a r t e s     p l á s t i c a s
Manuel Ventimilla
LA MIRADA DEL CICLOPE
SOBRE LOS DISCURSOS DEL ARTE

Desde hace años se ha argumentado, desde las más variopintas posiciones, la desintegración del arte, la desaparición del artista, el fin de la cultura y un largo etcétera de defunciones conceptuales. Me hubiera gustado encaramarme a un solitario risco y desde allí especular si mi trabajo como creador ha tenido o tiene algún sentido para el mercado y, por supuesto, para mi. Pero no es el caso.
Existen completísimas y bellísimas bibliografías sobre como se articulan los discursos contemporáneos alrededor de las obras de arte. No entraré en ese parnaso pues mi intención no es hacer un compilatorio de las últimas teorías del arte para justificar, desde un andamiaje, una manera de entender y de hacer.

Interpreto la actividad creadora como un crisol de experiencias personales en donde unas veces se exacerba el yo o se desintegra, estructurada de tal forma que pueda ser recompuesta en el imaginario del espectador, que es donde definitivamente adquiere sentido la obra, pues es este quien la manipula y la interpreta en función de su propia experiencia.

Claro que, la modernidad, tan traída y llevada, supuso un mazazo al discurso lineal, organizado, por cuanto suponía una superación de las reglas de juego, al rechazar la tradición, la negación de lo estable, la pasión por lo novedoso o el puro placer, el yo. Claro que suponemos una ruptura del arte y por lo que entendemos por mensaje, por aquel mensaje. Pero es que andamos en estas contingencias desde los Ilustrados, sino antes, ¿o es que el Ulises homérico, como un primer hombre moderno, no intenta escapar a su aciago destino? Desde entonces, el auténtico motor del arte ha sido el esfuerzo por el cambio, derribar istmos y volver a levantar otros. Puede que la culminación de este nuevo “topoi” socializado del ser humano se dé en la cultura de masas como proponen algunos teóricos, en la exaltación del yo del individuo a través de la capacidad de consumo. 

Para otros, la posmodernidad supone la convivencia pacífica de todos los ismos, ya no se cuestiona una cohabitación. Quizá sea este equilibrio inestable el rasgo más singular que caracterice lo que llamamos “finisecular”, inestable porque si por un lado, es cada vez más normal la circulación de información y la estandarización de modos, por otro, es cada vez mayor la necesidad de legitimar o diferenciar los discursos artísticos, puede ser por la presión del complejo mercado del arte. El resultado es cierta paradójica “balcanización”, como por ejemplo las nunca del todo resucitadas escuelas localistas y los neos, trans o des, surgidos y fosilizados hasta la fecha.

La variedad de mensajes compiten no tanto entre ellos, lo que sería un arcaísmo, como por ser contenido del medio, lo que no se circuita no existe. Pero hasta la propia negación de mensaje ha de obedecer a un cierto tipo de construcción, y en arte hasta la ambigüedad ha de ser enfatizada. Es la lógica de los media.

Me parece fascinante la tensión que experimentan algunos discursos artísticos frente a la nuevas bestias, el cine y la tecnología. Y aquí sí que se evidencia lo difícil de esta convivencia o simultaneidad. Tensión, pero sin radicalidad. 

Si bien es cierto que se dan fértiles contaminaciones entre las artes, la industria del cine, sector claramente estructurado a diferencia del de las artes plásticas, hace del sentido del espectáculo una gigantesca y espuria hipérbole. Debido a que el campo que habitan las artes es el mismo, el de la cultura, estas transferencias se acentúan intensificándose en los discursos, pero cada vez más espoleados por el sentido de lo espectacular, de lo inédito. De la violencia al gore, de la destrucción al holocausto, de lo raro a lo monstruoso. Y es complicado sustraerse.

Tengo la sensación de que por primera vez, lo acelerado de estos fenómenos deja en outside el análisis convencional y es difícil hacer una prospectiva que no sea a un plazo inmediato. Perplejidad.

La tecnología, como conjunto de instrumentos y procedimientos industriales, parece que está configurando su propio discurso, la tecnología es el propio espectáculo. Es verdaderamente fascinante ver como desliza cuando no suplanta la realidad, como un puro artificio. Hasta su próximo Hiroshima.

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