m o n o g r á f i c o
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"Lo que salva al hombre es dar el paso. Seguidamente dar otro. Es
siempre el mismo paso, pero hay que darlo."
Antoine Saint-Exupéry
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Al recibir la propuesta de escribir acerca de "El teatro porteño",
ocurría en Buenos Aires un suceso, que habla por si solo, sobre
el empobrecimiento y el lugar que ocupa el teatro en la politice cultural
de nuestro país: durante el mes de julio, en los teatros oficiales
dependientes del Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires,
no se realizaron funciones durante un fin de semana, justo el de vacaciones
de invierno. Esta medida fue tomada, tanto por el personal técnico
como por los artistas contratados, debido a que no se les pagaba el sueldo.
Cómo dejar afuera este hecho en el intento de reflexión
acerca del quehacer teatral, siendo que el teatro funciona como productor
de cultura, se encarga de su transmisión y de su defensa, por medio
de las instituciones.
Son ellas, precisamente, las que tienen como finalidad legitimar los
significados producidos por la sociedad. Así como también
de acuerdo a la politice cultural de un gobierno, deberla brindar un espacio
que capture la ética fundamental del arte: la lucha por la vida,
no sólo por la vida orgánica, sino por la vida humana.
¿Tendremos que hablar entonces de la tan mentada "crisis del
teatro argentino"? ¿De la ausencia de futuro de esta expresión
artística? ¿De la falta de garantía para su desarrollo?
O será que esta sensación de "lo imposible", es justamente
lo que termina conduciendo a un hecho favorable para el porvenir, al crear
condiciones que no impidan el acontecimiento, inventando cada vez, construyendo
momento a momento.
El hecho de ser sin garantía de que vaya a existir para siempre,
no será precisamente una suerte de garantía, en el sentido
de que sino hay seguridad hay posibilidad.
Es así como una pujante generación perteneciente al ámbito
artístico, frente a un panorama tan desalentador, paradójicamente
abre nuevas salas teatrales, algunas con subsidios del Instituto Nacional
de Teatro, otras a fuerza del empeño de sus mismos creadores.
En esta época de supermercados, mientras la sociedad se regocija
con los objetos que produce, las obras de arte son el testimonio que denuncian
el malestar de su tiempo, erigiéndose como provocación a
la opacidad del medio que las ha hecho producir.
Las formas de concebir la realidad se encarnan como metáforas
epistemológicas en las creaciones artísticas. Y el "Nuevo
Teatro Argentino", como llama Jorge Dubatti a la producción surgida
a mediados de los 80, constituye metáforas de la manera de estar
en el mundo.(1)
¿Que somos capaces de producir siendo que el texto teatral intenta
reflejar la cultura de una época?
¿Cuál es el deseo que impulsa al artista a plasmar su
obra? Parecerla estar en juego algo del orden de lo insoportable, que necesita
su puesta afuera como intento de apresarlo.
Nos interrogamos sobre la suerte del teatro en esta era tecnológica,
llamada postindustrial, mientras estamos frente a la computadora. ¿Qué
escribir ante el dramatismo y el grotesco que presenta el espectáculo
del mundo?.
La cartelera teatral de Buenos Aires ofrece las más variadas
producciones, donde coexisten fenómenos estéticos diversos.
Pero una singularidad a destacar es el surgimiento de nuevos autores.
Los investigadores teatrales consideran que la dramaturgia actual atraviesa
un momento de gran vitalidad de "proliferación de mundos", así
como también de poéticas dramáticas.
Esta multiplicidad que se manifiesta en la escena teatral, parecerla
responder a un complejo fin de siglo en que se han creado nuevas relaciones
entre los hombres, basadas en el avance científico.
Vivimos en un mundo en que el hombre ha alcanzado un inmenso poder
de transformación de la realidad, hasta tiene en sus manos la posibilidad
de destruir el planeta, lo que antes eran imposibilidades ahora son problemas
éticos. No existía salvar la vida de una persona con los
órganos de otra, una mujer anciana no podio realizar su deseo de
tener un hijo más que en sueños o en su fantasía.
Ahora la humanidad tiene a su alcance el poder hacer éstas y otras
cosas y por lo tanto debe elegir y legislar sobre cuestiones que estuvieron
siempre en manos de Dios, el Destino o la Naturaleza.
Desde la ciencia se puede saber como funciona el universo, pero este
hecho en vez de beneficiarnos con una mayor seguridad ha tenido un efecto
contrario generando una vida más angustiante.
La segunda mitad del siglo XX ha sido prolífica en los intentos
de abordar químicamente el sufrimiento humano (con drogas tales
como el Prozac, por ejemplo), pero la ciencia no ha logrado encontrar respuestas
a cuestiones esenciales inherentes a la condición humana.
En el film "Edipo rey" de Pier Paolo Pasolini, cuando Edipo se encuentra
con la esfinge, con lo desconocido, no lo soporta y la empuja al abismo.
Ella dice: "Es inútil, el abismo al que me empujas está en
ti".
Lo que hace que una obra de arte sea tal, es la originalidad con la
que rodea este vacío. Si la religión trata por todos los
medios de dar respuesta, de evitar el vacío, el arte se caracteriza
por cierto modo de organizarse alrededor del mismo.
Esta tensión que se forma entre la certeza y la incertidumbre,
es el auténtico combustible del creador actuando como fuerza, cuánto
más intensa sea, más valiosa será su producción.
Uno de los principales problemas en torno del cual van a girar los
debates de nuestro tiempo, es el del estatuto de la verdad, la llamada
"crisis de la razón" Ya no existe una verdad que sea válida
para todos, como unificó a los teatristas argentinos durante la
década del 70. La dramaturgia tenía una intención
pedagógica, ilustraba con el texto dramático la crisis del
totalitarismo y de las politices revolucionarias.
El hombre moderno creía profundamente en un sentido de la historia,
podio así tomar partido, sostener causas, comprometerse en una organización
politice.
El hombre posmoderno es el mismo hombre moderno, en que el espíritu
critico ha superado los últimos restos de credulidad.
Hoy la construcción del sentido es "a posteriori" de la escritura.
Santiago Kovadloff expresa muy bien la condición de esa incertidumbre,
diciendo: "Creo que no se escribe para decir algo que de antemano se sabe,
sino para llegar a saber qué se quiere decir."(2)
En tanto no se ilustra una certeza previa, los textos muestran un efecto
de oscurecimiento que a veces llega al hermetismo.
Este quiebre de sentido trae como consecuencia el que todo esté
permitido para la nueva dramaturgia.
Se instala la diversidad, no sólo entre los diferentes autores
sino que a veces es difícil reconocer una poética homogénea
en la producción de un mismo autor.
Otro elemento condicionante a tener en cuenta es el auge de las "tecnologías
del lenguaje" relacionadas con la informática y las autopistas de
la información (3)
No se trata sólo de nuevos significados sino también
de una renovación lingüística.
No se puede crear nada nuevo, nada diferente, valiéndose de
un lenguaje envejecido. La pasión por crear no se conforma con ceñirse
a lo que ya existe, sino por la visceral necesidad de reformularlo.
¿Y qué es la representación teatral sino la interpretación
de un escrito o del relato de un hecho que nunca tuvo lugar?
Eso que llamamos nuestro mundo, es ya una interpretación cultural
y como tal poética o metafórica.
El lenguaje ya no es uno, es múltiple y crea por consiguiente
diversos mundos. Cada uno de nosotros habita sin duda un mundo, pero ya
no hay como se suponía un solo mundo.
Por otro lado, lo singular del hecho teatral radica en que su tiempo
esencial es el presente, lo que sucede en el aquí y ahora. Un acontecimiento
que se personifica ante el espectador "cuerpo a cuerpo" La escena teatral
es cosa del momento, cosa de la palabra, no del escrito.
El imprevisto, del orden de lo real se impone en contraposición
a la virtualización de la realidad, (la cantidad de imágenes
que hoy nos bombardean es tal, que no sabemos distinguir la experiencia
directa de lo que hemos visto en televisión.)
Esta necesidad de provocar que caracteriza a cierta teatralidad, por
la cual el espectador deberla vivir una mutación, insiste en generar
sorpresa. Un evento, que marque un antes y un después. Un acto,
en donde la palabra sea un acontecimiento del cuerpo.
Las poéticas de la dramaturgia actual, tanto de autores como
de directores y actores, parecen no temer embarrarse con lo brumoso.
No se trata de ir contra el sentido común, contra la ciencia
y sus formalizados discursos lógicos, sino que se intenta explorar
lenguajes que hagan tambalear sus equilibrados ordenamientos.
Los discursos paradójicos entablan una contienda con el saber,
no lo niegan sino que lo interpelan. Se comienza a pensar cuando se logra
sustraerse a las evidencias cotidianas y a las significaciones establecidas.
¿No se comienza a pensar en el limite de lo incomprensible?
Este proceso generador de sin-sentido, que no cabe dentro de la lógica
institucionalizada, modifica los significados y renueva los significantes.
Esta contradicción es la paradoja del alma humana que se mueve
entre las dos fuerzas, y sino lo hiciera seria aniquilada irremediablemente.
Precisamente producir sentido es una cuestión modal de la obra
de arte.
Mirar hacia lo desconocido para decir lo que nunca fue dicho, es participar
en la ampliación y en la transfiguración de nuestra cultura.
(1) Jorge Dubatti. "El teatro laberinto" Ensayos sobre Teatro Argentino.
Editorial Atuel. Buenos Aires." Llamamos teatro argentino actual toda la
actividad escénica y dramatúrgica nacional que se desarrolla
a partir de la postdictadura en diferentes lineas estético-ideológicas
Dentro de dicho concepto amplio, incluimos otro más restrictivo:
el de "nuevo teatro argentino': que corresponde a la franja especifica
de la producción de los teatristas que ingresaron al campa teatral
en los últimos quince años es decir aquellos que, comenzaron
a escribir dirigir, actuar, bailar, etc. desde mediados de los ochenta
hasta hay, en la etapa democrática que se abre después de
la dictadura de 1976-1983.”
(2) Santiago Kovadloff, “La paradoja del escritor”, en Marcelo Percia (com), Ensayo y subjetividad, Buenos Aires, Eudeba. (3) Dardo Scavino, “La folosofía actual.” Editorial Paidós Postales. 1999 |
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