Educador, hombre de estado y escritor, Domingo Faustino Sarmiento nació el 14 de Febrero de 1811 en la provincia de San Juan. Fue maestro rural y culminó siendo Presidente de la Argentina (1868-74). Como Presidente, fundó las bases para un futuro progreso en la educación, estimuló el crecimiento del comercio y la agricultura así como también empujó el crecimiento del transporte rápido y la comunicación. Como escritor, es mayormente recordado por su estudio biográfico-sociológico Civilización y barbarie: vida de Juan Facundo Quiroga, y aspecto físico, costumbres, y hábitos de la República Argentina.

Sarmiento comenzó su carrera como maestro rural a la edad de 15 años y pronto se convirtió en legislador provincial. Sus actividades políticas y su forma de hablar, provocaron la furia del dictador Juan Manuel de Rosas, quien se encontraba exiliado en Chile en 1840. Sarmiento fue muy activo en la política y se convirtió en una importante figura del periodismo a través de sus artículos en el diario de Valparaíso El Mercurio. En 1842 fue designado Director del primer colegio normal en Sur América y comenzó a darle efecto a un concepto que tenía acerca del cual la enseñanza primaria significaba un desarrollo y esto tenía que darse a través de un sistema de educación pública.

Durante ese período en Chile, Sarmiento escribió Facundo, un apasionada denuncia contra la dictadura de Rosas a través de la biografía de Juan Facundo Quiroga, Teniente gaucho de Rosas. El libro fue criticado por su estilo errático y simplificaciones, pero ha sido nombrado como el libro más importante producido en la América Española.

En 1845 el gobierno chileno envió a Sarmiento a Europa y Estados Unidos para estudiar métodos educacionales. Luego de tres años regresó, convencido de que Estados Unidos tenía el modelo a seguir por Latinoamérica para su desarrollo. Sarmiento regresó a la Argentina para ayudar a derrocar a Rosas en 1852; continuó escribiendo y con actividades educacionales y reingresó en la política argentina.

Sarmiento fue elegido Presidente en 1868 e inmediatamente comenzó a aplicar sus ideas liberales - principios democráticos, derechos civiles y su oposición contra los regímenes dictatoriales - para construir una nueva Argentina. Terminó con la guerra contra el Paraguay heredada por su administración y se concentró en asuntos del país. A un país altamente analfabetizado, construyó escuelas primarias y secundarias, escuelas normales y colegios para entrenamiento profesional y técnico, también construyó bibliotecas y museos.

Cuando terminó su mandato en 1874, Sarmiento continuó activo en la vida pública. Muchos de los 52 libros que publicó tuvieron temas educativos.

Falleció el 11 de Septiembre de 1888 en la ciudad de Asunción, en Paraguay.
 

Estalla una revolución en España: Juan Prim y Prats se convierte en dictador. Con el Grito de Yara, Céspedes
                     inicia en Cuba la lucha por la independencia de la isla. Se dan este año los primeros pasos en cirugía
                     antiséptica. Lautreamont, un extraño poeta francés nacido en el Uruguay, publica “Los Cantos de
                     Maldoror”, con el que inaugura una estética desconcertante para esta hora. Boito presenta su
                     “Mefistófeles”, y Calvo su “Derecho Internacional Teófico y Práctico”.

                     El año argentino se inicia con la muerte del Vicepresidente de la Nación, doctor Marcos Paz, por lo que Mitre
                     delega el mando del ejército aliado para dedicarse exclusivamente a las tareas de gobierno.

                     Lenta, pero inexorable, Continua la Guerra del Paraguay. El Mariscal López resiste valientemente Pero
                     retrocede hacia el interior. Pierde el reducto de Cierva y se ve obligado a abandonar Humaitá. La lucha civil
                     no cesa. En San Ignacio, San Luis, chocan las fuerzas del Coronel Arredondo y las rebeldes que comanda el
                     General Juan Saá, siendo derrotadas éstas últimas. En Pozo de Vargas (La Rioja), Felipe Varela es vencido
                     por el General Antonio Taboada.

                     La provincia de Buenos Aires - gobernada por Adolfo Alsina - sustituye la pena de muerte por la de presidio,
                     fijando en 20 años la pena máxima. Los tranvías continúan siendo el tema obligado: se inaugura una línea
                     entre Retiro y la esquina de Rivadavia y Paseo de Julio. Los tranvías desalojan a los ómnibus y se levanta una
                     ola de críticas. Sólo un núcleo selecto de la ciudad los defiende: la opinión y la prensa en general se
                     apasionan en contra “de los tranways”. Jorge Drable y Mariano Billinghürst asumen la defensa, y como
                     argumento incontrastable muestran las estadísticas de Londres y Nueva York. Las resistencias del vecindario
                     tiene motivos varios. Su presencia constituye una revolución económica dentro de la ciudad, ya que su
                     circulación valoriza propiedades alejadas del centro y forma barrios populosos donde antes de su llegada sólo
                     había parajes solitarios. Quienes más se oponen al servicio son los comerciantes y propietarios del centro, los
                     que levantan como argumento uno sobradamente emocional que pronto prende en el ánimo público: los
                     tranvías son peligrosos, muchos morirán bajo sus ruedas. En esta campaña, como es natural, los acompañaron
                     los dueños de ómnibus y carruajes, que veían en los tranvías su desaparición. Pero los tranvías ganan el
                     combate. Sus enemigos logran apenas un consuelo: que el Poder Ejecutivo ordene la presencia de un
                     pregonero a fin de evitar accidentes. De esta forma, la circulación de tranvías se inició llevando a un jinete con
                     una corneta ? a unos veinte pasos delante - el que anunciaba a los transeúntes el inminente paso.

                     La ciudad se agranda y Flores, siguiendo los pasos de Belgrano, se convierte en barrio residencial. Europa ya
                     no queda tan lejos: cuatro vapores mensuales nos unen con el Viejo Mundo, del que siguen llegando
                     novedades que el porteño espera con interés. El transporte del interior mejora con nuevas mensajerías, y don
                     Luis Moreno reorganiza sus servicios desde el edificio administrativo de su empresa, sito en “el hotel del
                     Vasco Oribe”, frente a la plaza Montserrat. Sus líneas tienen los siguientes nombres: “La media luna”;
                     “La Unión del Sud”; “Nuevas Peninsulares”, etc.

                     El comercio exterior sube de 45 millones en 1862 a 72 millones este año. Estrada y Goyena publican “La
                     Revista Argentiná”, y J. M. Gutiérrez estudia históricamente la evolución de nuestra cultura. Mucho se
                     habla de Sarmiento, quien asume la presidencia, acompañado por Adolfo Alsina. Su larga actuación pública
                     lo ha hecho un personaje conocido por todos. Muchos lo critican, pero son más sus defensores. Tiene
                     admiradores insólitos. Conocedores de que Sarmiento gusta de la fiesta de Carnaval y del juego del agua -
                     sostiene que la risa educa y forma el gusto - los integrantes de una comparsa llamada “Los habitantes de
                     Carapachay” le obsequian en una bulliciosa ceremonia una medalla de plomo, consagrándolo “Emperador
                     de las Máscaras”.

                     Entre las sorpresas del año se encuentra un soldado inglés, quien confiesa haber podido ir a lo largo de un
                     subterráneo, desde la iglesia del Socorro hasta la Recoleta - unos 1.300 metros - en línea recta. Se inician las
                     obras de provisión de agua filtrada a la ciudad. En los teatros se aplaude a la trágica italiana Adelaida Ristori,
                     que entusiasma con sus dramas “Sor Teresa”, “María Estuardo” y “Francesca da Rimini”. El
                     Carnaval es celebrado con mucho ruido, destacándose las comparsas de negros, en especial la que preside
                     Miguel Rojas. Los versos que entonan durante el desfile son coreados al día siguiente por toda la ciudad.
                     Durante las fiestas de este año desfilan elegantes berlinas fabricadas en el país. Desentonan en un medio
                     abarrotado de carros pesados, poco graciosos y cómodos. La construcción de casas sigue su ritmo normal,
                     insistiéndose en los pisos de ladrillos rojos y en los techos de madera blanca. La casa portería es acogedora,
                     clara amplia. Pero los cuartos de baño son difíciles de hallar.

La República española dura poco: un golpe de estado restituye la corona y Alfonso XII es el rey. Preocupa
                     China, de la que, en Londres, el “Times” dice en estos días: “Si China se convierte en un gran país
                     industrial, no creo que la población obrera de Europa pueda competir con él sin descender al
                     nivel de vida de sus competidores”. En México hay una insurrección: la de Díaz. Es fundada la Unión
                     Postal Universal. Un año pleno en realizaciones artísticas. Todo un abanico de belleza que se abre así:
                     “Pepita Jiménez”, de Valera; “Iluminaciones”, de Rimbaud; “Días de Verano”, de Manet; y “El
                     Murciélago”, de Strauss.

                     Vacas criollas y comercio inglés sigue siendo la tónica de la economía argentina, mientras decenas de miles de
                     inmigrantes se lanzan hacia el interior en busca de horizontes. Se celebra con Perú un tratado de amistad,
                     comercio y navegación, y se inauguran nuevas vías férreas. Como es el aniversario de la libertad chilena se
                     inaugura en Santiago una estatua simbólica de la ciudad de Buenos Aires. Llega un ilustre visitante y es
                     recibido con todo el protocolo: es nada menos que “Su Alteza Real el príncipe Tomaso di Savoia”.

                     Se instala en el país la primera fábrica de camisas, y comienza a prestar sus servicios a los argentinos la Cruz
                     Roja Internacional. El ingeniero Bateman inicia la construcción de un sistema de caños de desagüe para las
                     aguas servidas, pues gran parte de ellas se arrojan a la vía pública. Pero como toda cosa nueva que quieren
                     darle a la ciudad parece destinada a ser discutida primero por los porteños, se inicia el debate. Alcanza tanto
                     apasionamiento como el de la instalación de los tranvías. ¿Qué orientación debe darse a las materias
                     cloacales?, es el dilema del vecindario, mejor dicho de cada barrio o vecino en particular. Muchos sugieren
                     echarlas al río de la Plata, pero quienes tienen propiedades en las zonas costeras elevan su protesta. Para
                     colocar las cañerías se hace necesario nivelar las calles, lo que también origina discusiones, acentuando aún
                     más el carácter un tanto opositor del porteño.

                     El 5 de Agosto es decretado feriado nacional al ser inaugurado ese día el servicio transcontinental. A través de
                     un cable que cruza el océano, la Argentina queda comunicada con los países europeos. Sarmiento dice en el
                     acto: “Señores: asistimos a un acontecimiento que, a ser sensibles la tierra y el agua, se
                     estremecieran de gozo al sentir atravesar por sus moléculas el pensamiento humano, viajando en
                     alas de la electricidad”. Repunta el comercio exterior, especialmente en la exportación de cereales. Son
                     enviados los primeros lotes de carne congelada.

                     Un cuarto de millón de inmigrantes arriba al país, y se calcula en 200.000 resmas el consumo anual de papel
                     de imprimir. El clima en Buenos Aires, siempre inestable, da que hablar a diarios y lectores. Se grita contra la
                     humedad, y un comentarista llega a decir, “es tan malo para los hombres, que puede inducirles a
                     producir crímenes”. También se enoja el vecindario por las sucesivas tormentas que debe aguantar. Pero el
                     calor húmedo es el que solivianta los ánimos. La carne se descompone, se corta la leche, el “pan se pone
                     corchudo”. La esperanza, cuando este clima persiste, se llama pampero. Los pronósticos tienen un adagio
                     popular: “Norte claro, sud oscuro, temporal seguro”.

                     Se establece este año el circo Arena, y rápidamente recibe la adhesión general. Pertenece a los hermanos
                     Chiarini, figurando, además, la famosa Spelterini, la Friche, Contrelli, etc. Actúa en el Politeama y posee una
                     colección zoológica que asombra a Buenos Aires. Pero ni el clima, ni los desagües, ni los circos, pueden
                     demorar ciertos enfrentamientos políticos que transcurren en la trastienda. El General Arredondo prepara un
                     levantamiento y sólo falta convencer al General Ivanoski, un valiente soldado de cien combates, leal a
                     Sarmiento. Esto es difícil, y desde Río Cuarto, donde se encuentra, Arredondo fingiendo ser Ivanoski - se
                     comunica con Sarmiento por el telégrafo. El Presidente aconseja que vigile a Arredondo. Este, siempre en el
                     papel de Ivanoski, sugiere: “¿Y si se subleva y lo puedo tomar preso?”. La respuesta: “Fusílelo
                     sobre el tambor, sin más trámite”. Sin poderse contener, Arredondo le espeta: “Váyase al diablo...
                     viejo loco”. Y corta. Horas después se encargará de que un grupo de soldados asesinen en su lecho a
                     Ivanoski, quien pelea hasta el último segundo y muere diciendo: “No me rindo, no me rindo”. La suerte
                     está echada para el movimiento y debe salir a la calle. Arredondo se levanta en Córdoba. Las elecciones han
                     dicho “Avellaneda”, y no se acepta. Mitre - que está en Montevideo - desembarca al sur de Buenos Aires
                     en combinación con Arredondo, y con la cañonera Paraná, cuya tripulación se subleva. Pero nada impide que
                     el 12 de Octubre asuma la primera magistratura Nicolás Avellaneda, a quien acompaña Mariano Acosta.
                     Las tropas de Mitre son derrotadas en La Verde. Arredondo también cae. Mitre es condenado a muerte, pero
                     Avellaneda conmuta la pena. “Las cosas hay que hacerlas, mal, pero hay que hacerlas”. La frase
                     es de Sarmiento. Corona su gobierno sobre todo explica al país.
 

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