m o n o g r á f i c o
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Un personaje regresa del pasado para hacer un recorrido por los mitos que descubrieran, remodelaran o inventaran sus contemporáneos -él mismo-, y, como fantasma que es: estar a caballo entre esta vida y el más allá, hará este recorrido por la escenografía de la muerte. Cementerios de unas ciudades que en otro tiempo fascinaron a sus congéneres -a él mismo-. Descubrirá que esos mitos aún habitan en la realidad y en la memoria. Quizá crea reconocer en la piedra personajes que conoció en la vida. Verá sus nombres escritos sobre lápidas, pero sospechosamente, las flores que adornen las tumbas serán frescas. Quizá descubra que la memoria se genera y persiste en la disociación del tiempo y del espacio. Los límites de la vida y de la muerte o de la definición de la una y de la otra serán su duda. Desaparecidos los antiguos rituales del luto ya no verá cuadros vueltos hacia la pared en señal de duelo, ni plantas dejándose secar como un sacrificio de la alegría, como una oración, como un ejercicio de respeto por los que se han ido. Desaparecidos dichos rituales, la vida con su ternura, su pobreza y su soberbia, definirá a la muerte construyendo imágenes finales que, lejos de conmover a los futuros visitantes de lápidas, nichos o panteones, provocarán el comentario jocoso, la mirada curiosa, la reflexión irónica, pues como todos sabemos, los cementerios son lugares destinados más a los que se quedan que a los que se van, y en todo caso, si esta afirmación resultara ser falsa, no podríamos negar que cuentan tanto o más de los que se han quedado que del que se ha ido. El fantasma invitado para la ocasión que no es otro que "L'Esprit de l'escalier" que Marcel Mariën inventó para corporizar en un chiste el dicho francés, simboliza aquí al viajero romántico, procedente de una Europa culta y aburrida que, penetrando, o regresando, a una región situada en las puertas geográficas de lo exótico -participando de ello de forma peculiar- encuentra vivas imágenes y mitos en otro tiempo vistos y hoy revisitados. Como turista escéptico -su verdad es otra-, fotografiará -pues no desea manipular nada- con distanciamiento y "espíritu de escalera", esos pequeños detalles donde la vida define a la muerte, donde los comentarios al margen redefinen el comentario oficial. No verá la muerte como una gran palabra, como una gran idea, pues él, que habita en las tinieblas, buscará las tumbas soleadas, las sombras de los cipreses sobre el muro del cuarto de las escobas en un cementerio de Córdoba, cuyo respiradero es una cruz de ladrillo encalado. Toreros de mármol blanco y ángeles de bronce tocando la guitarra flamenca. En Granada leerá un epitafio en francés, esa lengua en la que fueron narrados por vez primera muchos de los hechos y personajes de los mitos hoy reencontrados. Militares de bigotitos levantiscos para los que la patria siempre estará allá donde su interés estime conveniente, y para los que Dios siempre será español por encima de todas las cosas. Y en Sevilla encontrará al artista bajo una pesada losa en cuya superficie verá esculpidos los emblemas de su oficio, el más antiguo del mundo. L’esprit de l’escalier a Seville A través del hilo conductor de la obra de Marcel Mariën "L'Esprit de l'escalier" (un supuesto fantasma que habita en unos zapatos) me planteé hacer un recorrido por la escenografía kitsch de la muerte, concretamente de tumbas sevillanas, deteniéndome, no en una visión universal de la misma, sino en esos aspectos parciales donde la muerte no destruye sino donde la vida da una visión del suceso, configurando así una visión folclórica de la eternidad. El símbolo del espíritu de la escalera (utilizado aquí como guiño distanciador) representa el mito del viajero romántico (hoy simple turista) que penetrando (o quizás en este caso debemos decir regresando) en una cultura distinta a la suya encuentra el exotismo buscado. Así, toreros, guitarristas, gitanas, flamencos, curas y militares permanecen plasmados para la posteridad por las manos de unos artistas seudo populares, cultivados en la idea que sobre nosotros continúan teniendo los actuales fantasmas de los viajeros románticos. |
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