m o n o g r á f i c o |
No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas. |
Con este texto, nos brinda su muerte y nos regala la vida de su país. Este texto inédito es, sin duda, una particular visión de un particular visionario artístico que distorsiona la percepción cultural, disloca las escalas de relación con el espacio, brinda nuevos horizontes en el establecimiento de los patrones que definen la experiencia estética, un nuevo ángulo de visión, una personal y sincera aproximación..., una obra de arte.
Oh!. Tú que irradias en las soledades nocturnas,
dios del Disco lunar. ¡Mira!; también yo te acompaño,
entre los habitantes del Cielo que te rodean. Yo, difunto, penetro a mi
capricho, ora en la religión de los muertos, ora en la de los vivos
sobre la tierra, a todas partes donde mi deseo me conduce.
De: EL LIBRO DE LOS MUERTOS DE LOS ANTIGUOS EGIPCIOS
Hablar de la muerte es fácil. La gente se la pasa haciendo chistes de muertos para ocultar su pobre vida: Pero todo juego con la muerte es una afirmación del Amor. Yo he decidido morirme hoy. Me despido. Les digo odios. Un muerto que saluda siempre es mejor que un atleta, un presidente, o un actor que ha triunfado. Alcemos nuestros huesos en ¡alto! ¡Bella Bandera! En un tiempo los predicadores sectarios amenazaban con calaveras a los pobres fieles, para convencerlos de los horrores del más allá. Muchos prefirieron el vino, a los sermones y la peste. En otro tiempo, los fascistas llenaron de huesos y Pieles, los hornos crematorios. Creo que en algunas partes siguen llenándolos. En general, todos los asesinos tienen una idea punitiva de la muerte. Yo, en cambio, me estoy muriendo en vida. Soy gozosamente cadáver. Nuestras muertes son los ríos que van a dar a la mar, que es el vivir. Recuerden la sentencia fundamental: “En el mar la vida es más sabrosa”. Sin embargo hay un deleite mayor: el de la propia muerte. La íntima. la familiar, la que nos viene de lo más hondo de nuestra vida. Muerte cultivada lentamente en días de catarro y fiebre, con los bebedizos que traía nuestra madre y el saber que nos íbamos asi ... Poco a poco disueltos en las sábanas para siempre. Muerte de techo alto y vigas y sacristía. Muerte de procesión con viernes santo al atardecer. Uno quiso estar en el sepulcro. Ser como Dios, aunque muerto. ¿Saben por qué? Porque todo deseo por ser Dios muerto, implica desear resurrección. ¡Hoy!, sólo me muero voluntariosamente. Me obstino en morirme. Toda insistencia es una forma de muerte. La vida consiste en irse, dejarse llevar, no contradecir, porque como bien dice el corrido mexicano, no vale nada. La muerte, al contrario, es muy cara. Consulten en cualquier empresa funeraria y verán que no dan ganas de morirse. Hay que ser muy valiente, como yo, para darse por muerto. La inflación es tanta, lo ha dicho alguien, que nos llega hasta los huesos. Por ello, digo yo, la muerte es tan cara. Permitidme señores, que vuelva entonces a la idea de la propia muerte. No es mía, es de Rainer María Rilke, quién cumple en este mes cien años de vida. Desde aquí lo veo yo, con sus ángeles terribles y su recuerdo del Chambelán Christoph Detlev, cuya muerte “exigía ver amigos, mujeres y muertos y exigía morir ella misma: Exigía y gritaba”
El poeta después se atrevió a decir:
“La muerte es grande
somos los suyos
con labios sonrientes.
Y si nos suponemos
en medio de la vida
Ella se atreve a llorar entre nosotros”
Llanto y sonrisa se unan en lo macabro, ¿Qué podemos hacer?
Quienes decidimos morirnos a voluntad, cavaremos nuestra propia tumba.
Los poetas mortuorios que nos iluminan son altivos, como Rilke, pero también
son chéveres, como Julio Flores. ¿Por qué habremos
de negarle su pedacito de posteridad, a él, tan increíble,
que fue capaz de beber en el cráneo de su amada? No. Sería
injusto. Y yo que me muero a voluntad no puedo tampoco dejar de lado a
Andres Cisneros, que pisó, sin querer un hueso de su madre y después
se puso a cantar. Como ustedes ven, hay estilos de muerte. Parcelas de
tranquilidad y paz como en el Este, donde la propiedad adquiere en negocio
y posición, su prístino sentido .... horizontal. Es por eso
que yo decidí morirme de tal modo que no puedan enterrarme. Hay
muchos muertos que no caben en su tumba. En medio de mi muerte carnavalesca,
muy lejos de mi triste cadáver, de su noble silencio, quiero recordarlos.
Ahora asisto a mi propio funeral y me despido, con Quevedo: “Polvo seré,
más polvo enamorado.” ¡Un momento señores!. Cuando
alguien piensa morir, espera que le acaten su última voluntad. Es
lo menos que puede rogársele a los vivos.
Será como el comienzo del mundo. Nadie hay ahora para escucharnos. Solamente una música silenciosa. Les pido corresponder a ese silencio. Las luces de la tierra comienzan a perderse. Todo está sin color y sin sonido. ¡Murámonos todos, señores!, sólo así la vida podrá demostrar que es infinitamente mejor!. En Caracas a los tantos días de mi reencarnación. |
Y aquí a sala abierta, hago testamento. Mis bienes son pocos y quizás no puedan, por esencia, servir para la rebatiña general. ¿A quién pueda importarle una camisa negra bordada en el océano, por miles de puñales y tristezas piratas? Mi camisa del mar de los zargazos y de las aguas del caribe, tiene cuando anochece, el sabor de un velero desventurado y alguien que dice adiós en la inmensidad. Dejo, entonces, mi camisa bordada, a ese muchacho que levanta un papagayo en el cerro y quiere vestirse frente al cielo. Dejo mis pantalones al borracho que la otra noche se quedó dormido en un monte y tuvo que correr desnudo cuerpo abajo para huir de los disparos de la Radiopatrulla. Dejo mis zapatos agujereados a ese vendedor de baratijas que viene desde Petare a Sabana Grande, con su caja de llaveritos, lentes, corta-uñas, encendedores, botones, hilo, aguja, preservativos, estampas... Y sobre todo tristeza, llevada en mercadería de uno a otro confín. Otorgo mi bastón labrado en Toluca a los poetas que deseen apoyarse en el sueño. Exijo como condición, para que sea asumido este legado, que el heredero ejecute un salto mortal sobre la luna, mire a los pobres terrestres desde el mar de la eternidad y luego, regrese cargado de Tulipanes y de pequeños pájaros. Dispongo que mi sombrero alon sea entregado al loco de la autopista que acostumbra dormir cerca de la estatua de María Lionza. Todos lo turban, lo ignoran y lo llenan de gases de automóviles. Para ese loco deshilachado va mi sombrero y asi los duendes vendrán a defenderlo del sol. Finalmente aqui está mi capa negra. ¿Qué hago con ella? ¡Muertos queridos, vivos de siempre, iluminadme! Con ella nos vamos a cubrir todos. Será como el comienzo del mundo. Nadie hay ahora para escucharnos. Solamente una música silenciosa. Les pido corresponder a ese silencio. Las luces de la tierra comienzan a perderse. Todo está sin color y sin sonido. ¡Murámonos todos, señores!, sólo así la vida podrá demostrar que es infinitamente mejor!. En Caracas a los tantos días de mi reencarnación.
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