Anoche cené con Julieta
En un nocturno, a luz de gas, del exilio rebelde
con una luna desterrada por rasgar su porte de vestal
y enfundarse un sombrero de cowboy
aprendí a recitar un monólogo quebrado de una vida por
llenar.
Los vientos soplaban con palabras como dagas
cuando Dean me aconsejó vuestras historias de papel;
Ese chico estaba loco pero os amaba.
Por aquel entonces había oido hablar de vuestra leyenda
en tertulias que me rozaban pero no me seducían.
Os leí e imitaba en soledad por el día, os soñe
mientras estudiaba,
os imaginé mientras dormía. Conocí vuestros problemas
vicios, virtudes y creencias;
por fin os descubrí a todos.
Supe entonces que tenía que buscaros.
Deseaba que me mostraseis como vivir sin aliento.
Pensé en la cara de Ofelia y su suicidio por amor,
apreté mis puños por la fidelidad y sinceridad de Cordelia.
Me entristeció Lear. Qué gran amistad la de Antonio...
y Coriolano, qué comportamiento más honesto.
Empecé a echaros de menos, os necesitaba a mi lado.
Pensé que tendría que visitar castillos escoceses o villas
italianas,
sufrir tempestades, atravesar bosques mágicos o preguntar a
Hécate.
Una vez más estaba inocentemente confundido; no tenía
que huir
para estrecharos en mis brazos.
En un laberinto nevado, junto al fuego, alzé mi mirada
y sonriente os descubrí en mis alrededores
en mi familia, en las calles, en mares, fiestas y hoteles...
Hoy nos llamamos amigos y enemigos.
Ya ha pasado una década desde que comenzamos a compartir aventuras
y a luchar contra Bolinbrooks, Shylocks, Yagos...
y amar a Julietas, Desdémonas, Portias o Celias...
A veces me pregunto quien soy yo para vosotros.
Hoy os veo en cualquier rincón de mi vida. Siempre estáis
ahí
a la imagen y semejanza de como os creó el maestro.
Dios existe y se llama Shakespeare.