c o m u n i c a c i ó n![]() Jose
Mª Morera
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Como en las viejas estaciones,
este año 2.000 tiene una inmensa sala de espera. Con olores viejos.
Con ventanas empañadas que no nos dejan ver lo que hay afuera. Poco
a poco, mientras espero, he recuperado a un viejo amigo de mi imaginario
cultural.
Le he escrito una carta de la que me parece necesario hacer público su contenido; va dirigida al único de los santos fiables, ya que al no habérsele conocido en carne mortal, nunca pecó porque nunca existió. Es pues, artículo de fe indiscutible, libre de cualquier proceso de descalificación por pecados de la carne o porque en sus ansias de glorificación hubiera sido tan impertinente que mereciera otro castigo que el del limbo, donde habitará hasta el final de los siglos. Esta es la misiva: Querido e inolvidable cofrade, he de darte una notícia que creo que te satisfarà; me he adherido al recientemente creado Organismo para la recuperación del limbo. Ya te comuniqué a su tiempo, que me había incorporado con entusiasmo a las nuevas posibilidades de comunicación, pues así estimulo mi sed de integración en la realidad y por ello aumenta mi devoción a ti como el más conocido de los santos inexistentes. Porque sé que vosotros, en la más pura de las inexistencias, sois los más celosos guardadores de lo imposible, e imposible es que algunos observen la regla implacable de los tiempos, la rima exacta de la vida, que exige de cada palabra un contenido. Ritmo y progresión. Algo así como milagros en internet.... Esta carta quedó inconclusa.
Yo, desde este nuevo limbo en red en el que nos esforzamos en hallar sentido al disparate, me felicito por ser tu amigo y poderte expresar mi alegría. Cuando las Instituciones que deben velar por el cumplimiento de las leyes que ellas mismas se han dado, las transgreden con maravillosa ligereza, cuando los representantes de los poderes públicos se esfuerzan por ostentar un poder que no tienen, cuando aceleran el pausado ritmo de las comprensiones sociales, cuando se alejan con deliberación magnífica de una sociedad que ha suspirado durante siglos por tener en sus manos aquellas instituciones que les hicieran vivir en coherencia con su tiempo, cuando la interpretación de la historia es vulnerada en nombre de privilegios reglamentarios, cuando se tocan a rebato las campanas de la cobardía y acuden presurosos los fieles devotos de su propia cofradía de intereses, cuando todo eso ocurre a la luz de un atardecer dorado, me magnifico en mi acierto. Firmado: sanperlimprin, en el año que espera que un siglo comience”. Es tan cierto que este texto apareció en pantalla como la autenticidad de la firma. El viaje va a empezar. Un sinfín de nuevos artilugios comunicativos me esperan. Pienso en los que ya no podrán viajar, en los que se quedaron para siempre, en los que ya no pueden inventar ángeles o diablos inexistentes, en los que ya solo son poetas muertos, aquellos que soñaron y hasta dieron su vida por defender unos ideales de justícia, de equilibrio social, de educación, que dieron los mejores años de su vida aspirando a un gobierno propio, a unas instituciones que hicieran posible sus ensoñaciones, a una lengua dignamente tratada, a unos símbolos que no fueran, ni más ni menos, que lo que son; a todos ellos que se quedaron para siempre, y siento que nos dicen: no transformeis todo esto, toda nuestra tradición en un sucio mercado de ambiciones personales, de guerra sinsentido, de pérdida de la memoria, porque si así lo hiciéreis os perseguirá para siempre nuestra voz, repitiendo cada vez a mayor velocidad y con más fuerza: ¡no sois dignos!. |
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