lenguaje |
La lengua
o interacción verbal, incluida la de uno consigo mismo, nos acompaña
en todos los momentos de nuestra vida, incluso en los sueños; y
las trampas están ahí. Hablamos, oímos y pensamos
en nuestra lengua y si el sistema lingüístico de nuestra comunidad
hablante trata de manera distinta a hombres y mujeres y cad sexo lo emplea
a su modo particular, difícilmente podremos evitar que eso nos condicione
en nuestros pensamientos y en nuestros actos.
Si no descubrimos cómo contribuyen a la discriminación sexual
el sistema lingüístico que usamos y la forma en que hablamos,
no podremos neutralizar dicho efecto y no nos habrá servido de mucho
haber eliminado de los centros de enseñanza todos los demás
signos particulares cuando quien imparte la docencia, con sólo abrir
la boca, torpedea a quien aprende con una ideología subliminal sexista,
y cuando, con sólo abrir un libro, quien lee se encuentra un mundo
pensado por y para varones.
Las lenguas
son sistemas de comunicación creados por seres humanos a su
imagen y semejanza; por ello en sociedades en las que se establece una
diferencia social entre los sexos la lengua recoge y transmite una manera
distinta de ver a unos y a otros. En ello consiste el sexismo lingüístico.
En las
sociedades patriarcales, las lenguas presentan una marcada óptica
masculina, es lo que se llama androcentrismo, que supone que la medida
de todas las cosas se toma de los varones y acarrea una infravaloración
y hasta una ocultación de lo femenino; pero puede ir acompañada,
además, de un comportamiento misógino. si se da esta última
circunstancia, las mujeres no sólo no son tenidas en cuenta por
lo que valen, sino que además son víctimas de un ataque frontal
que pretende el descrédito y la subyugación. La sociedad
española tiene una larga tradición patriarcal, en consecuencia,
el español ha de presentar una perspectiva androcéntrica
y es susceptible de poseer tintes misóginos.
con sólo
abrir un libro, cualquiera
que lea, se encuentra con un mundo pensado por y para varones |
Las investigaciones
del habla femenina han ayudado a desentrañar la función que
cumple el lenguaje en la construcción de la realidad sexista. Además
desde los años 60 la lingüística estudia el habla como
actos sociales que construyen y reflejan las diferencias de poder y de
estatus entre hablantes porque "ponen a cada persona en su lugar". Ahora
ya sabemos que la lengua es un instrumento para crear, reproducir o subvertirlas
relaciones de poder. Reproducimos la lengua como nos la han enseñado,
suponiendo que quien produce y recibe discurso es un hombre y que este
sujeto representa a una mujer. Las mujeres necesitamos nombrar a partir
de nosotras, y por tanto, en femenino, y dar autoridad a quienes nombran
a partir de sí. También en considerar el significado de las
palabras y no aceptar las dudosas legitimaciones que impone la hegemonía
de lo masculino, que sobreactúa y niega lo femenino. Estamos ante
la necesidad de nombrar la existencia, la experiencia y los conocimientos
de la mitad de la humanidad que somos mujeres.
El tema
del sexismo lingüístico es interesante y complicado de estudiar,
ya que incluye muchas disciplinas, pero hemos querido dar aquí unas
pinceladas por su importancia. Aconsejamos dar un repaso al léxico
utilizado para referirse a la mujer y comprobaremos in situ que la imagen
que la lengua refleja de nosotros incluye todos los tópicos que
durante décadas hemos intentado superar y que nos sitúan
en un plano de inferioridad y dependencia de los varones