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Departamento de Pediatría Obstetricia y Ginecología |
Un nuevo enfoque en la prevención en la salud integral de los adolescentes: la resiliencia J. Cornellà
i Canals 1 y A. Llusent
i Guillamet 2 Indice 1. Introducción La salud integral de los adolescentes depende en particular de su propio comportamiento, que, a su vez, sufre la poderosa influencia del ambiente en que viven. Muchos de los problemas prevalentes y preocupantes de salud del adulto surgen de comportamientos que se iniciaron en la adolescencia. Podemos mencionar entre ellos el consumo de tabaco, alcohol, y otras drogas, con variadas consecuencias a largo plazo: mayores riesgos de desarrollar cáncer y enfermedades cardiovasculares, respiratorias y hepáticas. A estas consecuencias cabe añadir los problemas inmediatos que surgen en relación al consumo de dichas sustancias: aumento del riesgo de lesión accidental, conductas sexuales de riesgo, etc.. Es por ello que se reconoce que las cuestiones de conducta son la clave de la salud individual y comunitaria. Urge, por lo tanto, prestar una mayor atención por parte de la comunidad sanitaria a los adolescentes. Es bien conocido que estos comportamientos son de naturaleza social: las relaciones sexuales suelen comenzar en la adolescencia, y el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas raras veces se inicia como una actividad solitaria, sino en un entorno social. Los adolescentes corren muchos riesgos con esperanzas de obtener la aprobación de sus pares. La selección de alimentos que realizan algunas muchachas de forma escrupulosa es prueba de ello. 2. El riesgo: Factores, conductas y situaciones. Los factores de riesgo son aquellos elementos que tienen una gran posibilidad de desencadenar o asociarse al desencadenamiento de algún hecho indeseable, o de una mayor posibilidad de enfermar o morir. Los factores de riesgo pueden actuar como causantes o moduladores de un daño. Entendemos por conductas de riesgo las actuaciones repetidas y fuera de determinados límites que pueden desviar o comprometer el desarrollo psicosocial durante la infancia y la adolescencia, con repercusiones perjudiciales para la vida actual o futura. En la adolescencia se contrapone una conciencia de peligro contra un sentimiento de invulnerabilidad Finalmente las situaciones de riesgo son las circunstancias que ofrecen un riesgo a toda la comunidad o un grupo social determinado. Entre ellas debemos considerar la pobreza, el alcoholismo, la falta de hogar, la desestructuración familiar, las enfermedades o discapacidades crónicas… Entendemos por factores de protección aquellos que aminoran los efectos de los factores de riesgo y favorecen un desarrollo positivo de los adolescentes, incluso en presencia de múltiples exposiciones al riesgo. Hasta hace pocos años, el interés principal de las discusiones sobre el riesgo psicosocial se centró en la reducción de las influencias adversas. Es una meta importante. Pero es igualmente importante prestar atención a las características que, aunque no promueven directamente buenos resultados, mejoran la resistencia a las adversidades psicosociales y los peligros de diversas clases. Los estudios, aún siendo insuficientes, permiten sugerir que los procesos protectores incluyen:
La protección no radica tanto en los fenómenos psicológicos del momento, sino en la manera como las personas encaran los cambios de la vida y lo que hacen con respecto a circunstancias estresantes o desventajosas. A este respecto es necesario prestar atención especial a los mecanismos fundamentales de los procesos del desarrollo que acrecientan la capacidad de las personas para hacer frente eficazmente al estrés y la adversidad futuros, y los que les permiten superar las secuelas de riesgos psicosociales pasados. Resumiendo, los factores de protección pueden ser personales (autoestima, autonomía y proyección social), familiares (cohesión, calidez y bajo nivel de discordia) y sociales (estímulos adecuados y reconocimiento de los intentos de adaptación. 4. Resiliencia, palabra clave. Todos los estudios de factores de riesgo han revelado una considerable variabilidad en la manera en que las personas responden a la adversidad psicosocial. Aún con experiencias horribles, suele encontrarse una proporción considerable de individuos que no sufren secuelas graves. En los últimos 20 años se ha prestado una especial atención a este fenómeno que entraña la esperanza de una prevención satisfactoria. Este fenómeno se ha llamado "resiliencia". La resiliencia se define como la capacidad humana de salir fortalecido ante la adversidad (Silber, Maddaleno). Se trata de un concepto que invita a replantearnos nuestras actuaciones preventivas hacia el adolescente. Hoy podemos afirmar que sus vidas no están predeterminadas por sus experiencias de infancia: la resiliencia les otorga una nueva oportunidad. De todas maneras se trata de un concepto no exento de matices. La resiliencia no implica una resistencia absoluta al daño, ni es aplicable a todas las circunstancias de riesgo, ni es un rasgo intrínseco ni una característica inalterable del individuo. En su estudio se plantean diversos problemas: la resiliencia no puede medirse en un momento determinado, hay que tener presentes las múltiples y diversas formas que el sufrimiento humano puede revestir en distintas personas, y hay que disponer de una mínima perspectiva suficientemente amplia del desarrollo de la persona para poder considerar las circunstancias precedentes y las subsiguientes. Los resultados de distintos trabajos de investigación muestran como la resiliencia no radica en la evitación de experiencias de riesgo. De hecho los factores de riesgo han podido estar presentes desde edades muy tempranas de la vida. Tal vez será más apropiado considerar las circunstancias o situaciones de riesgo que son las que van a determinar un desenlace específico ante una situación concreta. Al analizar los orígenes del riesgo y la adversidad, se observa como en muchas (aunque no en todas) circunstancias, las influencias ambientales no compartidas ejercen un mayor efecto que las compartidas. Una consideración bastante diferente tiene que ver con el origen de las experiencias adversas de la vida. Los resultados de las variaciones individuales en la exposición a ambientes de riesgo traen a la luz dos puntos importantes.
Normalmente la respuesta a la cuestión del origen de los sucesos adversos de la vida no está limitada a consideraciones individuales. Está claro que en gran medida parte de la respuesta radica en factores sociales. Estas influencias que alcanzan a toda la población no determinan mayormente las diferencias individuales, pero sí desempeñan una función importante en la determinación del nivel general de experiencias buenas y malas de diversos tipos. Por lo que se refiere al origen de la resiliencia, se ha observado cómo ésta puede generarse tanto a partir de las circunstancias precedentes como de las subsiguientes: en ciertas circunstancias las experiencias pueden traer consigo algunos beneficios que ayudan a crear resiliencia. Una vez más es necesario pensar en circunstancias concretas para las personas y no sólo en función de algo que produce un bien general De los estudios publicados se desprende que el éxito en un ámbito concreto de la vida (la escuela, el deporte, la música,…) confiere a las personas sentimientos de autoestima y eficiencia que hacen más probable que tengan la confianza necesaria para tomar medidas que le permitan salir airosos de las pruebas que la vida les depare en otros ámbitos. Es decir la experiencia de un éxito agradable probablemente ayude a mejorar los aspectos de autoconcepto que fomentan la resiliencia. Un concepto importante es el de las variaciones individuales en la susceptibilidad o vulnerabilidad a experiencias adversas, que surgen de experiencias endurecedoras o sensibilizantes en la vida anterior de las personas. Es importante reconocer que las diferencias individuales en la susceptibilidad a experiencias adversas pueden derivarse de características personales con un importante componente constitucional. De ahí la importancia que adquiere la interacción entre las personas y el ambiente, que puede ser beneficiosa o perjudicial. Una vía muy interesante de investigación es la que se refiere a la dirección adecuada de dichas interacciones. Finalmente tiene gran importancia el conocimiento de cómo las personas evalúan sus circunstancias. Es por ello que merece la pena considerar las diversas formas de terapia conductual cognoscitiva, así como las intervenciones concebidas para mejorar la capacidad para solucionar satisfactoriamente los problemas sociales. Resumiendo podríamos decir que no es que haya una manera "correcta" de concebir cosas, o un estilo óptimo de hacerles frente. Lo importante es saber encarar las dificultades de la vida con una actitud positiva, con confianza de que uno puede salir adelante, y un repertorio de enfoques bien adaptados al estilo personal de hacer las cosas. Para construir la resiliencia en el niño y en el adolescente hacen falta cuatro elementos básicos (Blum, 1997):
4.2 ¿Cuales son las áreas en que podemos intervenir para construir la resiliencia?
La construcción de la resiliencia se ha resumido en un acertado esquema que nació en Chile, que ha sido llamado internacionalmente "La Casita" y que ha sido divulgado por Stefan Vanistendael. Sintetiza todos los elementos básicos para edificar esta resiliencia en el niño y el adolescente. En ella cada habitación representa un campo de posible intervención para la construcción o el mantenimiento de la resiliencia. El esquema es aplicable al niño y al adolescente. Pero también, desde una perspectiva de atención a la salud integral, se puede aplicar a un adulto, a una familia, a una comunidad, a un educador, o, ¿por qué no?, a un profesional de la salud.
6. Propuestas de futuro. Los retos para el nuevo siglo. subir A pesar de los grandes avances que se han producido en los últimos años en el campo de la medicina del adolescente, es necesario plantearnos cuáles deben ser los objetivos de futuro para los profesionales que atendemos a adolescentes. R W Blum (1993) los esquematiza de manera magistral de la siguiente forma:
7. Para concluir : Concepto de salud para el siglo XXI subir Las perspectivas de prevención en el ámbito bio-psico-social nos obligan a cambiar muchos de los esquemas prácticos y cómodos que nos han sido útiles durante estos últimos años. La salud integral del niño y del adolescente estará en función de su capacidad de resiliencia ante los avatares de la vida. Y esto NO ESTÁ EN LOS PROTOCOLOS. Al profesional de la salud del siglo XXI le corresponde recuperar el sentido de "arte" que tenia la profesión médica en la edad antigua. Por ello considero apropiado terminar con la definición de "Salud" que nos ofrece Stefan Vanistendael: "La salud es la capacidad para solucionar los problemas o para encontrar los caminos constructivos que nos permitan vivir con los problemas que no tienen solución " Y así llegamos al final de este capítulo que es, a su vez, el inicio de una reflexión sobre nuestros programas preventivos y nuestra manera de acercarnos a la salud integral del adolescente. Y así surge la pregunta sobre hasta que punto nos hemos comprometido con las actitudes que fomenten la resiliencia para vivir con SALUD en un mundo que evoluciona y cambia a una velocidad superior a la que el ser humano puede asimilar.
8. Bibliografía subir
Autores: subir Josep Cornellà i Canals C/ Pujada Creu de Palau, 20 17005 Girona e-mail: cornella@comg.es Àlex Llusent i Guillamet C/ Tosa d’Alp, 3 17003 Girona Tel.: 972.210464 e-mail: alexllusent80@hotmail.com
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