FEMINISMO Y ANARQUISMO

 

 

La ideología anarquista no ha favorecido la aparición en su seno de movimientos feministas. Su pensamiento ha hablado siempre de la emancipación de la humanidad, de liberación, en términos genéricos, del hombre, por lo que pregonaban que el objetivo de la revolución se extendía tanto al hombre como a la mujer, y creían y creen absurdo plantear por separado la emancipación del hombre y la liberación de la mujer, sin caer en cuenta de que lo que aceptaban y aceptan es la participación de la mujer en la revolución social, pero en ningún momento son sensibles a la problemática especifica de esta mitad del colectivo humano. Al globalizar el objetivo, minusvaloran la situación femenina, porque no son conscientes de que la mujer sufría y sufre en la sociedad una doble opresión, una que se identifica con el grupo masculino, en su demanda de justicia social, libertad e igualdad; y otra, la del rol femenino sometido históricamente a un papel secundario de ayuda, de colaboración, pero sumido en una minusvalia física e intelectual, que no se quiso ni se quiere reconocer. Desde el punto de vista anarquista, el sectarismo de la lucha femenina parece una contradicción y teóricamente lo es, ya que el anarquismo parte de la aceptación y de la lucha por la igualdad de los seres humanos. Pero tal ideología parte de una practica cotidiana, en la cual la mujer se encuentra inmóvil y muda, en un rol asignado ancestralmente, del cual no se siente satisfecha, pero que duda si debe salir del. Al mismo tiempo, el hombre anarquista se mueve en su lucha pos la emancipación de los trabajadores, de los hombres que creen tener la responsabilidad de mantener a la familia, luchar por un puesto de trabajo justo y favorecer y engordar así el papel de la mujer como elemento no activo del proceso de cambio social. La lucha se planteaba y se sigue planteando como algo que pertenece a los hombres a cuyo lado se encuentra la mujer como instrumento de colaboración, siempre a un nivel de subordinación respecto al.

Este concepto de subordinación es lo que impide a la ideología anarquista crecer mas ampliamente y ser coherente con la teoría que históricamente propone, siendo pues una contradicción en el hacer, aunque no lo sea en lo teórico. Debemos analizar en profundidad si una ideología, si una forma de pensamiento, como es el anarquismo, no debe plantearse seriamente esta resquebrajadura de su pensamiento y tratar de paliarla, todas aquellas mujeres que se sientan personas iguales a otras y deseen luchar por incrementar y extender esta opción ideológica, que si analizamos la realidad y la historia, es la única vía de esperanza para esta sociedad caduca y desvalorizada. No proponemos que en el seno del anarquismo deba haber dos líneas diferentes de lucha, sino que las mujeres ácratas estén dispuestas a combatir por un planteamiento anarquista coherente, real y necesario, para poder presentar una alternativa valida a esta sociedad, y para ello, debe comenzar su lucha respecto a sus compañeros de pensamiento, tratando de reeducar a los hombres en la igualdad, minando en lo posible esa educación machista que los limita, somete y disminuye su libertad. Cuando proclamamos que luchamos por la libertad, por la justicia, por la igualdad, por la no-violencia y la no-autoridad, debemos comenzar por el análisis de nuestra vida cotidiana, de nuestras relaciones interpersonales y grupales y ver en que queda sometida nuestra amada ideología. Si miramos a nuestro alrededor y nos miramos a nosotros/a mismos/as, detectamos con un poco de tristeza y decepción que no integramos esos conceptos de igualdad, respeto, tolerancia y libertad del otro/a, porque nuestro concepto de emancipación, tal vez, comienza y termina en nosotros/as mismos/as, y ese es un punto de partida erróneo para un colectivo anarquista. El anarquismo abarca al colectivo humano y a los grupos que lo componen, es por esencia colectivizante y no individualista, el yo debe contraponerse al nosotros/as, y pensar y sentir que es más amplia mi libertad cuando más amplio la libertad de los/las que me rodean, y para ello debo pensar en el otro/a como un yo externo liberar con el mismo amor e intensidad con que lo hago con mi persona.

Si es esta la percepción de las personas que nos rodean, no se hace necesaria una lucha de mujeres por el anarquismo, pero en el caso corriente de que esto no exista, y de que lo que se manifieste sea una ilusión del autentico pensamiento ácrata, tal vez si se hace preciso reflexionar sobre la actitud que como mujeres debemos tomar para conseguir plantear una veraz ideología, coherente en sus pensamientos y en sus actos. Esta contradicción de igualdad sectaria que se da constantemente en la realidad que vivimos, debe partir de un planteamiento serio y critico del colectivo de mujeres anarquistas, haciéndose conscientes de que no luchan por la igualdad, porque en primer lugar deben luchar de la liberación de sus propios planteamientos machistas, por su emancipación de sus profundas ataduras como seres que se consideran de segunda línea, actuando constantemente con un rol aprendido, en donde se potencia y perpetua la incapacidad de los hombres por asumir y actuar como personas iguales al resto de las personas. La dinámica grupal anarquista adolece de un profundo sentimiento de solidaridad, en donde unos y otras deben vivir luchando cotidianamente por encontrar mas libertad y  enfocar los ancestros educativos que hacen que nos manifestemos como seres diferentes, siendo en realidad parte integrante de una misma especie humana, deteriorada en el tiempo por intereses a nos a nuestras propias identidades. La interrogante se nos plantea de manera seria. ¿Que hacer, ante esta situación que dura ya demasiado tiempo? Pienso que para que podamos mostrar al mundo que somos una alternativa valida con esperanza de futuro, debemos comenzar viviendo como personas de igualdad, con las diferencias y originalidad propias que son consustanciales al ser pensante, debemos pensar y creer que somos primeramente seres racionales y después seres sexuados, y que esta característica es secundaria y entra dentro de las diferencias múltiples que como individualidades poseemos. Ello implica ir en busca de aquello que nos identifica como iguales y de ahí aceptar las diferencias. Nuestra igualdad viene de ese tronco común de los hominidos que nos genera a través de la evolución en seres racionales; las diferencias son características genéticas y ambientales, que nos modulan y presentan como personalidades distintas capaces de enriquecer y recrear el mundo en que vivimos.

Las mujeres libres debemos luchar por la emancipación de los hombres para que alcancen la libertad, porque la historia nos evidencia que los hombres libres, en sus luchas por la emancipación, siempre han desestimado al colectivo de mujeres y su emancipación, haciendo de la búsqueda de la libertad, la autonomía y la igualdad un combate sectorial, pensando que en su batalla ya nos encontrábamos incluidas las mujeres, sin darse cuenta de que nadie debe luchar por una mujer, como nadie debe luchar por otro hombre; el planteamiento en si es discriminatorio, y por él las mujeres libres no toman la iniciativa, no plantea nuevas formas de convivencia, no enarbolan la bandera de los derechos humanos, como si pensasen que ello pertenece a los hombres, cayendo así en una aceptación falaz de considerarse inferiores al resto de sus compañeros masculinos. La lucha debe hacerse desde ambos sectores, tratando de encontrar la identidad, el punto común que estimula a ambos colectivos en un objetivo común, pero hasta ahora ese objetivo no existe y no existirá mientras las mujeres tengan que seguir manteniendo un doble campo de batalla, uno para conseguir la igualdad con el colectivo de hombres y otro para la emancipación del genero humano. Eso, entre otras muchas cosas, menoscaba fuerzas y hace mucho menos efectiva cualquier alternativa, lo cual favorece al sistema que siempre ha potenciado las divisiones para evitar que se produzca una unificación de fuerzas contra una situación social concreta. Si tenemos en cuenta que todos los sistemas políticos han mantenido esta constante de la inferioridad de la mujer para conseguir perpetuarse, debemos pensar que le es útil para sus propósitos, pero ¿ qué sucedería si realmente las dinámicas grupales cambiasen mostrando una convivencia de igualdad? ¿No seria posible que esa estructura también tejida se encontrase desequilibrada y por lo tanto en situación de debilidad? Debemos pensar en ello, y debemos sobre todo clarificarnos, y saber si cuando nos denominamos anarquistas, somos realmente aquello que decimos o simplemente entre los apelativos existentes hemos escogido ese, porque nos es mas  atractivo. Lo peor que le puede suceder a la ideología anarquista es mostrar en la practica que sus planteamientos son ineficaces e inexistentes, ello no genera credibilidad y a los que defendemos la opción nos hace involucionar, ya que si no avanzamos, indudablemente nos quedamos anclados/as en el pasado, sin posibilidades de futuro. Nuestra sociedad se encuentra vacía de alternativas. La nuestra es valida, porque todavía no se ha demostrado lo contrario. Pero debemos ser sinceros/as y comenzar a vivir como decimos pensar, porque de lo contrario, y es lo que esta sucediendo, deterioramos una ideología y terminamos viviendo con ese deterioro contra el cual actuamos. El esfuerzo es conjunto. Mujeres y hombres debemos recrear la convivencia.

Tenemos el deber de demostrar que aquello que creemos es en verdad posible, porque comenzamos a vivir con una idea de colaboración, considerando las amplias diferencias que nos separan, para poder educarnos conjuntamente e ir en busca de una

emancipación común, porque las discriminaciones sectoriales las hemos enviado al pasado, sofocándolas por la realidad que debemos comenzar a vivir, sabiendo quienes somos, como somos y que deseamos conseguir.

 

Tomado de LA ASAMBLEA  12-13, boletín

de la Asociación Pedagógica PAIDEIA de Mérida, España