Cándido Pérez GállegoRituales de ShakespeareShakespeare vuelve abatido a Stratford. Anhela recuperar la "familia perdida", está meditabundo, vaga por los campos. Quiere "renacer" y lo deja patente en Pericles, que da actualidad al mito de La Odisea, y pinta una simbología sublime de búsqueda del amor familiar por los mares. Se trata de "encontrar lo perdido", situación que ya sentíamos en Hamlet, y llegar a una reconversión del caos en el orden. Thaisa y Marina serán como los eslabones que cierren la vida amarga de ese príncipe de Tiro que añora, como Hamlet, una paz familiar. Abundan los "milagros". Se busca el apoyo mítico en John Gower, autor de aquel interesante Confessio Amantis, se instaura un orden donde el viaje a través de lo desconocido será el único símbolo de una moral activa. El tránsito de Pericles es, en realidad, una búsqueda obsesiva de su propia personalidad; tiene algo de periplo subyacente que le lleva a los más dilatados horizontes para así "completarse". Él también está perdido y ahora, de alguna manera, vuelve a reencontrarse, y cuando ve a su hija, Marina, en el burdel de Mytilene, será como una metáfora de que todavía hay que luchar para sacar a la virtud del pecado. Este viaje es una peregrinación a la inocencia. Recordemos algunos nombres: 1. - Tiro: un príncipe buscando por los mares. Prefigura The
Tempest.
Estos mecanismos simbólicos dan como resultado una obra llena
de energía espiritual, una alegoría del "Viaje al Paraíso".
Thaisa, hija del Rey Simónides, va a constituirse en el amor sublime,
contrastando con Lysimachus, apiadado de Marina en el burdel. Al final
todo se fundirá, no habrá posibles rupturas y se alcanzará
un estado de plenitud y gracia admirables, un punto donde se funden The
Faerie Queene de Spencer y Euphues de Lyly, un recuerdo de buscar en la
lejana historia del "hijo pródigo", una indicación de que
debemos reinstaurar un orden roto. Pericles es quien busca ilusión
y su moral está abierta a esa esperanza. Tiene, como Próspero
en The Tempest, la función de recomponer un orden aciago, pero carece
de magia, no tiene aquellos poderes sobrenaturales que adornan al Duque
de Milán. Hay, sin embargo, un ceremonial análogo de encontrar
la paz en las aguas y tal síntoma lleva a la sospecha de que Shakespeare
estaba forjando una fantasía final donde las tempestades dejarán
paso a la calma. Pericles debe viajar, sin embargo, con denuedo, hasta
alcanzar esa Arcadia donde las evidencias de una vita nuova resurjan con
ímpetu renovador. Es una obra que intenta construir un orden moral
nuevo basado en la praxis. No está apoyada en fantasías,
sino casi en una búsqueda cartesiana, fría y hermética.
Un genio prematuramente anciano pasea cansado por Stratford.
Cymbeline fue escrita hacia 1609-1610 y se representó, si aceptamos
la opinión de Simon Forman en el Globe en abril de 1611, viendo
la luz impresa en 1623 en el First Folio. El tema de Imogen, hija de Cymbeline,
Rey de Bretaña, le sirve a Shakespeare para incidir en los temas
de recuperar lo perdido. Ella ha casado secretamente a Posthumus, y tal
acto causa una decepción familiar, ya que la segunda esposa del
monarca se lo va a comunicar, de modo que su deseo de que su hijo Cloten
se case con Imogen, se desvanece. Posthumus es desterrado. La verdad ha
sido revelada. Yachimo aparece como el traidor que pretende seducir a la
dulce Imogen, aunque en escena de paz final pondrá los riddles en
orden. Una obra que hace de recuperar lo perdido un símbolo de enorme
belleza, aunque su trama le acerque a un melodrama que hace del error de
Cymbeline un motivo para reflexionar. Ese emblema de probarnos que la dulce
Imogen es infiel, quedará como uno de los mejores momentos de toda
la obra. Yachimo es, pues, la persona destinada a tentar nuestra fidelidad,
hace que Posthumus dude de quién es leal, y con tal comportamiento
entramos en Cymbeline en otro nivel, como sea la idea de hasta qué
punto podemos llegar a dudar de los demás. Una obra donde los celos
aparecen, aunque de distinto modo que en Othello o The Winter‚s Tale, pero
en la que descubrimos un ritmo fascinante hacia la vida oculta del ser
querido, la otra parte ignorada. Las hijas "perdidas", el hijo muerto.
Las analogías con el Philaster de Beaumont y Fletcher nos colocan mejor el tema en la época, ya que en esta obra nos encontraremos con una tragicomedia que implica temas que Yachimo está sugiriendo. Cymbeline restaura la moral perdida, nos da ocasión a salir del equívoco. Por ello, no debemos nunca alejarla de obras anteriores de Henry Medwall o Thomas Heywood, donde hay un juego entre apariencia y realidad que está vigilado por una disposición bipolar del escenario. Restablecer la moral de los seres, de quienes habíamos injustamente dudado, es el emblema, y aquí debemos aproximarnos a Francis Quarles, de una obra que busca una lectura pura y limpia de la realidad, evitando la maldad que Yachimo enarbola y que tanto recuerda traidores maquiavélicos, lo mismo de John Ford como de John Webster. The Winter‚s Tale nos esconde en su propia incógnita. Polixenes ha dado lugar a que Hermione baje al mundo del teatro, en A Chapel in Paulina‚s House, como advirtiéndosenos que una clase inferior proporciona a Hermione su posibilidad de convertirse en diosa. El milagro ha sido revelador de los celos. Pasando por el tema que ya nos expusieron Othello y Desdemona, se va hacia un ámbito mucho más selecto y exquisito. El Rey Leontes aprecia la estatua de su esposa, tal y como sería si viviera, y en ese "emblema" asistimos a una de las más bellas escenificaciones del "regreso de la muerte" de todo el Teatro Isabelino. Hermione, al "renacer" hace una bella declaración de amor a su hija Perdita, como para señalar que el arte deja paso a la vida y que una paz definitiva se abre en el Arcadia de Sicilia. Este "rebirth" tiene todos los tintes de un ritual religioso y se puede hablar de "redención" y "providencia" con total precisión, pero no olvidando que hay en la viuda Paulina algo de Sibila Casandra, hasta que Hermione murió realmente y estamos ante una auténtica resurrección. Florizel y su bella acompañante, Perdita, van por otro nivel de amor y la llama diosa y princesa, para contraponer con el mundo de los mayores llenos de malentendidos crueles. No existe la victoria de la revenge, sino que las torvas intenciones de Leontes se van disolviendo en un festival que tiende a encontrar los seres desaparecidos. Recuperar lo perdido es el tópico que se encuentra en esta obra y en los restantes romances. Asegurarnos que los muertos viven, que los seres destituídos volverán. Esta bella simbología hace de The Winter‚s Tale una de las obras más bellas de todo Shakespeare, y tenemos que admitirla como un anti-Othello, un drama que permite que los sucesos cambien de ritmo para así crear un ambiente de sensual dulzura. Hermione es la misma armonía, y busca en la tierra su nuevo holocausto,
y al bajar desde el arte a la vida, descubre una forma de sacrificio necesario
para no seguir eternamente haciendo de Alcestes o Antígona y recuperar
el mundo donde las palabras crean calumnias trágicas. Ella ha vuelto
como una estatua, para así dignificar la estética y advertirnos
lo próximo que el arte se encuentra de la vida. En su conducta generosa
y dulce, hay toda una alegoría del perdón. Su hija Perdita
es como el contrapunto virtuoso que realiza esa labor de salvar lo corrompido,
y hasta tendrá que disfrazarse y hacerse una pastora, para así
entrar en esa Arcadia que es necesaria vencer para ir al Paraíso
donde las estatuas cobran vida. Stratford como un fármacos.
Make me to think so twenty years together ! No settled senses of the world can match The pleasure of that madness (acto V, escena III) La última gran escena es una reconciliación general entre
Leontes y Hermione, la aceptación del amor de Florizel y Perdita,
y toda esta felicidad es completada con la reconciliación de los
dos reyes, Leontes y Polixenes. El júbilo de lo perdido que se funde
en lo táctil.
¿Pero, por qué aparece en una obra de ese tipo un personaje
así? Debemos tener en cuenta que en todas las obras de Shakespeare,
incluso en las tragedias, suelen aparecer personajes cómicos. Autolycus
crea con su sóla presencia un ambiente "dofrosive" y nos situa en
la comedia, que nos prepara hacia un final feliz. Está dotado de
un carácter individual, como nos indica su nombre, frente a personajes
humildes como "shepherd" o "clown", lo que incluso nos podría llevar
a pensar en aquel carácter social que advertíamos en el Secunda
Pastorum. Es además un personaje convencional, ya que es él
quien nos informa sobre hechos que están ocurriendo, como hacía
el mensajero en las tragedias. A su vez, utiliza muchísimo la técnica
del disfraz, lo que no deja de ser convencional en teatro, pues los personajes
no le reconocen cuando cambia de atuendo, al igual que ocurrirá
en la escena 4ª del acto IV, donde Políxenes y Camillo no son
reconocidos por Florizel. Esta técnica del disfraz nos llevaría
a The Twelfth Night y a otras muchas obras.
Shakespeare no era rencoroso y usó el Pandosto para explicarnos la resurrección de Hermione, y olvidó cómo en Robert Greene el equivalente de Leontes se suicida. Estamos ante una obra de "regreso de los muertos", como ocurrirá
en los tres restantes romances. Hermione vuelve a casa, no ha muerto, y
su retorno implica una especie de restablecimiento moral de lo perdido.
Greene habla de Bellaria como "the flower of the courtesy" de tal forma,
que debemos insertar a esa muchacha en una tradición que parte de
la Arcadia de J. Sannarazo, y que tuvo mucha vigencia, lo mismo en As You
Like It como en The Tempest. Cuando el 15 de mayo de 1611 Simon Forman
ve esta obra, advierte algunos datos muy peculiares, como son los celos
de Leontes, Rey de Sicilia y la presencia del oráculo de Apolo,
pero en cambio no repara apenas en Hermione, que puede ser el centro de
la obra. Insistamos en que el oxímoron entre Sicilia y Bohemia tiene
como eje vinculante la bella Perdita, que simboliza la gracia y la ternura.
Su sonrisa lleva a vigorizar la creación, su simpatía por
las flores la aproxima a heroínas clásicas. Leontes, con
sus celos diabólicos, nos hace olvidar este cuadro de dulzura que
la pareja Florizel-Perdita, rememorando la reacción contra los mayores
que ya veíamos en Romeo and Juliet, nos exhiben. El padre ausente.
Hermione baja al mundo del teatro, se transfigura y se convierte en imagen
perdida. Hay un bello ceremonial de conversión del arte en la vida
que nos hace ver en The Winter‚s Tale , una parábola del valor de
la restitución moral que con ese lugar sagrado, "A Chapel in Paulina‚s
House", nos advierte de cómo la salvación se encuentra en
los servidores, en las clases humildes, de tal forma que pasamos a un espectáculo
de magia donde ficción se hace realidad. Hay pues, una nostalgia
de lo imposible, con la alusión a Mamillius, príncipe muerto
como símbolo de una pérdida irreparable. Paulina será
la sacerdotisa del culto de restaurar lo perdido y Camillo, tomándole
de la mano, puede ser el auténtico fianl feliz de una obra que hace
de la inocencia un valor moral. Hermione necesitaba un milagro y su muerte
ha sido una fantasía. Interesa que el público participe en
ese proceso de reconciliación que se nos dibuja con exquisita dulzura.
Hay una necesidad de apoteosis que en la Arcadia de Florizel y Perdita
alcanzará sus momentos más sublimes. Revenge ha sido desplazado
por ese happening de ternura y el símbolo de la estatua que renace
es el ejemplo más claro de que estamos en un tema de incorporación
de lo muerto a lo vivo.
Ella es el centro del final de The Winter‚s Tale y crea un personaje
de enorme fortaleza . El Rey Leontes la casará con Camillo como
prueba de gratitud. El pecado ha sido destruído, no hay ningún
error, todas las sospechas de Leontes eran falsas visiones, como le ocurría
a Othello, y así alcanzamos otra vez el nivel de orden y la armonía,
con dos matrimonios y con la restauración definitiva del que había
estado deteriorado. Hermione ha preguntado a su hija la más bella
frase de toda la obra:
Todas esas enseñanzas llevan a The Tempest y aislan el tema de la iniciación esotérica como uno de los más importantes de la vida. Siempre parece estar asociado con la diversión, haciendo creer que lo que han visto y oído es sólo un sueño. En I y II, Próspero le dice a Miranda quién es ella y cómo llegaron a la isla y quedaron prisioneros de ella; entonces, Miranda se adormece. Todo ésto forma parte de un ciclo familiar: gente que cae dormida y que es obligada a deambular por el laberinto sexual de la isla, teniendo a todos los efectos los ojos vendados, incapaces de ver a quienes juegan con ellos, forzados a hacer trabajos indeseados como llevar troncos, y conducidos finalmente a un lugar secreto: el estudio de Próspero, donde se les enseña alucinaciones que les revelan secretos. Creador del rito iniciático. La iniciación esotérica de Alonso, Sebastián y
Antonio tiene algo así como de muerte y renacer, lo que no sería
sino una catarsis. Por otra parte, Ferdinand cree a su padre muerto y viceversa.
Los cortesanos creen que sus marineros han perecido. Todos son de nuevo
traídos a la vida, renacidos de su inmersión en el mar purificador.
La literatura será salvada por la "prayer". La palabra liberada pòr la esperanza, pero "my ending is despair", que puede simbolizar el emblema de un orden trágico que acecha al genial dramaturgo. La fantasía de las últimas comedias de Shakespeare, rellenan un vacío. Consciente o inconscientemente, el autor va preparando el "ambiente" de despedida. En las primeras, el otro lado de la realidad es la fantasía, el equívoco, dentro de los cauces de nuestro mundo visible. Ya en Midsummer Night‚s Dream, aparece el mundo de la fantasía partido entre un plano natural, de equívocos, y otro sobrenatural, de las hadas, las pócimas, el sueño, tapadera de la irrealidad. Ese mundo es también el del teatro dentro del teatro, la fantasía dentro de la fantasía. Ésto es siempre una hierofanía que no excede los límites marcados por el teatro de Plauto, o la comedia del arte italiana. Pero poco a poco va dando paso, de una manera cada vez más clara, al mundo del simbolismo, de la magia, de una u otra forma la ocultación de la realidad. Esta vía libre a la imaginación se desborda en la etapa final de la vida de Shakespeare; en sus últimas obras, encontramos desarrollado el culto a la apariencia The Winter‚s Tale , a la magia The Tempest , a rebirth ... , etc. En suma, el culto a la irrealidad, del que Shakespeare se erige en sumo sacerdote, en creador, acabando por negar, de alguna manera, la realidad: señala cómo hay un margen de fantasía vigilado por la oposición del bien y del mal que como emblema bipolar, vigila la obra. Se establece una auténtica psicomaquia y los poderes maléficos vigilan un argumento que parece intentar restablecer la identidad perdida, el ubi sunt con el illo tempore. Lo perdido se encontrará, como ocurría en The Winter`s Tale ; se abrirán nuevas formas a la convivencia. También el público puede recuperar así su inocencia perdida. |
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