m o n o g r á f i c o |
Nada aquí abajo es cierto
y siempre, por mucho que se intente disimular, el egoismo humano se traiciona |
Una historia y un circo,Cirque du Soleil, que se funda oficialmente en Quebec en 1984. Su primer trabajo se presenta en Gaspé, Quebec, y después en diez ciudades más de la provincia. En 1985, el primer Grand Chapiteau azul y amarillo tiene capacidad para 800 espectadores. Desde entonces, más de 20 millones de personas han disfrutado con alguna de las producciones del Cirque du Soleil. Es un circo con su domicilio social en Montreal, donde se crean y se llevan a cabo la producción y gestión de todos sus números. Además, tiene otras cuatro filiales en América, Asia, Europa y Las Vegas. Ha ganado múltiples premios y galardones. En quince años, el Emmy Award, el Bambi Award, el Drama Desk Award, el Ace Award, los Gemini Awards, el D'Or de Montreaux y un Felix Award.
En el año 2000, el Cirque du Soleil llega a España con Quidam, su novena producción. Vienen con el circo más de cincuenta artistas de Canadá, Inglaterra, Francia, Israel, China, Suecia, Rusia, Estados Unidas y Ucrania. Se preve que un número potencial de tres millones y medio de espectadores europeos visiten su carpa. Telefónica y la British, entre otros holdings, respaldan el desembarco en el Viejo Continente.
Sobre un escenario de 270 metros cuadrados integrado por paneles de aluminio taladrados a medida, doblados, estructurados y cubiertos de uretano, los feriantes de esta nueva época cuentan la historia de un personaje desconocido para nosotros y casi para el resto de la humanidad. Un caminante sin bautizar llamado Quidam, "que pasa como un rayo, una persona que vive perdida en medio de una multitud en una sociedad demasiado anónima". La sociedad de las autopistas de información, del mestizaje, de los libros electrónicos, de los virus que recorren los ordenadores, las ideas, la política y a sus gentes. Una niña, en Quidam, sueña desde el salón de su casa, ante la aparente indiferencia de sus padres, en otra vida, en otro mundo. Quidam la busca y es su Cicerone por el otro lado. Desde ese momento ya no sabremos lo que es cierto y lo que es magia, espectáculo, circo. El estático matrimonio se eleva sobre las cabezas mientras la orquesta de músicos en riguroso directo descarga desde el fondo del escenario. Samplers, sintetizadores, cañones de luces y sombras y un cielo cubierto de nubes artificiales envuelven al teleférico que traslada a los artistas, el decorado y el atrezzo por encima de la tierra donde están las gradas y asientos y una plataforma giratoria de diez metros que oscila en dos direcciones y a distintas velocidades.
Los artistas que intentan recuperar la nostalgia romántica de
las antiguas ferias -su cada noche en un pueblo, su olor a tarde de domingos
y festivos- vuelan gracias a cinco raíles construidos en secciones
con un largo de cuarenta metros, el radio de la carpa central. Cada raíl
posee a su vez dos carriles que se deslizan silenciosamente a lo largo
del sistema. A las bambalinas.
Tras el telón, 150 personas trabajan para el espectáculo,
incluidos profesores, fisioterapeutas, cocineros, jefes de prensa y ejecutivos.
Un buen equipo que va a lograr que todo salga a la perfección.
Pero volvamos con Quidam. Tonos cálidos luchan en sintonía
con los metálicos, los grises bailan con los más vivos. De
las alcantarillas, de lo que hay más abajo, surgen de vez en cuando
los Macloma. Ansían recuperar la delirante y patética tradición
de la comedia de los payasos. Histrionismo y lírica se dan la mano.
El payaso bueno, el tonto, el malo y el listo buscan las risas y carcajadas.
Una mirada al pasado que en poco tiempo se quebrará entre la voz
de una niña y un hombre, violonchelos, percusión, saxos enloquecidos,
guitarras clásicas y eléctricas. Un diabólico comediante
con la cara pintada hace chocar sus puños y el cielo se rasga con
el sonido de un desplome. La rueda alemana de más de dos metros
parece en todo momento que va a comerse al público. Voltea desbocada
por la plataforma, gira y frena mientras su pasajero da saltos mortales.
Aplausos que se funden con los acordes tecno y los ritmos tribales. Como
una ola policromada una veintena de artistas eslavos presentan su número
"banquine". Saltan, bailan, juegan perfectamente sincronizados en un juego
tradicional del medievo italiano rescatado por el Cirque du Soleil.
El espectáculo siempre tiene lugar al anochecer, pero sus participantes
entrenan todos los días marcados por un perfecto cuadrante. Fichan
por las mañanas y cobran religiosamente su nómina. Después,
dormirán en los mejores hoteles de la ciudad. De ciudad a ciudad,
en avión. Esto es el circo, una empresa seria.
Desde los carriles del paraíso caen los participantes en el número de las redes españolas, sujetos sólo por su cintura y tobillos. También los aros aéreos planearán sobre Quidam, las piruetas de las acróbatas y contorsionistas hacen de nuevo mirar al infinito. La niña nos devuelve a nuestro interior y saltan desde las retina los nuevos personajes. Quidam metamorfosea el juego de la comba en un numero antológico. Veinte individuos saltan sin parar en ciclos perfectos. Todas las funciones se graban en vídeo digital, excelente calidad de sonido e imagen. Al día siguiente los artistas, algunos de ellos deportistas de élite con no demasiada suerte y años de más, podrán corregir sus errores tras visionarlos en los monitores de las caravanas. Así lo han decidido los directores, escenógrafos, figurinistas, compositores, coreógrafos, diseñadores de iluminación y conceptores de sonido, asistentes, coordinadores, entrenadores, instructores, asesores, colaboradores y creadores invitados. Un exhaustivo organigrama para el mayor espectáculo del mundo.
Quidam. La transparente contorsionista se deja acariciar desde el teleférico por una columna de seda roja. Fondo negro. Luz justa. Suspendida en el aire corta la respiración pero sabe lo que hace. Si ella es etérea, sus compañeros del número de la estatua son la piedra. Una pareja que hace años hubiera pisado el escenario con trajes de leopardo y presentada como "Los forzudos" se mueve cual gato. Adoptan posiciones inimaginables sin perder el contacto. Mucho equilibrio y concentración para crear figuras de carne como si fuera bronce. Antes de darse cuenta volverán los payasos, y más equilibristas, y los cantantes y músicos. También llegará el turno de las cuatro jóvenes orientales, que deben volver regularmente a su país de origen y que juegan con los diábolos, los yoyós chinos. Uno de los números más premiados y comentados.
Quidam se despide pero vuelve mañana, si no es en esta ciudad será en otra. Próxima parada del Cirque du Soleil... Andará por Bilbao, Rotterdam, Dusseldorf, Munich o Roma. Y si no, visitar su página en Internet. O atentos a los periódicos. De nuevo, tras muchos años, es noticia que el circo llegue hasta su ciudad. ¿Habrán descubierto que las promociones, las ruedas de prensa y el merchandising son más efectivas que los pasacalles?.
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