Se echarían las
manos a la cabeza nuestros filósofos ancestros si levantaran la ya mencionada, simplemente
con ver que todas sus reflexiones transcendentales sobre la esencia y la
existencia, sobre el cuerpo y el alma, incluso sobre aquel imperfecto mundo de
los sentidos sobre el que Platón filosofaba, quedan muy lejos a la luz del gran
ídolo material y físico, con una talla 38, que prima a todas luces.
Cuando
hago referencia a la esclavitud del cuerpo me refiero a esa “talla pasarela”
que nos entra a través del imperfecto mundo de los sentidos –en particular el
sentido de la vista- y que afecta fundamentalmente a los ojos femeninos más
vulnerables, los ojos adolescentes. Las tiendas de ropa con sus tallas ínfimas,
donde la mujer que entra y no puede vestirse se siente desgraciada, los
desfiles de moda donde las mujeres lucen cuerpos rectos, sin curva alguna, la
televisión, que parece no tener cabida para mujeres no modélicas –y seguimos
hablando del cuerpo-... parecen alinearse a favor de una nueva idea de mujer
que poco tiene que ver con la esencia femenina, sino con una idea prefabricada,
patética y perversa de recreación de la persona.
Un
bullir de una concepción nazi de la sociedad es la que impera. Mirando hacia
fuera una mira después hacia sí misma para hacerse una ficha exacta de cómo el
mundo de los sentidos desearía que fuera, cómo y dónde desearía que se
vistiera, cómo desearía que se moviera y, como no, cómo desearía que pensara.
Porque tan sólo así parece ser que una “triunfará” en todos los aspectos de su
vida, que todo el mundo la querrá más. Todo esto, de nuevo, hace pensar en una
tendencia a la uniformidad en el aspecto y en el pensamiento: “Esto debes
pesar..., así debes vestir..., así debes pensar..., y todo irá bien”.
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