La huella de Lilith

Mujer íntegra y como tal quería gozar, al igual que Adán, de la vida y de todo lo que ésta implicaba, incluidos la sexualidad y el erotismo
 

Por SANDRA LORENZANO/ Reforma

Cd de México, México.-(27/Mayo/2001) Para Mariana y Leonora
"Mi nombre es Esther pero eso no importa. Soy zapatista pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer y eso es lo único que importa ahora".
Comandante Esther, en la Cámara de Diputados, el 28 de marzo de 2001.

Cuentan que cometió dos transgresiones tan terribles que le valieron su expulsión no sólo del Paraíso, sino de la "historia oficial"; vaga desde entonces por los márgenes, por las fronteras del exilio, con largos cabellos y alas, algunas veces, con rostro de mujer y cuerpo de serpiente, o quizás, con la mirada lúbrica de los vampiros, otras. Érase que se era el comienzo de los tiempos, los primeros momentos de la Creación. Dios creó a Adán y supo que no era bueno que estuviera solo; con barro creó entonces a la mujer, para que lo acompañara, y le puso por nombre Lilith, "aliento".

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"Escribir a pesar de todo, pese a la desesperación. No: con la desesperación. (...) La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida".
Marguerite Duras, Escribir.

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Lilith no obedeció la orden de sumisión que le impusieron; pensaba que era igual a su marido, que tenía los mismo derechos que él porque habían sido creados con el mismo barro, no se sentía inferior, ni débil, ni dependiente. Era una mujer íntegra y como tal quería gozar, al igual que Adán, de la vida y de todo lo que ésta implicaba, incluidos la sexualidad y el erotismo.

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Alrededor de 140 millones de mujeres han sufrido algún tipo de mutilación genital, según cifras del año 2000. Se calcula que serán 150 millones para el año 2005 (1).

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Le propuso, entonces, ciertos cambios para que también ella pudiera sentir placer. Él, por supuesto, se negó: ella debía aceptar la imposición de amarlo mirándolo siempre desde abajo. Sin embargo, Lilith se resistía a reconocer como superior al hombre, aunque él tuviera en el cuerpo la marca de la divinidad (2). Evidentemente, no había lugar allí para dos iguales, por lo que decidió abandonar el Paraíso, antes que someterse y renunciar a sí misma.

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"No, no es la solución / tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi / ni apurar el arsénico de Madame Bovary / ni aguardar en los páramos de Ávila la visita / del ángel como venablo / antes de liarse el manto a la cabeza / y comenzar a actuar. / Ni concluir las leyes geométricas, contando / las vigas de la celda de castigo / como lo hizo Sor Juana. No es la solución / escribir, mientras llegan las visitas, / en la sala de estar de la familia Austen / ni encerrarse en el ático / de alguna residencia de la Nueva Inglaterra / y soñar, con la Biblia de los Dickinson, / debajo de una almohada de soltera. / Debe haber otro modo que no se llame Safo / ni Messalina ni María Egipciaca / ni Magdalena ni Clemencia Isaura. / Otro modo de ser humano y libre. / Otro modo de ser".
Rosario Castellanos, Meditación en el umbral.

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Pero antes de partir, cometió la segunda transgresión imperdonable: pronunció el nombre inefable de Dios. La Ley establece la prohibición; Yaveh es el Dios que no se menciona. Si en el nombre de la divinidad se concentra toda la fuerza vital de una comunidad, el pronunciarlo convierte a quien lo haga en un demiurgo capaz de inventar el Universo. La capacidad de los seres humanos de crear a través del lenguaje los acerca en algo a la divinidad, pero en el rostro impenetrable de Dios, en el silencio de su verdadero nombre está el límite.

Lilith osó pensar que tenía derecho sobre su voz, derecho a la palabra, derecho a nombrar, derecho al logos.

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"...Los privados y particulares estudios, ¿quién los ha prohibido a las mujeres? ¿No tienen alma racional como los hombres? Pues ¿por qué no gozará el privilegio de la ilustración de las letras con ellos? ¿No es capaz de tanta gracia y gloria de Dios como la suya? Pues ¿por qué no será capaz de tantas noticias y ciencias, que es menos? ¿Qué revelación divina, qué determinación de la Iglesia, qué dictamen de la razón hizo para nosotras tan severa ley?".
Sor Juana Inés de la Cruz, Carta escrita al reverendo Padre Maestro Antonio Núñez.

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Lilith osó pensar que podía decidir sobre su propio cuerpo, sobre su placer, sobre su sexualidad. Lilith osó pensar que tenía los mismos derechos que Adán, los mismos derechos que los hombres.

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Por tratarse de una práctica clandestina, no hay datos precisos acerca del número de abortos que se practican en México; las cifras van desde los 200 mil abortos anuales, según la CONAPO, hasta más de 500 mil de acuerdo con los registros del Instituto Alan Guttmacher. Lo que sí está claro es que es la tercera causa de muerte materna (3). "Mexicanas y mexicanos". "Ciudadanas y ciudadanos". Evidentemente los cambios en el discurso político no reflejan cambios en la realidad.

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Lilith osó disponer de su cuerpo; osó disponer de las palabras. Se arrogó el derecho a nombrar, a pronunciar lo impronunciable. De este modo, liberó al mundo de los límites de la imaginación y del conocimiento, poniendo en escena el lado oscuro de la Creación (4).

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"Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. (...) escribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo".
Clarice Lispector, Un soplo de vida.

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El castigo divino fue la casi completa desaparición de Lilith de la historia. Dios quiso borrar a Lilith.

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De acuerdo con la UNESCO, cerca de dos tercios de los 876 millones de analfabetos en el mundo son mujeres (5). En México, en 1990, el promedio de escolaridad de las mujeres indígenas mayores de 15 años era de 2.6. (6)

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Así, la primera mujer es, al mismo tiempo, la primera "desaparecida" de la historia: su nombre fue borrado de la Biblia (se le menciona sólo una vez -Isaías 34:14-, aunque esta mención no resulta clara en todas las traducciones al español); su cuerpo fue borrado del relato.

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"Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir".
Alejandra Pizarnik, El deseo de la palabra.

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Lilith prefirió su libertad, aunque fuera en una caverna, antes que la vida en un paraíso que la obligaba a renunciar a su propio deseo. Desde entonces, las diversas tradiciones la han asociado con la "cara oculta" del ser (¿el inconsciente?), aquel que nos vincula al sexo, a la sangre, a la oscuridad, a la muerte. Lilith, copulando con el Ángel caído; Lilith con forma de serpiente tentando a Eva con el fruto prohibido (porque cuando Dios vio que haber hecho a la mujer con el mismo barro que al hombre había causado tantos problemas, decidió realizar un nuevo intento, pero, esta vez, borró cualquier pretensión de independencia, creando a la segunda esposa de una costilla de Adán); Lilith como vampiro, como súcubo, provocando sueños eróticos en todos aquellos que duermen solos, Lilith "madre de demonios", Lilith inculcando deseos de autonomía. Lilith que quisieran silenciada; Lilith que quisieran desaparecida. Lilith dueña de su cuerpo y de su lengua, del placer y la palabra.

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"Soy la advenediza/ La que llegó al banquete/ Cuando los invitados comían/ Los postres/ Se preguntaron/ Quién osaba interrumpirlos/ De dónde era/ Cómo me atrevía a emplear su lengua/ Si era hombre o mujer/ Qué atributos poseía/ Se preguntaron/ Por mi estirpe/ 'Vengo de un pasado ignoto -dije-/ de un futuro lejano todavía/ Pero en mis profecías hay verdad/ Elocuencia en mis palabras/ ¿Iba a ser la elocuencia/ atributo de los hombres?/ Hablo la lengua de los conquistadores,/ Es verdad,/ Aunque digo lo opuesto de lo que ellos dicen'./ Soy la advenediza/ La perturbadora/ La desordenadora de los sexos/ La transgresora...".
Cristina Peri Rossi, Condición de mujer.

Sandra Lorenzano, crítica literaria y ensayista. es doctora en letras, especialista en literatura latinoamericana. Se desempeña como profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana.
 
 

Lilith, la historia que no nos contaron
Lilith fue la primera mujer que reclamó un lugar de igualdad con el hombre en la obra de Dios

Mercedes Buetto

Génesis 1 27. "Y Dios creó al hombre a su imagen yu semejanza; lo creó a la imagen de Dios, los creó varón y mujer.
28. Y los bendijo, (…)."

El varón se llamó Adán y la mujer Lilith (según consta en la literatura hebrea). Lilith, la primera esposa de Adán estaba hecha con "arcilla del suelo", igual que él. Era hermosa, vital, inquieta, inquisitiva… libre… y no disimulaba su risa cuando Adán, todavía un novato en esto de estar en el Paraíso, se equivocaba. La mirada divertida y burlona de Lilith lo desconcertaba. ¿Cómo se podía reir de él, que estaba hecho a imagen y semejanza de Dios y Dios era perfecto y todo lo hacía bien?

Los primeros tiempos, Adán estaba entusiasmado con esta mujer, que representaba todo un desafío. Pero después se cansó de tener que reflexionar con ella, negociar y llegar a acuerdos en los que en ocasiones, según él, "salía perdiendo"… además ella no quería estar siempre "abajo", sabía lo que quería y pedía lo que tenía ganas. Era muy demandante.

Fue por esa época que él se tomó muy en serio lo de "dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven en la tierra", y comenzó a dar órdenes que Lilith prolijamente no cumplía. Desalentado visitaba a Dios y le contaba sus tribulaciones. El Creador, cansado de tantos lamentos, habló con Lilith:

"Adán es un buen muchacho, mirá que paciencia que te tiene, ¿dónde vas a encontrar otro? Mejor hacele caso."

¿Hacerle caso? ¿Subordinarse a ese "buen muchacho" incapaz de entender que eran diferentes, pero que eso no significaba ser mejor o peor, reacio a aceptar una convivencia sin jerarquías, en un plano de igualdad? No, decididamente NO. Habían sido creados el mismo día y de la misma manera, por lo tanto tenían los mismos derechos, argumentó y se fue a nadar despreocupada en la cascada, exhalando a su paso un aroma a hierbas y musgo que hizo suspirar al creador. Indudablemente la "rebeldía" tenía su encanto.

Un día, cansada de los lloriqueos de Adán y de las presiones de Dios, decidió que el Paraíso no tenía nada de maravilloso y se fue. Así de simple, sin sentir una pizca de remordimiento o de culpa. El pecado todavía no existía. Cuentan que le dejó todo a Adán, no se llevó ni una hoja de parra. Su desnudez la hacía sentir hermosa y fuerte.

Dios respiró aliviado creyendo que habían acabado todos los problemas, pero no. Adán estaba insoportable: a pesar de toda su cacareada autosuficiencia, la soledad le pesaba. Ya nadie aplaudía lo que hacía, ni le daba las gracias, ni… Ni las sumisas ovejas, ni las juguetonas cabras podían compararse con Lilith. ¡Realmente cómo se habían divertido!

La tristeza de Adán conmovió al Creador… además, quería sacarselo de encima; había que reconocer que, sin una mujer, se ponía muy fastidioso. Entonces, decidió darle una compañera menos "independiente".

Génesis 1 18. Después dijo el Señor Dios: "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada". (…), con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
23. El hombre exclamó: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre".

Lo que sigue es historia conocida.