Obrera tejedora y dirigente anarcosindicalista,
por lo que sufrió cárcel y destierro. En 1884 participó
en la creación de la Sección de Oficios Varios de Trabajadores
anarco-colectivistas de Sabadell, estableciendo el objetivo de "ayudar
a la emancipación de los seres de ambos sexos". En los años
90 colabora con la librepensadora Ángeles López de Ayala
en la Sociedad Autónoma de Mujeres, en Barcelona. Fue autora del
folleto La mujer. Consideraciones sobre su estado ante las prerrogativas
del hombre (1905), en el que combate el prejuicio, tan arraigado, de la
superioridad masculina como base de la organización social. Su huella
se aprecia en la lucha de otras tejedoras anarcosindicalistas catalanas,
como Rosario y Encarnación Dulcet, que destacaron en la huelga del
textil de 1913, que logró la regulación de la jornada laboral.
A continuació podeu
llegir el relat sobre l´experiència personal de Teresa
Claramunt (1862-1931) sobre els fets de Montjuïc.
De manera bastant viva ens
explica el seu pas pel castell de Montjuïc com a sospitosa per la
bomba del carrer dels Canvis Nous durant la processó de Corpus,
les tortures i l´afusallament de cinc persones condemnades a mort
pels mateixos fets.
La repressió que varen
exercir les autoritats fou molt àmplia i dura i va desorganitzar
força el moviment anarquista.
Esta amable y distinguida
defensora de las ideas libertarias nos ha favorecido con las notas que
publicamos a continuación, y que seguramente serán el agrado
de nuestros lectores. El proceso de Montjuich ha dado mucho que decir,
pero hasta el presente nadie se había preocupado de ciertos detalles
íntimos que ponen de relieve la torpeza de los esbirros y la brutalidad
de los medios empleados por el gobierno. Mujeres y niños inocentes
fueron blanco de las iras de aquellos que, con pretexto de escarmentar
á los autores de un crimen inexcusable, cometieron á mansalva
las peores injusticias, atropellando á personas que no podían
ser responsables de un acto ejecutado, cuando más, por un loco fanático.
Veamos ahora de qué
modo refiere sus impresiones Teresa Claramunt:
EN LA CÁRCEL
He padecido tanto, no se si podré
coordinar mis recuerdos; pero mi buen deseo seguramente me permitirá
llenar este penoso cometido, procurando que mi relación sea exacta
y lo más concisa posible.
El día 14 de Junio de 1896 tuve que
abandonar la humilde casa en que vivía con mi compañero Antonio
Gurri. La guardia civil nos detuvo en Camprodón y practicó
en mis muebles un minucioso registro, que más bien parecía
un saqueo. Este acto produjo en nuestro ánimo una impresión
penosa y no pude contener mis lágrimas al ver que se nos trataba
como si fuésemos unos facinerosos, de los que no se podía
esperar nada bueno.
Cuatro días después de mi
detención y cuando se hubieron cansado de marearme con preguntas
irritantes, llevándome del juzgado al gobierno civil y de ceca en
meca, me vi separada de mi compañero é ingresé en
la cárcel. En ésta me hallé con unas infelices mujeres
detenidas como yo á consecuencia del crimen de la calle de Cambios
Nuevos.
Los hierros candentes aplicados á
los muslos del infortunado Nogues no le causaron quizá un dolor
tan horrible como el que padecieron aquellas desgraciadas mujeres, que
en su mayoría eran madres.
-¡ Mis hijas en la calle sin pan ni
albergue ! exclamaba una de ellas, presa de mayor desesperación.
Se perderán, se perderán y no volveré a verlas ! repetía
llorando con desconsuelo.
- ¡ Las mías también!
Gritaba otra, derramando abundantes lágrimas. ¡ Las llevarán
al Hospicio y las matarán porque no saben rezar! ¡ Pobres
hijitas, pobres pedazos de mí corazón!... Y sin poderlas
ver... y seguía sollozando.
Todo esto lo presenció sor Juana,
superiora de las hermanas de la cárcel; pero no se inmutó
siquiera demostrando
la perversidad de sus sentimientos, que aun se evidencia mejor con lo que
vamos á transcribir.
Y fué el caso que una de aquellas
mujeres se dirigió á la superiora en tono de súplica,
diciéndole:
-Por Dios, sor Juana, déjenos ver
á nuestros pequeñuelos! ¡Somos inocentes !
-No puede ser, es imposible, respondió
fríamente la hermana; no son Vds. casadas, son malas y es
menester se vuelvan buenas...
Se nos trataba peor que á depravados
criminales . Para nosotras no había cama, ni comunicación,
ni enfermería, ni respeto, nada.
¡ Cuánto sufrí moralmente
durante los tres meses estuve en la cárcel! ¡ No puede concebirse!
Mucho se ha hablado y con razón de los tormentos materiales, pero
de los morales no hay nada escrito y sin embargo han causado muchas víctimas
y han dejado profunda huella en muchos organismos.
¡ Cuánto sufrí y cuánto
sufrieron mis compañeras durante nuestro cautiverio!
Un día entró en calidad de
presa una pobre vieja, más muerta que viva, y que lloraba amargamente.
Nosotras las que estábamos detenidas como anarquistas fuimos a prestarle
toda clase de consuelos, que bien los necesitaba. Calmada algún
tanto, nos preguntó:
- ¿Por qué están Vds.
presas?
- Por un crimen que no hemos cometido. Por
una bomba que la policía debe saber quien la echó.
- ¡Qué! ¿son Vds. de
las que suben á Montjuich ? ¡ Virgen santa! dijo con pena
la anciana ¡ si supierais como les martirizan! Mi hija tiene relaciones
con un militar que está en el castillo, y se halla ahora enfermo
por haber presenciado los martirios que se hacen con unos hombres que están
á disposición de la guardia civil.
El efecto que nos produjo el anterior relato
no es para ser descrito. Aquella noche tuve una horrible pesadilla. Mis
compañeras me despertaron y noté que alguna lloraba.
Después oí la voz de la anciana
que nos había comunicado lo que ocurría en Montjuich y que
decía: ¡Pobres muchachos! ¡ qué gritos daban
de ¡asesinos! ¡soy inocente! ¡ no me atéis tan
fuerte! ¡vosotros sois los autores!.Yo no me acordaba de nada, y
noté que había llorado; el pecho me dolía, tenía
fiebre.
EN MONTJUICH .
Al día siguiente, á las ocho
de la noche, fui trasladada al castillo de Montjuich. Una pareja de la
guardia civil de á pie y tres de á caballo, al mando del
teniente Canales, me custodiaban. Llegué muy pronto, con mi escolta
al castillo, y estuve unos instantes de pie ante unas puertas que creí
serían calabozos. Como presumía que allí estaba mi
marido, tosí con toda mi fuerza. Al poco rato contestaron con una
tos parecida a la mía y por la que reconocí la voz de mi
esposo.
El teniente Canales hizo entrega de mi persona
al capitán ayudante. Este miserable había comprendido lo
significativo de mi tos, y con muy talante me dijo que le siguiera y me
encerró en un inmundo calabozo, señalado con el número
2.
Maquinalmente me senté en un jergón
que había encima de unas tablas y empecé á sentir
un cansancio que aun no había notado. Había subido la cuesta
sin descansar, llevando á hombros un grueso lío de mi ropa
y otros efectos, y dado mi estado débil y la sensación que
experimenté al entrar en el castillo, me hallaba en extremo abatida.
Largo rato llevaba sentada y casi aletargada
cuando de pronto oí una voz que llamaba muy quedo: Señora,
señora... Levanté la vista y noté que por el postigo
de la puerta se asomaba un rostro varonil, y pude observar que de los ojos
del que me venía a verme se escaparon algunas lágrimas. A
renglón seguido me preguntó:
¿ Por qué la han traído
presa?.
No lo sé, respondí. También
lo están mi esposo y otros. Por temor á que nos sorprendieran
nos despedimos, prometiendo mi visitante darme noticias de mi esposo y
que si era reservada me comunicaría datos de gran interés.
Aquella misma noche se abrió de nuevo
el postiguillo. Era mi visitante que me traía noticias de mi marido
y de mis compañeros y me explicó a grandes rasgos los tormentos
á que habían sido sometidos algunos presos.
<< -Ya han hecho el autor y los cómplices.>>.
(1).- Véase la carta de Francisco Gana.
Font:
.SEMPAU, Ramon:Los victimarios.Barcelona:Garcia
Manet Editores; 1900.381-390 pp..
Informació extreta
de la página http://www.xtec.es/~jrovira6/restau11/teresa.htm
Las siguientes líneas son un extracto del escrito de Teresa A la mujer, fraternidad, núm 4. Gijón 1899
"Si existiéramos en la época en que la fuerza muscular era signo de poder al cual se sometían los de débil construcción orgánica, claro está que las mujeres seríamos inferior, ya que la Naturaleza ha tenido el capricho de someternos a ciertos períodos que debilitan nuestras fuerzas musculares y hacen que nuestro organismo esté más propenso a la anemia. Mas hoy, por fortuna, ningún poder, ningún valor se le reconoce a la fuerza muscular. En el orden político, una mujer endeble, un niño enfermizo, un neurótico, un tísico o un sifilítico son elevados por la ignorancia a los más altos sitios del poder para dirigir desde allí la nave del Estado.
En el orden moral la fuerza se mide por el desarrollo intelectual, no por la fuerza de los puños. Siendo así, ¿por qué se ha de continuar llamándonos sexo débil?
Las consecuencias que nos acarrea tal calificativo son terribles: Sabido es que la sociedad presente adolece de muchas imperfecciones, dado lo deficiente que es la instrucción que se recibe en España, y hablo de España porque en ella he nacido y toco las consecuencias directas de su atraso. El calificativo {{débil}} parece que inspira desprecio, lo más compasión. No: no queremos inspirar tan despreciativos sentimientos; nuestra dignidad como seres pensantes, como media humanidad que constituimos, nos exige que nos interesemos más y más por nuestra condición en la sociedad. En el taller se nos explota más que al hombre, en el hogar doméstico hemos de vivir sometidas al capricho del tiranuelo marido, el cual por el solo hecho de pertenecer al sexo fuerte se cree con el derecho de convertirse en reyezuelo de la familia (como en la época del barbarismo).
Se dirá que nuestra intelectualidad es inferior a la del hombre. Aunque hay pretendidos sabios que lo afirman, hombres de estudios lo niegan. Yo creo que no se puede afirmar nuestra inferioridad siempre que se nos tenga a las mujeres en reducido círculo, dándonos por única instrucción un conjunto de necedades, sofismas y supersticiones que más bien atrofian nuestra inteligencia que la despiertan.
Hombres que se apellidan liberales los hay sin cuento. Partidos, lo más avanzado en política, no faltan; pero ni los hombres por sí, ni los partidos políticos avanzados se preocupan lo más mínimo de la dignidad de la mujer. No importa. La hermosa acracia, esa idea magna, hará justicia a la mujer; para la acracia no existe raza, color no sexo. Hermana gemela de nuestra madre Natura, da a cada uno lo que necesita y toma de cada uno lo que puede dar de sí.
Si supieras, mujer, los bellos resultados que alcanzaríamos si imperase esa idea tan desconocida hoy por la casi totalidad de las mujeres... Si yo pudiera ser oída por vosotras todas, con qué afán, con qué cariño os dijera:
{{Dejaos, amigas mías, de esos embustes que os enseñan las religiones todas. Desterrad lejos, muy lejos, esas preocupaciones que os tienen, como a los esclavos del siglo XIII, con un dogal que no os deja moveros para que no penetréis en la senda de la razón. Mi voz no llega a todas vosotras, compañeras queridas; pero seáis las que seáis las que leáis estos renglones que dicta un corazón que siente y un cerebro que piensa, no olvidéis que la mujer se ha de preocupar por su suerte, ha de leer los libros que enseñan, como son las obras ácratas, ha de asociarse con sus hermanas y formar cátedras populares donde aprender a discutir o para ir aprendiendo lo que nos conviene saber.}}"