m o n o g r á f i c o c o m u n i c a c i ó n

Carlos Adolfo Valverde Quiceno 
Diego Muñoz Velasco
PERIODISTAS PARA LA GUERRA



Los periodistas en Colombia trabajan con las mínimas condiciones de seguridad, pero sus trabajos, su esfuerzo, voluntad y dedicación, se destacan a nivel internacional. 
En 1999, el Instituto Internacional de la Prensa (IPI) declaró en Viena, donde se reunía, que Colombia era el país más peligroso de América Latina para periodistas, y uno de los más peligrosos en el mundo, ya que con excepción de Yugoslavia y debido a la guerra, era por sexto año consecutivo, el país donde más periodistas habían muerto. Siete periodistas fueron asesinados en Colombia , 16  fueron secuestrados y casi un centenar recibió amenazas de muerte o presiones de diferente tipo. 

La prensa colombiana ha venido afrontando una ola de terror desde hace casi veinte años, primero por parte de organismos del Estado que persiguieron  y amenazaron a los periodistas encargados de cubrir las informaciones de orden público, en especial, las que se referían a la guerrilla. Más tarde, con la persecución emprendida por Pablo Escobar,  jefe del Cartel de la droga de Medellín, contra medios, periodistas o sus familias, y ahora, por parte de los diversos actores de un conflicto que lleva más de medio siglo: la guerrilla, los paramilitares, los organismos del Estado, la delincuencia común o por simples ciudadanos, que en un clima de zozobra, aprovechan la ocasión. 
"Antes sabíamos de donde venían las balas- dijo Francisco Santos durante el 53 Congreso Mundial de Periódicos en Río de Janeiro-, ahora los periodistas no saben quién dispara, ni de dónde, ni cuando van a ser asesinados".
 

Desde esta cárcel podría verse el mar,
seguirse el giro de las gaviotas

Santos, editor del diario El Tiempo de Bogotá, secuestrado once años atrás por Pablo Escobar, optó por refugiarse en España, a donde llegaron en los últimos dos años veintiún periodistas colombianos.

El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), destacó la forma como los comunicadores trabajan en Colombia. "En dos años –dice CPJ- cuando se registró al mismo tiempo una escalada del conflicto interno y un intento por encontrar una salida al problema de la violencia, los periodistas se hallaron cada vez más en la mira de los diversos actores de esa violencia". Es difícil ejercer la profesión en un país donde las guerrillas obtuvieron, según el ejército colombiano, unos 3000 millones de dólares en cinco años, producto de los secuestros, la extorsión, el narcotráfico; donde los narcotraficantes repatriaron entre 1982 y 1998 un total de 23.000 millones de dólares provenientes de la exportación de droga, suma que representa una media anual del 3 por ciento del Producto Interno Bruto; donde se suceden hasta 126 matanzas en año, la mayor parte de ellas por los paramilitares, donde se produce el mayor índice de secuestros y homicidios y donde en los últimos años, la pobreza se triplicó en forma alarmante,  y el desempleo está cerca del 20 por ciento.

La pregunta es si en este ambiente tan difícil, se puede ejercer con absoluta libertad el derecho a informar. La respuesta es no, pero los periodistas colombianos se la juegan cada día, buscan la manera para escapar a tantas presiones, para escribir sobre lo que sucede y para sobrevivir luego de las publicaciones. 

"La forma de trabajar- dice Carlos Adolfo Valverde Quiceno, cámara de televisión y exiliado en España- es como de corresponsales de guerra, como si todos los días te levantaras para ir a combatir, a la batalla diaria. Todo puede suceder en un día, desde una masacre, una exposición de pintura, la toma de un pueblo, secuestros, accidentes, desastres de la naturaleza y siempre una noticia será mayor que la otra. Uno sale de casa y la incertidumbre no es sólo por lo que va a suceder, la incertidumbre es para la familia que se pregunta si va a volver". 

El diciembre de 2000, aún no se sabe quién, si la guerrilla o los paramilitares, atacaron una comitiva que regresaba de la zona de distensión en el departamento de Caquetá, dando muerte a un parlamentario, su madre, los guardaespaldas y al periodista que los acompañaba. 
"Había dicho –dijo un familiar del comunicador- que no se preocuparan que iba a volver. Pero no volvió". 
Las cosas han cambiado mucho, sobre todo en la manera de cubrir las informaciones. Hasta el último proceso de paz con el grupo guerrillero Jaime Bateman Cayón , hace cinco años, los periodistas pudieron acceder a las fuentes directas en las zonas de negociaciones de las montañas de Colombia, sin embargo, con el auge emprendido por los paramilitares la situación se complicó, porque las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia comenzaron a declarar como objetivos de guerra, a los periodistas que cubrían las conferencias de las guerrillas. 

"Si acudíamos -explica Valverde Quiceno- lo más seguro es que luego comenzábamos a recibir amenazas de los paras, llamadas a los móviles, a las casas, a las casas de los padres. Yo tuve que cambiar de móvil dos o tres veces y sacar a mi familia de la ciudad, que se fueran a otra región porque ya no soportaban las amenazas". 
 

La guerrilla comenzó a utilizar entonces el método del secuestro de periodistas, para hacer conocer sus puntos de vista. Secuestros que podían concluir en una tragedia, un método que había iniciado la mafia, en especial el grupo de Pablo Escobar y que luego cambió para presionar al gobierno, como fue el caso de Francisco Santos y el de Diana Turbay, directora de un noticiero muerta en el rescate por parte de las tropas de élite de la Policía. 

Pero los periodistas se arriesgan. En 1986 durante la toma de Miranda, en el departamento del Cauca, dos periodistas fueron heridos en el cruce de disparos entre el ejército y la extinta guerrilla del M-19, el Quintín Lame y el Ricardo Franco, tres grupos que se unieron para tomar la población. La mayor parte de los coches de prensa quedaron en medio del fuego de los tanques y los guerrilleros. 
"Iba camino del coche –cuenta Diego Muñoz, exiliado en España- cuando entraron los tanques del ejército. Quedé en medio del fuego, así que me tendí en el piso detrás de un banco del parque. Entonces sentí que me halaban los pies. Miré y era una mujer a la que el disparo del tanque la había partido casi por la mitad. Pero estaba viva y me pedía agua. Traté de arrastrarla de los brazos hacia la banca de cemento, pero su cuerpo se separó y no se movía. Entonces vi el carro de la cadena de radio Todelar y corrí hasta él, donde Fernando Mosquera, el periodista me dejó entrar. Fue allí donde nos hirieron ambos". ,

Esa noche murieron once personas, diez de ellas curiosos que habían salido a las calles para ver a los guerrilleros y un guerrillero, pero las imágenes de los combates salieron en los noticieros del mundo. Aún con el temor, con el miedo, con el peligro, los camarógrafos se sostuvieron con sus cámaras al hombro para dejar constancia de lo que había sucedido. 

"Así se trabaja en Colombia, -agrega Carlos Adolfo Valverde-, arriesgando el todo por el todo, buscando la manera de hacer su trabajo y poder contarlo luego. Hay una frase de un periodista americano que dice, que a pesar de todo, a pesar de las lágrimas y el miedo, hay que templarse porque nuestra misión es registrarlo todo para la historia. Así que seguimos este dictado, todos los días, porque todos los días hay en Colombia una tragedia que registrar, la muerte de una persona, de sólo una persona es una tragedia. La violencia no nos ha insensibilizado, por el contrario, cada muerte nos duele, cada tragedia y llegamos a casa a reciclar todos los sentimientos para estar casi nuevo al día siguiente y volver a comenzar". 

La situación colombiana ha llegado a tan deterioro que se le ha pedido a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que instale una oficina permanente para que vigile la libertad de prensa y de expresión de los periodistas. 
La SIP contestó que Colombia "reviste particular importancia por ser el país del hemisferio occidental en el que la mayor cantidad de periodistas han sido asesinados en la última década y donde existen limitadas garantías de seguridad física para el ejercicio del periodismo, tanto que entre 1999 y 2000, trescientos periodistas fueron amenazados". 

Por último Carlos Lleras de la Fuente, director de El Espectador, cuyo propietario y director director Guillermo Cano fue muerto por orden del cartel de Pablo Escobar en 1986, dijo que los muchos periodistas colombianos se han convertido en prisioneros, pues no pueden salir de sus casas sino es para el trabajo. 

"Les enviamos a los que trabajan en nuestra sección judicial un vehículo blindado- explica Lleras de la Fuente- para que los recoja por la mañana y vengan a trabajar y por la noche los volvemos a llevar en el mismo vehículo. No pueden salir, se han convertido
en prisioneros. Seis de nuestros columnistas tuvieron que abandonar el país y radicarse en el exterior". 
Así las cosas, la SIP hizo en su última reunión un homenaje a todos los periodistas colombianos que, a pesar de todo, logran que sus noticias salgan en los medios y pueden sobrevivir cuando se tratan de denuncias.

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