m o n o g r á f i c o
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por
Alina Tortosa
Este cambio tiene varias raíces. Por un lado, irónicamente, fueron algunas de las muestras que se hicieron en el llamado Primer Mundo desde una mirada euro centrista o norteamericano centrista, haciendo exposiciones para "promover" el arte latinoamericano, con criterios confusos y aleatorios desde la intención implícita, pero no explícita, de acorralarlo en un espacio folklórico-político en el que el talento y la creatividad quedaban acotadas a lo anecdótico. Esta voluntad de limitar al arte local dentro de un cerco teórico extranjero se vio reforzada por críticos e historiadores locales, cuya mirada estaba condicionada por la necesidad de ubicar la obra que veían dentro de cánones establecidos en los que las intenciones y los aportes de la América Latina no eran reconocidos como tales, sino como reflejo absoluto de un quehacer ajeno. Esta situación se sigue dando en algunos enclaves locales de supuesto prestigio, que no ven la obra de artistas locales sino desde la producción de los artistas reconocidos del Primer Mundo, o que viéndola no la valoran lo suficiente como para cuidarla, tanto desde una curaduría respetuosa o tomando los recaudos necesarios para su cuidado material. Por otro lado, el apoyo económico a la cultura en la España postfranquista y en México en los años ochenta articuló un cambio en el polo de atracción que habían ejercido Europa y los Estados Unidos sobre los artistas argentinos. El movimiento de peregrinación laboral hacia estos dos países reforzó la reflexión en la propia lengua y otra mirada. Y, si bien, como reacción se produce una acercamiento, a veces forzado, a las culturas amerindias, se empiezan a establecer parámetros más ligados al propio entorno. Y, eventualmente, se distinguen esos artistas que eligieron forzadamente una relación con culturas que también le eran ajenas, de los que elaboraron proyectos con datos que tenían que ver con su lugar mismo de residencia y con el entramado cultural en el que se habían formado. Otro dato central a la apreciación de la obra de los artistas argentinos por artistas argentinos fue el silencio forzado y la falta de registro del hacer de los artistas durante el proceso militar (1976 - 1983). Los jóvenes que se formaron en las escuelas y en los talleres de arte durante ese período no tuvieron acceso suficiente ni a datos formales, ni a la historia contada y discutida por las generaciones anteriores, lo que les enseñó a valorar esa información que les había faltado por encima de cualquier rebelión generacional. La guerra de las Malvinas también fue un hito importante en la comprensión del lugar que ocupábamos en el mundo. Si algunos porteños se sentían europeos antes del conflicto bélico del Atlántico Sur, los acontecimientos demostraron que para el resto del mundo somos argentinos y latinoamericanos. En los noventa el problema de la identidad dejó de ser una causa en cuestión, como lo era antes en el Buenos Aires híbrido de extracción europea. Y si bien lo argentino ha sido un tema de uso y abuso desde el planteo estético de algunos artistas, hoy la obra de los artistas más interesantes se relaciona con cuestiones básicas de la vida cotidiana local actual y con historias de nuestro pasado que han influenciado nuestro presente político y nuestro perfil psicológico. |
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