m o n o g r á f i c o e s c e n a

Federico Luppi

Retrato musicado de un país adormecido

por Juan Barcala Maestre

"Con este tango nació el tango, y como un grito salió del sórdido barrial buscando el cielo; conjuro extraño de un amor hecho cadencia se abrió camino sin más ley que su esperanza, mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia llorando en la inocencia de un ritmo juguetón" 

Yo no soy porteño. Nací en el seno de una familia de campesinos, en un pueblo muy alejado de la ciudad. El tango es algo que está íntimamente ligado a Buenos Aires y por eso no guardo mucha relación con él. De todas formas, sí es verdad que el tango tiene esa expresión solitaria y dolida del país. En ese sentido entiendo que identifiques ciertas interpretaciones mías con las que hacen los cantores de tango. Porque no hace falta ser de Buenos Aires para sentir como está sintiendo el país entero y expresarlo a través de un lenguaje propio. Hay una frase que a mí me gusta mucho porque describe perfectamente un cierto modo de ser argentino. Dice así: "el hombre que está sólo y espera, ése es el porteño". Es una definición muy aguda que se puede extender a todo argentino. Es como una mezcla entre utopía y realidad, entre triunfalismo y depresión.

"Estás desorientao y no sabés qué trole hay que tomar para seguir, y en ese desencuentro con la fe querés cruzar el mar y no podés" .

Mi adolescencia estuvo marcada por un desorden continuo. Alzamientos militares, golpes de estado, cambios bruscos y fortuitos, represión,... Tanto es así que en toda mi vida sólo he podido votar en siete ocasiones. Es algo terrible. Fue un cúmulo de situaciones al límite que ayudaron al nacimiento de una sensación de angustia vital continua. Y en esas condiciones, la supervivencia te obliga al desarrollo de una agudeza que te hace ser más crítico y sutil con lo que te rodea. Cuando nos llegó la hora, teníamos una visión clara y profunda de la situación y sabíamos qué era lo que debíamos hacer. A principios de los ochenta, cuando empecé a hacer cine con Adolfo —Adolfo Aristarain— había una necesidad vital de sacar fuera todo lo que habíamos tenido reprimido durante los años de dictadura. Desde entonces todas nuestras colaboraciones han representado nuestras andaduras por Argentina. De hecho, también podría decir que esas películas representan la andadura de la propia Argentina.

"Y mañana cuando seas descolado mueble viejo y no tengas esperanzas en tu pobre corazón, si precisas una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo pa’ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión" .

"Tiempo de revancha" —Adolfo Aristarain (1981)— supuso el principio de nuestra relación profesional. Algunos críticos decían que el título de la película era un poco oportunista porque en aquél mismo año quedó instaurada la democracia en toda Argentina. Pero, realmente, es que se trataba de un tiempo de revancha. Recuerdo una escena que causó mucho impacto en la opinión pública, porque el personaje que yo interpretaba se veía en la obligación de cortarse la lengua para salvar su vida y la de sus compañeros. Se trataba de una especie de metáfora de la situación que se vivía en Argentina a principios de los años ochenta, de cómo se ensalzaban los ideales por encima de la propia vida. Este ambiente favoreció a crear una fuerte implicación entre todos los que participamos e hizo que Adolfo y yo nos entendiéramos a la perfección. Además, recuerdo que cuando yo empecé a hacer cine a finales de los setenta y principios de los ochenta, mi nombre estaba impreso en una de esas listas negras que salieron. Y eso le marca mucho a uno. Era la más típica y genuina forma de venganza: dejar sin trabajo a la gente que no comparte tus ideales, unos ideales que lo mismo eran llamados comunismo, como masonería, ateísmo, modernismo o anarquismo. Mucha gente muy competente se vio obligada a salir del país y, los que nos quedamos, tuvimos que ser muy listos y muy cautelosos para poder movernos. En este sentido, cuando Alfonso me llamó para que participara en la película fue como un "ahora os vais a enterar". Realmente sí fue un verdadero tiempo de revancha.

"Nostalgias de las cosas que han pasado arena que la vida se llevó pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura de un sueño que murió" 

El paso del tiempo ha hecho mucho daño en Argentina. A llevado a los argentinos a un inmovilismo terrible del que se hace muy difícil salir. El argentino de ahora no daría ni un tanto así por nada. Son demasiados años creyendo en unos ideales enmohecidos, ya viejos, que no se ponen en funcionamiento. Y eso convierte a cualquiera en un desaprensivo. Es como el personaje de Martín que interpreté en la última película de Adolfo —"Martín (Hache)" (1997)—, un hombre agresivo, egoísta, dolido, totalmente quemado, al que ni siquiera le importa su propio hijo y para el que es necesaria la muerte de un ser querido para que levante cabeza. Se trata de la puesta en cuestión —"Un lugar en el mundo", A. Aristarain (1992)— y el abandono total de los ideales. Osantos —papel que interpreta en "Divertimento", José García Hernández (2000), ese actor televisivo cegado por la ambición de fama y reconocimiento, que se ha olvidado de su totalmente de su país, también serviría como reflejo de la situación actual. Afortunadamente el joven argentino de hoy en día es menos crédulo y a la primera de cambio te hace un corte de mangas y se marcha a buscarse la vida fuera del país. Porque si ese joven se quedara hoy en día en Argentina, dentro de diez años acabaría siendo como Osantos o Martín: un pobre desgraciado.

"Pensás en aristocracia y derrochás tus abriles pobre mina que entre giles te sentís Mimí Pinson" 

Nosotros somos un país de raíces hispanas e italianas y compartimos los componentes de ambos. Es algo de lo que no podemos huir, aunque hace años hubo muchos que quisieron lo contrario. La burguesía porteña de entonces era muy poderosa tanto económica como culturalmente. Entre ellos se contaban los más importantes intelectuales de la época y, como todos los intelectuales del mundo, había una querencia por lo francés desmesurada. Todos querían afrancesarse porque ello les dignificaba. Fíjate que incluso se obligaban a hablar francés en la hora del té. Pero entretanto los problemas del país iban creciendo y este grupo, ocupado en su afrancesamiento e intelectualismo, se vio incapaz de resolver los problemas del país. De ahí que los militares se vieran en la obligación de tomar el poder por las armas. Y así ha devenido todo.
"Y crecí en ese mundo de ilusión, y escuché sólo a mi propio corazón, mas la vida no es juguete y el lirismo es un billete sin valor" 

En Argentina uno puede escuchar muchas soluciones. Todas muy bonitas y muy bien redactadas, y que no llegan nunca a ponerse en la práctica. Demasiadas recetas, me parece a mí, para tan pocas ganas. Yo siempre he dicho que Argentina solucionará sus problemas cuando los argentinos se pongan a solucionar los problemas. Sin movimiento no hay cambio. Y, hoy en día, muy pocos se mueven. Argentina tiene un problema muy grande y es que tiene los recursos suficientes como para salir del paso. Por muy mal que esté la situación, el argentino nunca pasará necesidad realmente. Y eso es muy peligroso porque le lleva al abandono y la pereza. Argentina se ha vuelto muy perezosa y está totalmente abandonada. No te digo más.

"Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Si quiere ver la vida color de rosa,
eche veinte centavos en la ranura".
 

• "El Choclo" (1946). Tango escrito por Enrique Santos Discépolo y compuesto por Ángel G. Villoldo.
• "Desencuentro". Tango escrito por Cátulo Castillo y compuesto por Aníbal Troilo.
• "Mano a mano" (1923). Tango escrito por Celedorio Flores y compuesto por Carlos Gardel.
• "Sur" (1948). Tango escrito por Homero Manci y compuesto por Aníbal Troilo.
• "Pompas". Tango escrito y compuesto por Roberto Goyeneche y E. Cadícamo.
• "Sueño de barrilete" (1960). Tango escrito y compuesto por Eladia Blázquez.
• "Eche veinte centavos en la ranura" (1926). Tango escrito por Raúl González Tuñón y compuesto por Cuarteto Cederón.
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