Garcilaso de la Vega El Inca
(1539-1616)

(Escudo Comentarios Reales, Lissabon 1609)
Índice
PRIMERA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES QUE TRATAN DEL ORIGEN DE LOS YNCAS,
REYES QUE FUERON DEL PERU, DE SU IDOLATRIA, LEYES, Y GOVIERNO EN PAZ Y
EN GUERRA: DE SUS VIDAS Y CONQUISTAS, Y DE TODO LO QUE FUE AQUEL IMPERIO
Y SU REPUBLICA ANTES QUE LOS ESPAÑOLES PASSARAN A EL. ESCRITOS POR
EL YNCA GARCILASSO DE LA VEGA, NATURAL DEL COZCO Y CAPITAN DE SU MAJESTAD
Proemio
Al Lector
Aunque ha habido españoles curiosos que han escrito las repúblicas
del Nuevo Mundo, como la de México y la del Perú y las de
otros reinos de aquella gentilidad, no ha sido con la relación entera
que de ellos se pudiera dar, que lo he notado particularmente en las cosas
que del Perú he visto escritas, de las cuales, como natural de la
ciudad del Cuzco, que fue otra Roma en aquel Imperio, tengo más
larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado. Verdad
es que tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella república
tuvo, pero escríbenlas tan cortamente que aun las muy notorias para
mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por lo cual, forzado
del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo de escribir
estos Comentarios, donde clara y distintamente se verán las cosas
que en aquella república había antes de los españoles,
así en los ritos de su vana religión como en el gobierno
que en paz y en guerra sus Reyes tuvieron, y todo lo demás que de
aquellos indios se puede decir, desde lo más ínfimo del ejercicio
de los vasallos hasta lo más alto de la corona real. Escribimos
solamente del Imperio de los Incas, sin entrar en otras monarquías,
porque no tengo la noticia de ellas que désta (1). En el discurso
de la historia protestamos la verdad de ella, y que no diremos cosa grande
que no sea autorizándola con los mismos historiadores españoles
que la tocaron en parte o en todo; que mi intención no es contradecirles,
sino servirles de comento y glosa y de intérprete en muchos vocablos
indios, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de
la propiedad de ella, según que largamente se verá en el
discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del que la leyere
[...].
Libro I, Capítulo XV
El origen de los Incas Reyes del Perú
Viviendo o muriendo aquellas gentes (2) de la manera que hemos visto, permitió
Dios Nuestro Señor que de ellos mismos saliese un lucero del alba
que en aquellas oscurísimas tinieblas les diese alguna noticia de
la ley natural y de la urbanidad y respetos que los hombres debían
tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo
de bien en mejor cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombres,
haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina,
para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar
la luz de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase, no
tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica
y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana,
como después acá lo han recibido, según se verá
lo uno y lo otro en el discurso de esta historia; que por experiencia muy
clara se ha notado cuánto más prontos y ágiles estaban
para recibir el Evangelio los indios que los Reyes Incas sujetaron, gobernaron
y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas donde aún
no había llegado la enseñanza de los Incas, muchas de las
cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban,
con haber setenta y un años que los españoles entraron en
el Perú. Y pues estamos a la puerta de este gran laberinto, será
bien pasemos adelante a dar noticia de lo que en él había.
Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos (3)
para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Incas Reyes naturales
que fueron del Perú, me pareció que la mejor traza y el camino
más fácil y llano era contar lo que en mis niñeces
oí muchas veces a mi madre y a sus hermanos y tíos y a otros
sus mayores acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras
vías se dice de él viene a reducirse en lo mismo que nosotros
diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que los
Incas lo cuentan que no por las de otros autores extraños. Es así
que, residiendo mi madre en el Cuzco, su patria, venían a visitarla
casi cada semana los pocos parientes y parientas que de las crueldades
y tiranías de Atahualpa (4) (como en su vida contaremos) escaparon,
en las cuales visitas siempre sus más ordinarias pláticas
eran tratar del origen de sus Reyes, de la majestad de ellos, de la grandeza
de su Imperio, de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en
paz y en guerra tenían, de las leyes que tan en provecho y favor
de sus vasallos ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las prósperas
que entre ellos hubiese acaecido que no la trajesen a cuenta.
De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes,
lloraban sus Reyes muertos, enajenado su Imperio y acabada su república,
etc. Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas Pallas
(5) en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan
su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: ÈTrocósenos
el reinar en vasallaje... Ç etc. En estas pláticas yo, como
muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me
holgaba de las oír, como huelgan los tales de oír fábulas.
Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis
o diez y siete años, acaeció que, estando mis parientes un
día en esta su conversación hablando de sus Reyes y antiguallas,
al más anciano de ellos, que era el que daba cuenta de ellas, le
dije:
÷ Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que
es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, Àqué noticia
tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá
los españoles y las otras naciones, sus comarcanas, como tienen
historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a
reinar sus Reyes y los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta
saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y
la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero
vosotros, que carecéis de ellos, Àqué memoria tenéis
de vuestras antiguallas?, Àquién fue el primero de nuestros
Incas?, Àcómo se llamó?, Àqué origen
tuvo su linaje?, Àde qué manera empezó a reinar?,
Àcon qué gente y armas conquistó este grande Imperio?,
Àqué origen tuvieron nuestras hazañas? El Inca, como
holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que
recibía de dar cuenta de ellas, se volvió a mí (que
ya otras muchas veces le había oído, mas ninguna con la atención
que entonces) y me dijo:
÷ Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene
oírlas y guardarlas en el corazón (es frase de ellos por
decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos toda esta
región de tierra que ves eran unos grandes montes y breñales,
y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos,
sin religión ni policía (6), sin pueblo ni casa, sin cultivar
ni sembrar la tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían
labrar algodón ni lana para hacer de vestir; vivían de dos
en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y resquicios
de peñas y cavernas de la tierra. Comían, como bestias, yerbas
del campo y raíces de árboles y la fruta inculta que ellos
daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas
de árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma,
vivían como venados y salvajinas, y aun en las mujeres se habían
(7) como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y conocidas.
Adviértase, porque no enfade el repetir tantas veces estas palabras:
ÈNuestro Padre el SolÇ, que era lenguaje de los Incas y manera
de veneración y acatamiento decirlas siempre que nombraban al Sol,
porque se preciaban descender de él, y al que no era Inca no le
era lícito tomarlas en la boca, que fuera blasfemia y lo apedrearan.
Dijo el Inca:
÷ Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho,
se apiadó y hubo lástima de ellos y envió del cielo
a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctrinasen en
el conocimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen
por su Dios y para que les diesen preceptos y leyes en que viviesen como
hombres en razón y urbanidad, para que habitasen en casas y pueblos
poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las plantas y mieses, criar
los ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra como hombres
racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre
el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta
leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera
que parasen a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla
de oro de media vara en largo y dos dedos en grueso que les dio para señal
y muestra, que, donde aquella barra se les hundiese con solo un golpe que
con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre
que parasen e hiciesen su asiento y corte.
Libro II, Capítulo IV
De muchos dioses que los historiadores españoles
impropiamente aplican a los indios
[...] Declarando el nombre Apachitas que los españoles dan
a las cum bres de las cuestas muy altas y las hacen dioses de los indios,
es de saber que ha de decir Apachecta; es dativo, y el genitivo
es Apachecpa, de este participio de presente apáchec,
que
es el nominativo, y con la sílaba ta se hace dativo: quiere
decir al que hace llevar, sin decir quién es ni declarar qué
es lo que hace llevar. Pero conforme al frasis de la lengua (9), como atrás
hemos dicho, y adelante diremos de la mucha significación que los
indios encierran en sola una palabra, quiere decir demos gracias y ofrezcamos
algo al que hace llevar estas cargas, dándonos fuerzas y vigor para
subir por cuestas tan ásperas como ésta, y nunca lo decían
sino cuando estaban ya en lo alto de la cuesta, y por esto dicen los historiadores
españoles que llamaban Apachitas a las cumbres de las cuestas, entendiendo
que hablaban con ellas, porque allí le oían decir esta palabra
Apachecta, y, como no entienden lo que quiere decir, dánselo por
nombre a las cuestas. Entendían los indios, con lumbre natural,
que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Pachacámac,
se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Pachacámac,
Dios no conocido que ellos adoraban mentalmente, por haberles ayudado en
aquel trabajo. [... ]
No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no
era la adoración a él, sino al Pachacámac. Y las ofrendas,
más eran señales de sus afectos que no ofrendas; porque bien
entendían que cosas tan viles no eran para ofrecer. De todo lo cual
soy testigo, que lo vi caminando con ellos muchas veces. Y más digo,
que no lo hacían los indios que iban descargados, sino los que llevaban
carga. Ahora, en estos tiempos, por la misericordia de Dios en lo alto
de aquellas cuestas tienen puestas cruces, que adoran en nacimiento de
gracias' de habérseles comunicado Cristo Nuestro Señor.
Libro IX, Capítulo XXXI
Nombres
nuevos para nombrar diversas generaciones (10)
Lo mejor de lo que ha pasado a Indias se nos olvidaba, que son los españoles
y los negros que después acá han llevado por esclavos para
servirse de ellos, que tampoco los había antes en aquella mi tierra.
De estas dos naciones se han hecho allá otras, mezcladas de todas
maneras, y para las diferenciar les llaman por diversos nombres, para entenderse
por ellos. Y aunque en nuestra historia de La Florida dijimos algo
de esto, me pareció repetirlo aquí, por ser éste su
propio lugar. Es así que al español o española que
va de acá llaman español o castellano, que ambos nombres
se tienen allá por uno mismo, y así he usado yo de ellos
en esta historia y en La Florida. A los hijos de español y de española
nacidos allá dicen criollo o criolla, por decir que son nacidos
en Indias. Es nombre que lo inventaron los negros, y así lo muestra
la obra. Quiere decir entre ellos negro nacido en Indias; inventáronio
para diferenciar los que van de acá, nacidos en Guinea, de los que
nacen allá, porque se tienen por más honrados y de más
calidad por haber nacido en la patria, que no sus hijos porque nacieron
en la ajena, y los padres se ofenden si les llaman criollos. Los españoles,
por la semejanza, han introducido este nombre en su lenguaje para nombrar
los nacidos allá. De manera que al español y al guineo nacidos
allá les llaman criollos y criollas. Al negro que va de acá,
llanamente le llaman negro o guineo. Al hijo de negro y de india, o de
indio y de negra, dicen mulato y mulata. A los hijos de éstos
llaman cholo; es vocablo de la isla de Barlovento; quiere decir
perro, no de los castizos, sino de los muy bellacos gozcones (11); y los
españoles usan de él por infamia y vituperio. A los hijos
de español y de india o de indio y española, nos llaman mestizos,
por
decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros
españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombre impuesto
por nuestros padres y por su significación me lo llamo yo a boca
llena, y me honro con él. Aunque en Indias, si a uno de ellos le
dicen Èsois un mestizoÇ o Èes un mestizoÇ,
lo toman por menosprecio. De donde nació que hayan abrazado con
grandísimo gusto el nombre montañés, que, entre
otras afrentas y menosprecios que de ellos hizo un poderoso, les impuso
en lugar del nombre mestizo. Y no consideran que aunque en España
el nombre montañés sea apellido honroso, por los privilegios
que se dieron a los naturales de las montañas de Asturias y Vizcaya,
llamándoselo a otro cualquiera, que no sea natural de aquellas provincias,
es nombre vituperoso, porque en propia significación quiere decir:
cosa de montaña, como lo dice en su Vocabulario el gran maestro
Antonio Lebrija (12), acreedor de toda la buena latinidad que hoy tiene
España; y en la lengua general del Perú, para decir montañés
dicen sacharuna, que en propia significación quiere decir
salvaje, y por (13) llamarles aquel buen hombre disimuladamente salvajes,
les llamó montañés; y mis parientes, no entendiendo
la malicia del imponedor, se precian de su afrenta, habiéndole de
huir y abominar, y llarmarse como nuestros padres nos llamaban y no recibir
nuevos nombres afrentosos, etc.
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