Algunas preguntas sobre "la defensa de la sociedad"

[Traducción resumida de un capítulo del libro de Michel Foucault: Résumé des Cours, Collège de France, París, 1989]


Para poder llevar adelante el análisis concreto de las relaciones de poder parece necesario abandonar el modelo jurídico de la soberanía, ese modelo que presupone al individuo como sujeto de derechos naturales o de poderes primitivos. Se da por un hecho objetivo que este modelo da cuenta por sí mismo de la génesis ideal del Estado; en definitiva, hace de la ley la manifestación fundamental del poder. Deberíamos hacer un intento de estudiar el poder no ya a partir de los términos primitivos de la relación de poder, sino a partir de la relación de poder en sí en tanto que ella misma determina los elementos sobre los cuales se establece: en lugar de pensar en sujetos ideales a los cuales se pide que cedan algo de sí mismos o de sus poderes para ser sometidos, deberíamos indagar cómo las relaciones de dominación pueden por sí mismas construir a los sujetos. De la misma forma, en lugar de investigar la forma única, el punto central al cual todas las formas de poder derivan por consecuencia o por desarrollo, deberíamos abordar su multiplicidad, sus diferencias, sus especificidades, su reversibilidad: estudiarlas, por lo tanto, como relaciones de fuerza que se entrecruzan, se excluyen las unas a las otras, convergen o por el contrario se oponen y tienden a anularse. En definitiva, en lugar de considerar la ley una manifestación del poder, nos sería quizá más útil intentar descubrir las diferentes técnicas de coerción que pone la ley en funcionamiento.

Con la evolución de los Estados después del comienzo de la Edad Media, parece que las prácticas y las instituciones de guerra hayan tenido una evolución bien visible. Por una parte han tendido a concentrarse en las manos de un poder central que posee en exclusiva el derecho a y los medios para la guerra; debido a esto, estas instituciones y prácticas han ido desapareciendo, aunque no sin lentitud, del ámbito de las relaciones interpersonales, intergrupales y esta línea de evolución las conduce cada vez más a convertirse en un privilegio exclusivo del Estado. Por otro lado, y en consecuencia, la guerra tiende a convertirse en la prerrogativa profesional y técnica de un aparato militar escrupulosamente definido y controlado. En una palabra: una antigua sociedad enteramente atravesada por relaciones guerreras ha sido sustituida poco a poco por un Estado dotado de instituciones militares.

Podemos remitirnos, sin embargo, a un discurso histórico-político --muy diferente del discurso filosófico-juridico relativo al problema de la soberanía-- que hace de la guerra el fondo permanente de todas las instituciones de poder. Este discurso aparece poco antes del fin de las guerras de religión y al comienzo de las grandes luchas políticas inglesas del siglo XVIII. Según este discurso, la guerra preside el nacimiento de los Estados: pero no una guerra ideal --aquella que imaginan los filósofos del estado natural-- sino guerras reales y batallas concretas; las leyes nacen en medio de expediciones, de conquistas y de ciudades incendiadas, pero la guerra continúa haciendo estragos en el interior de los nuevos mecanismos de poder, o al menos constituye el motor secreto de las instituciones, de las leyes y del orden. Tras el olvido, las ilusiones o las mentiras que creemos una necesidad de la naturaleza o de las exigencias funcionales del orden, podemos encontrar la guerra: es la cuenta global de la paz.

Si queremos evitar reducir el análisis del poder al esquema propuesto por la constitución jurídica de la soberanía, si se ha de pensar el poder en términos de relaciones de fuerza, ?podríamos entonces descifrarlo según la fórmula general de la guerra? ?Puede servirnos la guerra para analizar las relaciones de poder? Estas preguntas encierran muchas otras:

?Puede la guerra considerarse un estado de cosas primero y fundamental respecto del cual todos los fenómenos de dominación, de diferenciación, de jerarquización sociales pueden considerarse derivaciones?

?Los procesos de antagonismo, de enfrentamiento y de lucha entre individuos, grupos o clases responden en última instancia a los procesos generales de la guerra?

?El conjunto de nociones derivadas de la estrategia o de la táctica puede constituir un instrumento valioso y suficiente para analizar las relaciones de poder?

?Las instituciones militares y guerreras, en general aquellas que tienen como fin hacer la guerra, son de forma directa o indirecta el nudo de las instituciones políticas?

Pero la cuestión que deberíamos quizá abordar en realidad sería la siguiente: ?a partir de qué punto y cómo podríamos empezar a imaginar que es en realidad la guerra lo que funciona tras las relaciones de poder, que un combate ininterrumpido trabaja en la paz y que el orden civil es fundamentalmente un orden de batalla?

?Podemos buscar entre el ruido y la confusión de la guerra, entre el barro de las batallas, el principio de inteligibilidad del orden, de las instituciones y de la historia? ?Podemos llegar a pensar que la política es la continuación de la guerra por otros medios?