a r t e s p l
á s t i c a s
![]() Un legado cargado de mensaje por Paula Lajara
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A lo largo de la historia, cuando una persona ha contribuido a favorecer desinteresadamente el mundo de las artes, se le ha venido denominando “mecenas”. Este nombre proviene de Cayo Cilnio Mecenas, amigo del emperador Augusto cuando éste estudiaba en Grecia. Empleó su valimiento y sus inmensas riquezas en favorecer las letras y las artes, protegiendo, entre otros, a Virgilio, Horacio y Propercio. A Martínez Guerricabeitia no le gusta que le consideren un mecenas, ya que opina que comprar pintura no puede equipararse a un mecenazgo, porque desde el momento en que lo haces estás adquiriendo una obra que luego se revalorizará, por lo que realmente realizas una buena inversión. Jesús Martínez siempre fue un gran amante de la Universidad y de lo que ella implicaba pero, como él mismo nos cuenta, debido a su origen humilde, tuvo que empezar desde muy joven a trabajar y no pudo acceder a ella, por lo que sus inquietudes artísticas y culturales quedaron, en parte, frustradas. Esto le marcó, y su amor y deseo de formar parte de la Universidad, de crear un vínculo con ella fue brotando en él. En 1.951 emigró con su esposa y su hijo a Colombia y en el 68 se trasladó a las islas Vírgenes. Allí debido a su esfuerzo y a su gran tesón logró amasar una gran fortuna. Regresó a Valencia en 1.970, como hombre de negocios de gran experiencia, con la inquietud aún presente, de formar parte de la Universidad. De esta forma surgió la idea de crear una Bienal de Pintura en la que Martínez Guerricabeitia ofreciese a la Universidad de Valencia un importante aporte económico para la paulatina adquisición de obra pictórica contemporánea. En junio de 1.989 cuajó este proyecto, formándose así, el Patronato Martínez Guerricabeitia, dependiente de la Fundación General de la Universidad de Valencia – Estudio General. Pero además de esto, Jesús Martínez completa su
figura de mecenas haciendo donación de su colección particular
a dicha Universidad, con lo que la hace poseedora de la más importante
colección de arte del siglo XX que dependa de ninguna otra entidad
similar.
Martínez Guerricabeitia pertenece a la generación marcada por la guerra y la dura postguerra, en la que, él mismo, tuvo que sufrir la cárcel. Quizás por esto, a la hora de comprar cuadros se fija únicamente en aquellos en los que predomina el tema humano, los desgarros de la pobreza y la crudeza de la miseria. Un espíritu fundacional, que como el mismo nos explica, contrasta radicalmente con monumentales legados artísticos, cuya existencia es consecuencia directa de injusticias que ensombrecen su trascendencia cultural. Su colección está orientada por un gusto estético individual, con un contenido ideológico de clara vocación social y con un posicionamiento contra el apoliticismo del arte, que aborda la crítica, la disidencia y el compromiso por encima de sus diferencias formales o incluso cronológicas, ya que cuenta con piezas de los años setenta, ochenta y noventa, pero también alguna de los cincuenta y sesenta. Los autores escogidos para su colección son aquellos que mejor reflejan la globalización de la miseria y del dolor humano. Son autores rebeldes, casi todos ellos marcados por guerras o desgracias. Artistas que intentan luchar con las únicas armas que conocen, su paleta y sus lienzos, contra las injusticias del mundo. Sus obras están repletas de simbolismos, bien por los tonos empleados en su mayoría sombríos y melancólicos, bien por los personajes que nos muestran cargados de ironía, crudeza e hipocresía. En su colección el colorido de los lienzos de Martín Caballero, cargada de motivos alegóricos, choca con la pintura de Castejón y Genovés, en los que el desnudo del dolor humano es patente por los desgarros de sus obras. También con obra de Equipo Crónica, en la que, a través de montajes nos hacen ver las desigualdades sociales, siempre patentes en nuestro mundo. Al conocer cuáles son los temas recogidos en la colección de Martínez Guerricabeitia, podría pensarse que eran propios de la época de la guerra y la postguerra pero que en la actualidad ya han perdido su significado, quedando éste obsoleto. Pero desgraciadamente, esto no es así. Un recorrido por su obra es una ventana abierta al mundo, como un telediario, en el que a veces, la crueldad de las imágenes, la crueldad de la vida, nos hace apartar la mirada del televisor. Jesús Martínez, con su obra, pretende hacernos partícipes de esa otra realidad que, por comodidad tal vez, o por la propia inconsciencia que nos crea una vida fácil, no sabemos o no queremos descubrir, y al mostrárnosla él, quizá despertemos y sepamos contribuir a mejorarla. |
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