LOS SUEÑOS DEL AGUA

Galería Punto Valencia

LA ESTRELLA DEL DESIERTO

Kodachrome 60x90 cm. 1990

ONS, 1991, Kodachrome 60x90.

 

A L F O N S O

H E R R A I Z

 

 

 

 

«Il faut deviner le peintre Pour comprendre l´image»

 

 

 

(Nietzche: «Schopenhauer», page 33)

 

MANUEL GARCIA

 

 

Siendo como era el agua, el río y el mar uno de los grandes temas de los libros de memorias de escritores del siglo veinte, el argumento de algunas notables narraciones de la contemporaneidad y el tema de referencia de algunos poetas del destierro, así como la temática de buena parte de la pintura valenciana de entre siglos (Antonio Muñoz Degrain, Ignacio Pinazo Camarlench y Joaquín Sorolla Bastida), no me sorprendió demasiado el hecho casual que en el trasfondo de las obras de los artistas Alfonso Herráiz (fotógrafo), Mau Monleón (escultora) e Isabel Tristán (pintora), protagonistas del proyecto expositivo «Los Sueños del Agua», estuviera el liquido elemento.

De alguna manera las obras de cada uno se habían pergeñado desde el soporte fotográfico (Herráiz), la dimensión tridimensional (Monleón) y el plano pictórico (Tristán), teniendo como referencia común el agua.

 

 

LOS SUEÑOS DEL AGUA

El azar hacía posible, en esta ocasión, que tres sensibilidades diversas, desde expresiones artísticas distintas y con objetivos diferenciados, tuvieran como hilo conductor el agua.

 

 

También resultaba curioso que las motivaciones del origen de las obras de Herráiz, Monleón y Tristán, surgieran en tres puntos geográficos distintos: Marseille, Cabo de Gata y el Barrio del Carmen.

Aquí está, en cierto modo, la breve pero sustanciosa historia, de tres producciones artísticas, de los noventa, en las que el agua, deviene, aparte de la ciudad y cierta amistad, el nexo de unión circunstancial de tres artistas contemporáneos.

 

 

ALFONSO HERRAIZ

El día que Alfonso Herráiz se zambullía en las verdes aguas mediterráneas del Cabo de Gata, en la provincia de Almería, con unos tejanos recortados, donde llevaba, sin darse cuenta uno de los rollos de película, Kodak, de la nueva serie de retratos, no podía imaginarse que el efecto químico de las sales del agua, iba a afectar de una manera insólita al emulsionado de la película.

El agua, la sal, el mar iba a formar parte, involuntariamente, de una obra abierta, cuyo periplo se iniciaba en el Sur de España (Cabo de Gata), y finalizaba, un año más tarde, en el Norte de España (la isla de Salvora, Pontevedra).

 El título de esta exposición está tomado del libro de Gaston Bachelard: «L'eau et les réves. Essai sur I'imagination de la matiére».

París, 1942.

 

 

De esta manera un fotógrafo que se había iniciado con una serie de dípticos a la manera de paisajes arquitectónicos e interiores y había continuado con otra serie de retratos escenográficos, pictóricos de metáforas personales, donde la reprografía, suplía, el soporte convencional de la fotografía a color, iniciaba una nueva serie de retratos-paisajísticos, a través de Cibachromes de gran formato, en los que se trasmutaban las intenciones del artista, por aquello de que cuando pensaba en un retrato, hacía un paisaje y cuando pensaba en un paisaje, hacía un retrato.

Compaginar, en un mismo plano artístico, la figura humana, la textura de una toalla y el volumen, imagen y simbolismo de un mapa mundi, es uno de los experimentos escenográficos, en los que se mueve Alfonso Herráiz que como retratista consumado, no ha renunciado a una nueva etapa algo surrealizante donde las imágenes se confunden con el espacio natural, los elementos artificiales con el mar bravío y los objetos artísticos con la abrupta naturaleza de un paisaje montañoso.

Si a todo un juego escenográfico lleno de artificios -un muñeco anatómico de plástico junto a la maleza; unos animalitos de poliester flotando en una balsa, con dos esferas junto a un acantilado y un perro de verdad moviéndose entre las hierbas, junto a un cartabón -se le añade el matiz de revelar las fotos bajo la sutil patina de una brisa de gotas de agua, en una especie de homenaje insinuado a Magritte-, comprenderemos el mensaje surrealizante de este autor, cada día más complejo, que le saca el máximo partido a un lenguaje fotográfico que termina siendo un medio de expresión artística ilimitado.

De este modo Alfonso Herráiz lograba transgredir los límites convencionales de las técnicas fotográficas, los soportes al uso y los lenguajes académicos de la representación, consiguiendo evocar muchos registros, con muy pocos medios.

Bastaría ver sus últimas fotos como una especie de fogonazos de una historia, en la mismísima penumbra, y con un rumor de fondo similar al goteo de un grifo semicerrado, para llegar, quizás al fondo del discurso de este fabulador de imágenes renovadas de fin de siglo.

 

 

 

© Este catálogo fue diseñado originalmente por Paco de la Torre (Pde la T)