiando la representación de las mujeres, en este caso, de científicas: “La igualdad entre hombres y mujeres y su visibilidad en la comunicación y divulgación científica es una labor conjunta, tiene que haber intención por parte de todo el mundo”. Desde cualquier ámbito, con más o menos visibilidad, se debe remar en la misma dirección, ya sea en el mediático, el cinematográfico, el institucional o en el día a día.

Es más, otro de los espacios en los que es primordial que la paridad de género en la ciencia sea patente es en la educación más primaria. Petit, que también trabaja en un instituto de secundaria como profesora, reflexiona sobre el cine en su papel didáctico: “Si desde el ministerio proponen una edad mínima para ver ciertas películas, es porque saben que del cine se aprende, y si en ellas aparecen modelos de igualdad, los niños y niñas obtendrán un aprendizaje, pero si no ponen nada, evidentemente no lo van a obtener”.

Así, son muchas las formas en las que se puede fomentar la presencia de las mujeres científicas hasta llegar a la misma representación que sus compañeros. Las expertas son conscientes de que hace falta tiempo e implicación y, aunque se han conseguido muchos logros en la comunidad científica, su representación en términos de igualdad de género aún no es una realidad. Pese a ello, las dos se muestran optimistas. Como concluye María Iranzo, “es un trabajo de periodistas, de instituciones, de cargos de dirección en todas las esferas, de docentes… en fin, se trata de una implicación universal”.