m o n o g r á f i c o h u m a n i d a d e s 

Ana Valero
valeroa@teleline.es

CONTADORES Y CUENTISTAS


 
A quien en ocasiones y sólo a ratos pero qué ratos
olvida ser adversativo, escucha fábulas breves y horizontales
e inventa analectas que se ven. 

"Si tuviera que elegir hoy, y las condiciones fueran las de entonces, 
qué duda cabe: sería editor".
Mario Muchnik, Banco de pruebas.

narrativa. (Del lat. Narrativa, t. f. de –vus, narrativo).
f. p. us. narración, acción y efecto de narrar.
2. Género literario constituido por la novela, la novela corta y el cuento.
3. p. us. Habilidad o destreza en narrar o contar las cosas. Tiene gran NARRATIVA.
D. R. A. E.

Las discusiones teóricas sobre el género se reducen, en la práctica de la compra y venta de libros, a la lectura rápida del índice donde se suceden o bien  partes de una extensa novela, o bien títulos de narraciones independientes o relacionadas según distintas fórmulas. Los libros de relatos de escritores "éditos" como novelistas suelen ser colecciones de cuentos que publicaron en distintos medios, sin más unidad que la que confiere su autoría, que ya es mucha unidad. Otros libros de relatos, normalmente de cuentistas inéditos,  pretenden la unidad a través de un canon de temas, situaciones, voces y personajes elegidos y combinados hábilmente, o a través de epílogos que cruzan un personaje con la situación de otro cuento, que concluyen la intriga tramada o que aportan datos de la supuesta veracidad de lo narrado. 

Se editan libros que contienen novelas, difícilmente novelas cortas y, estratégicamente, relatos: no se advierte en la portada que se venden cuentos, salvo si el autor es novelista consagrado y se (le) permite publicar como cuentista. Ejercerá entonces su licencia y escribirá relatos o tomará(n) la licencia de seleccionar los que escribió y no publicó o publicó en medios periódicos (cuentos de agosto, cuentos conmemorativos, cuentos de Navidad) antes de que aquel libro que contenía su novela le designara escritor-de-todo. 

Abusar de una licencia, infringirla y ser licencioso, libre, atrevido, disoluto no sólo como “escribidor” sino también como lector. De cuentos. ¿Quién es licencioso escribiendo? ¿Quién infringe los modos de ser lector?
 

Al principio era amor.
los cuerpos estaban desiertos,
y cada cuerpo buscó un alma
que lo tuviera prisionero

El cuento es un género arduo, complejo y difícil, que no ampara tentativas: "se acierta o desacierta sin remisión"1 y después de las históricas obsesiones experimentalistas2, cuyo uso amanerado y vacuo no incidió demasiado, se propagó un desánimo entre los escritores que regresaron a convenciones narrativas tradicionales sin arriesgarse al juego y abuso de la licencia que cabe, más, en la narrativa breve, sea novela corta, relato breve o hiperbreve. 

Los manuscritos enviados a las editoriales "defienden" esa narratividad tradicional y en los casos escasos en que los autores juegan con los límites de lo "ya leído" (expresión que se repite en numerosos informes de lectura) suelen adolecer de habilidad. Aunque no hay que olvidar, como advierte Constantino Bértolo en El ojo crítico3, a quienes escribieron obras y a quienes las criticaron atreviéndose a juzgar y a fallar sin compromisos circunstanciales ni cesiones de independencia: en 1609 Lope de Vega sentenció "De poetas, no digo: buen siglo es éste. Muchos en ciernes para el año que viene pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote"; fue valiente un crítico de Le Figaro que, en 1857, escribió "Monsieur Flaubert no es escritor" y erró quien afirmó en Manchester Guardian en 1902 sobre Juventud y El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad que "Sería inútil pretender que pudieran alcanzar alta difusión". 

Y es así cómo la habilidad de manejar narradores, espacios, tiempos y personajes termina definiendo la narrativa, al menos la narrativa ya conocida, ya leída y practicada por unos y otros (funcionarios, enamorados, periodistas, jubilados, doctores, políticos y becarios) con distintos resultados: unos escriben e imprimen sus cuentos a los más cercanos; si cuentan con la abertura de algún medio (una revista colegial o colegiada) publican media docena de cuentos y continúan tecleando; muchos envían cuentos a premios municipales, autonómicos o estatales y esperan la respuesta durante meses; otros muchos se animan a ser rechazados por sucesivas editoriales; otros menos sonríen al escuchar a un editor que le cuenta (le cuenta) que quizás su hábil manuscrito sea finalmente publicado y que quizás inicien y terminen el proceso artesano de hacer un libro (contrato, otra lectura y revisión, maquetación, correcciones, diseño, imprenta, quizás promoción, publicidad y ventas).

Entre los lomos titulados Cómo escribir un cuento Escribe tus relatos y otros, resulta difícil encontrar en las estanterías de las librerías estudios sobre teoría, historia o crítica literarias sobre el relato y más todavía sobre los libros de relatos. 
Dado que quienes quieren escribir son muchos y demandan, hay libros sobre la estructura, los personajes, las voces y los diálogos pertinentes y eficaces según la tradición. Así hay quien escribe o intenta escribir a la manera de Borges o Cortázar, de Carver o Capote, de Marías o Chirbes, de Mendoza o de Pombo, de Lispector, Lobo Antunes, Gopegui, Rivas, Millás, Mastretta, Vázquez Montalbán, Vidal-Folch, García Morales, Piglia. 

Dado que sólo desde finales de los 90 se advierte un aumento del número de lectores que buscan o, al menos, no evitan leer colecciones de relatos, todavía faltan análisis sobre este fenómeno de la literatura rápida, de los libros creados ya como tales libros de cuentos. Se ha celebrado algún seminario sobre el cuento en los 90, pero en las facultades de Filología apenas se estudian los relatos ni los libros de relatos de "literatura española" –sí los de escritores latinoamericanos- ni todavía parecen animarse tesis sobre contadores y cuentistas, sobre las estrategias de unidad de sus colecciones de relatos ni sobre la nueva lectura, tal vez más caprichosa y licenciosa, que estos libros parecen -ojalá- permitir. 

La rapidez es la segunda propuesta de Italo Calvino para la narrativa de este milenio4, entendiendo que "rapidez de estilo y de pensamiento quiere decir sobre todo agilidad, movilidad, desenvoltura; cualidades todas que se avienen con una escritura dispuesta a las divagaciones, a saltar de un argumento a otro, a perder el hilo cien veces y a encontrarlo al cabo de cien vericuetos".  Y "La longitud y la brevedad del texto son, desde luego, criterios externos, pero yo hablo de una densidad particular que, aunque pueda alcanzarse también en narraciones largas, encuentra su medida en la página única". Aunque no la tan ansiada y difícil página única, se escribe y se lee narrativa breve: el cuentista juega no sólo con la independencia o con la relación entre cuentos sino también con la intensidad o la banalidad de cada uno, de modo que el lector elige y rechaza unos cuentos u otros según sus intereses o deseos momentáneos, disfrutando de esa libertad que era licencia poética. 
 

Las licencias del cuentista y del lector de cuentos se combinan: el resultado, en los mejores libros5, es un inicio de ruptura de la linealidad y de la guía narrativa, aunque todavía cabe esperar más abusos, infracciones y disoluciones en cuentos y libros de cuentos no leídos y quizás sí escritos.

Las licencias del cuentista y del lector de cuentos se combinan: el resultado, en los mejores libros5, es un inicio de ruptura de la linealidad y de la guía narrativa, aunque todavía cabe esperar más abusos, infracciones y disoluciones en cuentos y libros de cuentos no leídos y quizás sí escritos. 
 

1 Luis Mateo Díez, "Contar algo del cuento", en El porvenir de la ficción, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1999. 
2 Luis Mateo Díez, "Narrativa española: algunas orientaciones", en El porvenir de la ficción, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1999. 
3 Edición de Constantino Bértolo, El ojo crítico, Ediciones B, Barcelona, 1990.
4 Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio, Ediciones Siruela, Madrid, 1998.
5 Entre los mejores libros de cuentos destacan:
José María Conget, Hasta el fin de los cuentos, Pre-Textos, Valencia, 1998.
Hipólito G. Navarro, Los tigres albinos, Pre-Textos, Valencia, 2000.
Manuel Moyano, El amigo de Kafka, Pre-Textos, Valencia, 2001 (en preparación).
 
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