APOTEGMAS
PEDIATRICO-PÈDAGÓGICOS (II)
Por el doctor José
Martínez-Costa
Médico de Niños y
Adolescentes
Principios en la educación en el seno de
la familia:
La educación en el seno de la familia
es el componente inexcusable e indispensable en todo proyecto de educación de
adolescentes.
Objetivos:
Garantizar la seguridad al adolescente
con el amor de sus padres.
Fomentar la comunicación
bidireccional.
No a la educación disociada con
criterios diferentes entre el padre y la madre.
Nunca prescindir de las normas,
cayendo en la educación anómica (ausencia de organización o de ley, con
desaparición de los valores comunes a un grupo). El adolescente tiene que
interiorizar la idea de que en ninguna sociedad hay sitio para la total
permisividad.
La estructuración o desestructuración
de la familia influye en la conducta del
adolescente.
Hay que tener en cuenta asimismo la “Transmisión
Transgeneracional” de conductas, asi como la “Herencia Psicológica” y la “huella de los
acontecimientos” que las distintas generaciones familiares han vivido, los
cuales pueden llegar a marcar de por vida a una
persona.
Por lo demás todas las partes
interesadas tomarán muy en serio la educación en valores, dando primacía a los
valores morales, como recalcamos a
continuación.
Educar la
voluntad
Premisas éticas:
Es necesario que el Educador parta de
una cosmovisión que comprenda los valores de la moral natural. A ella se
añadirán otras connotaciones que la
completan.
Educación
precoz:
Esta Educación debe aprovechar la
temprana maduración cerebral del adolescente, suficiente para estos
menesteres.
Educación
preventiva:
Es más facil educar anticipándose a
los problemas que corrigiéndolos cuando ya están
presentes.
Capacidad de esfuerzo del
educando:
Cuenta mucho la buena predisposición
del adolescente,
Esta labor va a exigirle esfuerzo
personal y, posiblemente, cambios
de actitud ante su propia vida. Tarea árdua, no
facil.
Tarea personal, no
endosable.
No rendirnos
jamás.
Teoria
“Z”
Su aplicación al campo de la educación
en la familia es directa pues se trata de motivar la voluntad hacia el bien.
Padres e hijos se fijan metas educativas comunes, potenciando los resultados e
interviniendo además el papel positivo del ejemplo. Orientar la voluntad hacia una decisión
determinada previamente.
Usando estas teorías en la familia, se
pueden potenciar en los hijos:
- Querer estudiar
más.
- Desear no tomar drogra.
- Decidir no llegar tarde a casa.
- Desear cambiar de amigos.
- Querer adquirir una virtud.
(del capítulo La
Teoría Z, de: Educar Hoy, por Fernando
Corominas).
Instauración de
hábitos
La repetición de un acto voluntario
tiende a la consolidación del mismo.
Firmeza, no
veleidad
Hay que hacerle comprender al muchacho
las ventajas de ser dueño de sus actos, con perseverancia, sobre los perjuicios
de ser hoja arrastrada por el viento de la
vida.
Enseñanzas de los
fracasos
Hay que sacar de estos, retrocesos a
veces tan solo aparentes, ventajas pedagógicas de superación, nunca de
hundimiento.
Batalla larga
Alcanzar todos los objetivos
propuesdtos no se logra de inmediato, luego hay que estar preparados para una
lucha larga y tenaz. Los progresos no son siempre facilmente perceptibles a
corto plazo por el interesado. Haciendo paradas introspectivas a intervalos
distantes se captan mejor los avances. En cualquier caso, merece la pena el
esfuerzo.
Influjo de la
motivación
La educación de la voluntad y de la
motivación se “sinergizan” positivamente. Se trata de la llamada “educación
motivada”, la cual se completa con la “educación personalizada”.
Entre otras, se educa la motivación:
fomentando el entusiasmo, adoptando, por parte del educador, actitudes más
elogiosas que críticas y propiciar que el educando se pregunte: ¿soy capaz?, ¿es
interesante para mi, lograr el objetivo? y ¿qué ventajas
obtendré?
Urbanidad:
“Cortesanía, comedimiento. Atención y buen modo (Dic.
RAE$).
Buena crianza, buena educación, compostura,
delicadeza, gentileza. “L'art des bonnes manières” (A,
Auschitzka). La urbanidad está emparentada y acoplada con
los buenos modales. Hacemos esta enumeración porque ella nos ayuda a la mejor
comprensión de este vocablo tan polifacético en sus
significados.
La urbanidad no es nada
nuevo, pero se va renovando por las costumbres adaptándose, en fin de cuentas a
la época en que vivimos. Pero no debe
desvirtuarse.
La urbanidad comienza
con el buen trato hacia nosotros mismos en
cuestiones como la limpieza y aseo personales y en el modo de
vestir.
En lo referente al
lenguaje encontramos grupos de jóvenes vociferantes y con vocabulario muy
limitado ej: tío, jo…, host… El lenguaje y el modo de conversar ponen de
manifiesto las maneras educadas de una
persona.
El modo de saludar es un
buen indicador de urbanidad en el trato.
En la sociedad de
maneras bruscas y un tanto deshumanizadas que vivimos, subsisten en el fondo las
mismas reglas de cortesia que en generaciones anteriores (ya presente en los
clásicos literarios greco-latinos) pero menos relamidas y afectadas que en otros
tiempos no tan alejados.
La jerarquía ha cedido
parte de su puesto a la
reciprocidad y la edad del interlocutor ya no es poco menos que respeto
reverencial, barrera infranqueable. Pero sigue siendo inaceptable que el alumno
tutee a su profesor o el enfermo a
su médico, sistemáticamente.
La generación actual
tiene ante sí la tarea de adaptar las reglas de otros tiempos a los actuales,
sin desvirtuarlas o eliminarlas.
Bibliografía
La urbanidad y los usos
sociales, Camilo López (Plaza & Janés, 1996).
Tratados de las buenas
maneras, de Alfonso Ussía (Planeta, 2002).
Le bonheur de séduire et l’art de
réussir, Éd. Robert Laffont.
Le savoir-vivre efficace, Éd. Nil,
2003, 351 p.
Dominique
Picard: Les rituels du
savoir-vivre, Seuil, 1995, 266 p. y
del mismo autor:
Politesse, savoir-vivre et relations
sociales, PUF «Que sais -je ?», 2003,
Alain
Montandon, Director del
“Dictionnaire raisonné de la
politesse et du savoir vivre”.
André Comte-Sponville: Traité des grandes vertus.
Sánchez
Moreno: Tratado práctico de etiqueta y distinción social, 1928.