c o m u n i c a c i ó nCASI SE CUIDA MAS LA IMAGEN QUE EL LENGUAJE El lenguaje y discurso político han perdido contenido ideológico y ya no tienen raíces en la historia del pensamiento, todo se queda en una politicología de tarde electoral y en unos comentarios muchas veces sin método. El lenguaje empleado en los discursos políticos ha cambiado radicalmente en las últimas décadas, gracias a la aparición en el universo político de la radio y la televisión como medios de mivilización. El ciudadano después de votar a un candidato o a una lista de candidatos continúa asistiendo al espectáculo e interviniendo de alguna forma directamente en el mismo. Los salones de sesiones o hemiciclos ya no son los únicos lugares para debatir y utilizar el lenguaje del discurso político. En el mundo de los medios de comunicación los votantes se forman su propia opinión de los gestores públicos. Así es la actual democracia. Cuando un político habla desde la tribuna de oradores o desde su escaño, no se dirigen exclusivamente a quienes están allí en la sala. Si la radio y la televisión retransmiten la sesión, el discurso político tiene como destinatarios preferentemente a los radioyentes y a los telespectadores. Así, el político, con su lenguaje, busca la adhesión con sus palabras de los que se encuentran a centenares de Kilómetros. Quince minutos de éxito en un programa de televisión valen a un político infinitamente más que un cuarto de hora de intervención seria y documentada en un foro parlamentario o municipal. Hay actores políticos que no saben emplear el lenguaje y el discurso político en el debate con otros adversarios políticos y, en cambio, triunfan en las pantallas de televisión. Aunque también hay casos de buenos oradores que resultan incapaces de movilizar a su favor a los grandes públicos. La fase siguiente, quizás, sea el discurso político por
ordenador, en la que la relación entre el político y el votante
tendrá otra intensidad, otra frecuencia y otra extensión
en virtud de la utilización d ela informática o internet.
Y es que el lenguaje y el discurso político tiene mucho de espectáculo
por lo que los actores han adquirido conciencia de ello y su discurso se
dirige muchas veces a los seguidores invisibles, a esos millones de telespectadores
o radioyentes junto a los medios audiovisuales.
La democracia del futuro se constituirá sobre el lenguaje que relaciona a los políticos y a los votantes a través de los medios de comunicación. El éxito, por ejemplo, de una rueda de prensa o de una entrevista en un estudio de televisión, influye más en la marcha política que en una excelente intervención en una asamblea sólo de políticos. Casi se cuida más la imagen que el lenguaje, pues de lo contrario con un mal gesto o una mueca desafortunada se puede quedar arrinconado. El derecho a la libertad de expresión ha de entenderse de otra manera, junto al lenguaje del que dice algo hay que tener en cuenta al que diariamente recibe mucho. El lenguaje y discurso político han perdido contenido ideológico y ya no tienen raíces en la historia del pensamiento, todo se queda en una politicología de tarde electoral y en unos comentarios muchas veces sin método. Los discursos políticos hace tiempo que han dejado de ser una pieza literaria, ninguno de los grandes líderes de los últimas décadas ha dejado testimonio para la posteridad. Seguramente son varias las causas de este fenómeno: la decadencia del valor de los discursos mismos y el carácter propagandístico con el que en la mayoría de las ocasiones se recurre a tomar la palabra públicamente. Entre todos debemos hacer que ésto cambie para que la persuasión
esté al servicio de una argumentación bien trabajada. Los
discursos políticos y en general el lenguaje de los políticos
deben ser de una elaboración coherente, concienzuda y original.
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