SOCIEDAD Miércoles, 22 de noviembre de 2000  EL MUNDO periodico

 EUGENIO SANTOS / DIRECTOR DEL CENTRO NACIONAL DEL CANCER «Estamos perdiendo a los mejores científicos» 

 CARLOS ELIAS
Eugenio Santos ha trabajado más de 20 años en el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU, el centro más importante del mundo en esa especialidad y del que llegó a ser investigador principal. Hace un año, aceptó el reto de dirigir el Centro Nacional del Cáncer, con sede en Salamanca, y regresó a España. Cobra «bastante menos de la mitad que en EEUU, pero no todo es el dinero», dice. Allí podía trabajar donde quisiera, pero le ilusionaba desarrollar en España lo que había aprendido fuera.

A principios de los años 80, cuando la comunidad científica simplemente especulaba con la posibilidad de que el cáncer tuviera un origen genético, Santos y Mariano Barbacid descubrieron el primer oncogen humano. Su hallazgo revolucionó el mundo de la medicina y la biología molecular. Años más tarde concedieron el Premio Nobel por el descubrimiento de oncogenes en retrovirus a dos estadounidenses, Varmous y Bishops, y a los españoles, cuyo hallazgo tuvo y ha tenido más trascendencia, los olvidaron. No es la primera vez que pasa.

- Si fuera estadounidense, ¿le hubiesen dado el Premio Nobel?

- No trabajo para conseguir premios, aunque de todos modos aún hay esperanza: el Premio Nobel por oncogenes humanos aún no lo han otorgado. Es una broma. Ya en serio: veo difícil que se lo den a españoles, aunque hayamos sido los primeros. Aquí no hay masa crítica suficiente de investigadores y eso pesa mucho.

- ¿Por qué no hay esa masa crítica?

- Por todo: por la falta de tradición y, sobre todo, de inversiones. Si miramos a otros países y comparamos el dinero y los recurso humanos que destinan a ciencia comprendemos en qué nivel estamos: muy lejos. No obstante, no todo es el dinero. En España la investigación científica tiene un problema heredado de otros regímenes que es el modelo funcionarial. Este modelo está muy viciado y favorece que un científico consiga una plaza con 30 años y que, después, aunque el resto del su vida se dedique a leer el periódico, no lo puedan echar. Y eso no es lo grave. Lo peor es que colapsa la entrada de otros científicos más competitivos y mejores. Con este sistema español de funcionarios, estamos perdiendo a los mejores científicos y que están, encima, en sus momentos más fructíferos. Eso no se puede permitir.

- ¿Cómo solucionaría usted este problema?

- Por supuesto que con más inversión y más plazas. Pero no de funcionarios. No hay que inventar nada. Sólo copiar el sistema que está en todo el mundo. Usted obtiene un contrato, muy bien retribuido, en función de su valía, por cinco o 10 años. Trascurrido ese tiempo se le evalúa y si no es competitivo, su plaza es ocupada por otro que sí lo sea. La Ciencia no es caritativa: tienen que estar los mejores. Otro tipo de plazas pueden ser financiadas por empresas privadas, fundaciones o el propio Estado.

- ¿Qué le convenció para venir a España?

- Me gustó el proyecto. Tenía la filosofía del Centro de Comprensión del Cáncer estadounidense, que investiga esta enfermedad tanto desde el punto de vista básico, como clínico y aplicado. Además, en este centro, que tiene poco más de 80 investigadores, no queremos el modelo funcionarial. Aquí se compite y tenemos dos grupos que, incluso, han conseguido que les financien sus proyectos fundaciones estadounidenses. No todo el dinero tiene que ser español. Nuestras plazas las publicamos en revistas internacionales como Nature para que se presenten los mejores. Y ahí está el resultado: en poco más de un año tenemos casi 100 publicaciones en las mejores revistas.