a r t e s     p l á s t i c a s 
Manuel Boix

La seducción del arte

por Paula Lajara

La historia del grabado es la historia del hombre. Desde que es consciente de que su huella queda marcada en la tierra que pisa, empieza a interesarse por dejar constancia de sus actos, bien en las paredes de sus grutas a través de grabado en hueco, bien a través de piedras que trabaja hasta definir las formas deseadas -grabado en relieve-. Esgrafiada la silueta pretendida y superpuesto en su interior el barro necesario, el hombre da principio al relieve escultórico.
Desde entonces, y a lo largo de toda la historia, a través del relieve se nos ha dejado constancia de la historia del hombre, de los sucesos acontecidos. Inmortaliza en preciosos documentos arqueológicos el desarrollo de la civilización, entre el arte rupestre de remotísima antigüedad prehistórica y el de nuestros días, caracterizado por su más vertiginosa rapidez mecánica.
Grabar es herir. Ahondar, labrar y restar materia a los cuerpos duros: metales, maderas, piedras, marfiles... para dejar señalados los trazos con que el dibujo perpetúa su universal lenguaje.
 
Cerré con llave el rostro cofre de lo indecible permaneciendo inmovil, indiferente al aire

En el siglo XV, con el floreciente Renacimiento, surge con fuerza el grabado que extiende su influencia con su estampación. Relatan temas sociales, describen situaciones políticas y exhiben imágenes religiosas, asequibles todas ellas a las gentes más humildes que hasta entonces no habían podido gozar individualmente de la esplendidez del Arte.

Debemos agradecer, por tanto, al grabado el hecho de ser un admirable elemento de vulgarización cultural, el perfecto instrumento educativo de las multitudes, gracias al hecho de ser asequible a todos ellos.

Sobre esta forma artística y perenne en nuestra cultura, sobre este arte que parece permanecer oculto entre las sombras formadas por el esplendor de la pintura y escultura hemos querido preguntar a un gran artista, Manuel Boix. Conocido sobre todo por sus pinturas y también esculturas, nos hace partícipes de su afición por los grabados. Opina que, en la vida del artista, para poder expresarse, deben utilizar los medios de que disponen según cada momento vivido. Esto es, a veces realiza un grabado porque es eso lo que está viendo, lo que está sintiendo en ese instante y es esa la única forma de expresar esa sensación o sentimiento. En cambio, en otras ocasiones, es a través de un óleo como consigue realizarse.

Se declara un férreo defensor de la técnica del grabado y opina que ya no se le puede considerar como un arte en la sombra desde que surgió Goya en el panorama de los grabados. Hasta entonces los grabadores trabajaban a la sombra de los pintores famosos, reproduciendo sus obras más conocidas. Pero con Goya surge una nueva forma de concebir los grabados. Según Boix, Goya, el gran genio de la pintura fue, al menos en sus comienzos un mal grabador, pero aquí estuvo la clave para sacar al grabado de la oscuridad ya que, con ésto, Goya creó un estilo propio, una manera muy personal de llevar a cabo sus obras. Es a partir de este momento cuando los grabadores comienzan a ver y a sentir su oficio como arte independiente de la pintura. Le preguntamos porque en la actualidad tiende a desmerecerse y a infravalorarse el arte de los grabados. Nos contesta que ésto ocurre fundamentalmente por dos causas. La primera de ellas sería que al realizarse sobre papel y no sobre lienzo, parece tener menos importancia que cualquier cuadro. La otra razón que nos expone es que al realizarse los grabados en serie, éstos se abaratan, siendo ésta la razón por la que no están tan bien considerados en el mercado del arte. 

El tema fundamental que recorre la obra de Manuel Boix, ya sea en pintura, escultura o grabado, es el de la plasticidad relacionada con los problemas del hombre. Su obra, como él mismo nos dice, “está dirigida a los hombres con los problemas de los hombres”. Su aspiración máxima, la meta que desearía alcanzar, es que le dijeran de alguna creación suya que se trata de una obra útil. Nos cuenta que una vez te planteas el problema de ser un profesional de la pintura, tienes que pensar que todo lo que haces debe ser susceptible de una evolución, y así, y paso a paso, ir creando un estilo personal, no una rotura con su línea sino una continuación. Opina que quién quiera ser uno mismo y tener un estilo propio, no puede estar a lo que pidan las tendencias, sino que tiene que seguir su propia trayectoria, aunque sin romper radicalmente con lo que se hace o con lo que la sociedad te permite y te pide.

Le preguntamos sobre la elección de los elementos que integran sus obras y nos dice que los elige pensando cuáles de ellos, al combinarlos y al plasmarlos de una manera determinada transmitan al espectador lo que él desee comunicarle. Este autor logra con su obra cumplir la misión que al artista se le encomienda cuando decide entrar en esta profesión y lo hace al relacionar la forma, color y valores de figuras reales con su calidad musical abstracta, de la cual no se aparta jamás, ni en los detalles más realistas de su obra. Sólo de esta forma, relacionados con el ritmo, adquieren los diversos elementos elegidos por Boix su completo poder expresivo y llegan a ser instrumentos para la representación viva de lo que siente. 

Las cosas más importantes, tanto en el dibujo como en la composición caen bajo su dominio, incluso las relativas a la proporción de unas partes como un todo. Así, las líneas de movimiento rítmico que coadyuvan a la armonía del conjunto realizan la unidad de la obra.
Piensa Boix que cualquier autor plástico tiene que tener una amplia cultura, disponer de una abanico de conocimientos y estar impregnado de la vida y de experiencias para luego poder plasmarlo en la obra, transmitir un sentimiento. En algunos cuadros se ve una marcada influencia literaria, en otros histórica...

En sus cuadros, la austera pureza de algunos trazos choca con una vibración de matices cromáticos, dotando de extraordinaria robustez al conjunto de la composición.

Nos llama la atención el aire de oxidado y de envejecido que se extiende por muchas de sus obras. Nos explica que es su manera de mostrarnos el paso del tiempo. Sus cuadros además suelen tener una agresión que parece exterior y ésto es para demostrar al espectador que se trata de una ficción (cuadros superpuestos en los que apreciamos distinta profundidad, o pintura que simula un lienzo roto).

Se declara frío a la hora de plantearse una obra pero apasionado al realizarla. Sus cuadros parecen adquirir sentido propio en cada uno de nosotros. Boix nos dice que debe existir un diálogo entre el ojo del espectador y el trazo del pintor. Si no estaríamos ante una obra muerta. Intenta y consigue que siempre quede algo abierto en la obra creativa. Cree que una de las características más importantes del cuadro debe ser la seducción. Si el cuadro no seduce no se mira, se olvida.

La obra debe ser muy estética, muy inquietante, que te diga algo en tu vida, por tanto la obra debe ser abierta.
Boix estuvo, durante un largo período de tiempo, trabajando tan sólo en blanco y negro. Opina que si lo que aportas al espectador tiene un sentido para él, se olvida que es blanco y negro.

Nos sugiere que, actualmente se enseña más a ser artista que a hacer obras de arte.
Esta reflexión tiene más sentido siempre y cuando existan autores como Manuel Boix, auténtico “profesional de la seducción del arte”. 

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