m o n o g r á f i c o e s c e n a 

Alicia Alonso
La danza con marineras de azúcar


Alicia nació de un pacto irrepetible de dioses contradictorios. Por eso es dúctil y es frágil, es grácil y es fuerte, y su ritmo desafía las leyes de la gravedad y las leyes de la elasticidad de los materiales biológicos. Es frágil como la porcelana y fuerte como el titanio de las puertas de la gran Mezquita de Casablanca. Y el pacto hubo que hacerlo, porque había que reescribir la danza. Alicia, Alicia Alonso de Cuba, es bella como esas perlas del Caribe que se hacen en años de silencio. 
Justo Nieto

Y es que la danza teatral muestra, aún en nuestros días, la paradoja de un arte profundamente amado por los pueblos, que brota espontáneo de la esencia misma del ser humano, y que sin embargo ha sido durante siglos relegado o menospreciado, en cuanto al reconocimiento del lugar que le corresponde entre las llamadas Bellas Artes. Muchas veces se le ha regateado a la danza teatral, por lo menos en Occidente, su condición de arte respetable, confinándola a la condición de juguete frívolo o divertimento para ociosos. Estos criterios se tornan graves, y hasta peligrosos, cuando se instalan en aquellos que, en un país o en una institución, tienen a su cargo la aprobación de los presupuestos culturales, en los cuales muchas veces el arte de bailar sufre un evidente agravio comparativo, en relación con el tratamiento que se da a otros géneros artísticos. Por otra parte, a una persona generalmente considerada culta, se le dispensa con la mayor naturalidad su desconocimiento sobre los aspectos más elementales del arte de la danza. No se perdonaría a un intelectual, o profesional universitario, que desconociera quién fue Beethoven, Shakespeare, Goya o Stravinsky, por ejemplo. Pero nadie se escandaliza de que esa misma persona no tenga la menor idea de quién fue Noverre, Fokín o Galina Ulánova. Tal situación, que no es por cierto privativa de nuestra época o de un país específico, ha acompañado a la danza durante gran parte de su historia. En ciertos intelectuales, o artistas de otros géneros, la falta de conocimientos sobre el arte de la danza es acompañada a veces del rechazo o la subvaloración, y suelen llegar al colmo cuando se trata de enjuiciar a los grandes clásicos del repertorio histórico del ballet. Con superficialidad y falta de información evidentes, identifican al clásico con lo que no es, y opinan sobre esas obras maestras a pesar de que muchas veces ignoran hasta lo elemental del arte que pretenden criticar o menospreciar. Desde luego, no ocurre así con todos los intelectuales, entre los cuales también la danza cuenta con muy buenos amigos. Para recordar algunos de los más ilustres, baste mencionar los nombres de Théophiie Gautier, Paul Vaiéry, Pablo Picasso o Alejo Carpentier. Ellos amaron la danza en sus diferentes modalidades, y sumaron su talento al desarrollo y al enriquecimiento del arte del ballet.

Es preciso admitir, sin embargo, que la danza no es en todos los casos totalmente inocente por la situación antes mencionada. Sus
profesionales, inmersos en el apasionante y absorbente mundo del movimiento, arrastrados por la magia de la expresividad y la representación, pocas veces dedican tiempo a la meditación teórica, o a indagar y exponer de manera sistemática la historia y la estética del arte que practican. En lo que se refiere a los clásicos debo reconocer además que, en nuestros días, estas obras no siempre son bien escenificadas; y no hay nada que provoque el rechazo con mayor facilidad que un ballet tradicional escénicamente mal defendido, con representaciones carentes de tradición, estilo, técnica, creatividad, buen gusto y coherencia teatral. Sin excluir que, a veces, la incomprensión hacia las obras tradicionales procede de algunos sectores de los propios artistas de la danza, los que también, por falta de formación en los principios del arte clásico, por celos artísticos o por simple intolerancia, tienden a negar una expresión estilística cuyo dominio se les escapa o que difiere de su particular idiosincrasia creativa.
Pero a pesar de estos y otros escollos, la danza se impone, existe esplendorosa por encima de las épocas, y goza en nuestros días, en todo el mundo, de un auge y una preferencia del público como nunca antes en la historia de las artes escénicas. A una manifestación cultural de tanta importancia en la vida espiritual de los pueblos, corresponden una mayor comprensión y apoyo para su desarrollo y proyección pública.

Aún falta, por ejemplo, la creación a escala internacional de un estímulo de gran envergadura, la instauración de un Premio para la Danza, equiparable al Nobel o al Cervantes, con el cual reconocer la labor de los grandes creadores en la especialidad, ya sean bailarines, coreógrafos o profesores, que hayan hecho un aporte excepcional dentro del arte de la danza. Es necesario, además, elevar la enseñanza de esta expresión artística a un nivel universitario, con planes de estudios en que la práctica y la teoría se conjuguen para lograr una integralidad en la formación de los bailarines y de otros profesionales del baile.
• Extracto Discurso de Acto de Investidura de Doctora Honoris Causa de la Universidad Politécnica Valencia.
 

ALICIA ALONSO
PRIMA BALLERINA ASSOLUTA
por Norberto M. Ibáñez
 

Escribir sobre la danza es un intento de retroceder el tiempo y hacer eterno lo efímero, es llamar la atención sobre algo atractivo que ya no existe. 
Arnold Haskell

Me deslizo inquieto por los pasillos del Teatro Principal de Valencia, momentos antes de que comience El Lago de los Cisnes, por el Ballet Nacional de Cuba. Espero impaciente a la Prima Ballerina Assoluta y Directora del Ballet de referencia, Alicia Alonso (1931). La veo llegar de lejos, acompañada por dos asistentes. Disimulo nervioso y desde un ángulo observo sus movimientos. Tiene problemas para moverse con agilidad (paradojas crueles de la vida). Toma asiento en un palco, allí es donde me espera para atender a mis preguntas. De inmediato me invitan a entrar. 

El teatro está todavía vacío. Tan sólo tras el telón se intuyen sonidos, murmullos del calentamiento previo que realizan los bailarines. Por primera vez me encuentro ante la máxima figura cimera de la danza clásica latinoamérica y al mismo tiempo una de las personalidades más relevantes en la historia del Arte de la Danza. Le estrecho mi mano. Ella, desde su sillón, con un gesto humano me indica el lugar donde quiere que me siente. Frente a ella comienzo a preguntarle y, con gran tranquilidad y vitalidad, me responde. Poco a poco el público valenciano va tomando asiento para ver la función. La figura de Alicia Alonso se eleva entre el patio de butacas, también su sonido acompasado. El patio de butacas y palcos colaterales a la entrevista, se van llenando de espectadores que no prestan atención a Alicia Alonso. El ruido que causan estos individuos es cada vez más intenso e infernal. Se va apoderando de la tranquilidad del teatro, hasta el punto en que la gran dama de la Danza me pide que interrumpe la conversación para preguntar qué ocurre: "Me recuerda a los patios de colegios. Que estruendo". Tenía razón. Yo estaba impávido, sin dar crédito a lo que ocurría. Era el público (y no precisamente el de Lorca) que iba a ver un ballet y era incapaz de reconocer a su creadora, a la gran figura, ni tampoco de guardar silencio. Con gran modestia me pide que, si me molesta tanto ruido, nos vayamos a otro lugar más tranquilo. Le digo que les demos un tiempo, y si no aumenta el ruido seguiremos. Ella me responde con una fabulosa carcajada y continuamos. 

Afortunadamente no subió el grado de molestia sonora. Aunque si se mantuvo el grado de ignorancia y menosprecio por Alicia Alonso. Sentí vergüenza del público de mi ciudad. Había oído decir de ella, de quienes la conocen bien, que si sus cualidades artísticas son  extraordinarias, no cabe descuidar sus cualidades humanas ya que son tan intensas como las primeras. No tengo más que dar fe de ello.

Si se tuviera que resumir la aportación de Alicia Alonso al ballet se podría decir que el siglo XX se divide en dos grandes bloques: antes de Alicia Alonso y después de Alicia Alonso. ¿Dónde se encuentra más a gusto bailando o con la coreografía?
Bailando. Sin duda alguna. El artista en ese punto se convierte en un egoísta. Si le preguntamos a un pintor en qué momento le gusta más su cuadro, si cuando lo ha acabado, o cuando lo está haciendo. La misma pregunta se la podríamos trasladar a un compositor. Seguro que responde que en el momento que está viviendo esa creación. Por tanto en un bailarín ocurre lo mismo, adora el momento en que está bailando. Pero en mi caso al no poder bailar nunca más,  la coreografía me ha recompensado la pérdida del baile.
Me da el balance de lo que he perdido y de lo que estoy ganado.

¿Le es posible escuchar música sin tener imágenes de danza?
No. No es posible. Cada vez que escucho música inmediatamente me viene la danza. Empiezo a ver en mi cabeza baile. La música es para mi danza, no lo puedo evitar, es automático. Del  mismo modo que para Chaikovski la danza es música, para mí la música es danza. 

¿En qué elementos del arte o la naturaleza ha encontrado con mayor facilidad inspiración para componer sus coreografías?
En mi caso la pintura ha sido muy importante. Muchas veces me inspiro más en pinturas que en la propia música.  Me ayuda a que haya un balance, un equilibrio escénico. Si  mi coreografías de los grandes clásicos se ven desde el primer balcón es fácil de ver como constantemente manejo el dibujo que hace el cuerpo de baile. 

Como coreografía, ha llevado a cabo un estudio importante de la "comunicación", para que el espectador no sólo admire el solemne virtuosismo de los bailarines sino que también sientan el estado anímico de los personajes y comprenda en toda profundidad la obra. El Lago de los cisnes, todo un clásico, ha logrado darle una contemporaneidad que contrasta con su clasicismo. 

¿Cómo logra esa ecuación para que sea una composición armoniosa? 
Yo me he hecho en el siglo pasado y tengo esa imagen en mi interior, el mundo que me rodeaba era diferente, pero precisamente ahí está el peligro de revivir los grandes clásicos: no perder la esencia  dándole una nueva vida, manteniendo la esencia de su época y estilo.  Por ejemplo, la idea y la forma de contar la historia de cualquier clásico tiene todo un estudio casi de teatro de hoy en día. En Giselle, yo tengo una escena donde aparece un personaje por un lado y otro como un fantasma, y la gente y directores de cine decían que era una interpretación muy moderna. En cambio, yo les decía que estaba simple y llanamente actuando con la imaginación de hoy en día, sin perder el romanticismo ni la esencia de su clasicismo. 

Ha investigado todos los campos del ballet, incluso el contemporáneo, pero ha sentido gran predilección por Giselle hasta el punto que la crítica  ha considerado a Alicia Alonso "Giselle". ¿Cómo se logra una técnica depurada y la ejecución perfecta de movimientos como se ha dicho de su "quinta posición"?
El ballet nace con el ser humano, con la vida, porque el ballet es el dominio del movimiento del cuerpo y de la naturaleza, todo lo que se mueve es danza para después tecnificarse. El ballet nace de la danza folclórica de Europa. La cuestión de que el ballet se convierta en una base técnica es que le pone nombre a los pasos, le da un método de enseñanza y se va enriqueciendo.  El ballet es como la escritura, normalmente se enriquece con el paso del tiempo, con nuevos creadores, pero siempre a partir de una base, una gramática consolidada.

Alicia Alonso ha sido considerada por la crítica, desde hace varias décadas,  una de las grandes bailarinas de todos los tiempos. Dotada de un talante genial ha dedicado casi la totalidad de las horas de su vida al estudio, investigación y práctica de su actividad artística vocacional, la danza. ¿Opina que el talento es innato pero hay que cuidarlo?
Todo lo que sea creación hay que cuidarlo de la riqueza que le pueda ofrecer la vida, de la distracción, de la curiosidad, de la pereza porque puede que todo esto distorsione la creatividad del autor y quede desperdiciado así su talento. Cuando uno siente algo y va a crear algo, uno debe amarlo bien y dedicarse completamente a eso. Muchas veces pienso en Beethoven y pienso que, hasta cierto punto, tuvo suerte de quedarse sordo, porque la vida le tenía tantos sonidos, tantas cosas bellas, que quizás eso le dió más riqueza en su creatividad. Aunque era un genio y no creo que necesitara ser sordo para crear.

Básicamente se formó en Estados Unidos donde empezó su actividad profesional siendo muy joven en el prestigioso New York City Ballet. Pronto y de manera vertiginosa, viajó por todo el mundo. Pero es en el año 1959, coincidiendo con el año de la revolución de Fidel Castro, cuando le ofrece el apoyo necesario para que el ballet que había fundado años antes en Cuba tuviera repercusión internacional. Alicia Alonso, cuando me oye hablar de Cuba se muestra tensa, algo molesta. Cuba actualmente vive una etapa cultural muy interesante, aunque no todo el mundo tiene esa apreciación ya que no tiene la misma trascendencia o difusión debido a la dictadura. Ella aquí me entrecorta y me espeta: Usted quiere decir que nos han querido ahogar. Pero no sabe usted  que quien sabe nadar no se ahoga. 

¿Cuénteme pues como se vive el panorama cultural actual y si el régimen no es tan malo como lo que nos cuentan?
Hay una conciencia grande a favor de la cultura. Es un pueblo culto que sabe crecer. En este momento la intensidad cultural es inmensa porque tenemos tiempo para dedicarnos a ella. Se empezó por enseñar a todo el mundo a leer, después a cómo desarrolar la ciencia, a crecerlo. La cultura es fabulosa. Lo que pasa es que todo lo hacemos con mucho más trabajo y esfuerzo por falta de muchas cosas, pero ahí incorporamos la creatividad y la ayuda porque hay muchos países que nos ayudan.

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