m o n o g r á f i c o ![]() José
María Yturralde
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Lo que me es dado percibir sobre
la situación del arte en este comienzo del nuevo milenio está
cada vez más condicionado por mi propia obra, por mi deseo de concentración,
de observarlo todo a través de las transparentes, tersas superficies
que intento construir, de la espuma y su relación con las nubes
y ocasos. Tengo que aceptar que mis objetivos pictóricos no serían
posibles sin la contemplación o un cierto entendimiento del acontecer
y los sucesos que generan o determinan la situación del arte ayer
y hoy. Actuamos inmersos aún en los tópicos de los noventa,
con las nociones entre otras de poder versus inteligencia, sexo y poder,
feminismo, marginación, compromiso político, fragmentación,
pluralidad cultural, estrategias para movilizar al espectador, como el
conceptualismo fotográfico altamente destecnificado, instalaciones
y perfomances, a veces desesperados, nuevos intentos de evitar la mercantilización.
Determinadas gestiones de gobierno cultural producen de hecho un alejamiento
hacia la visión del arte como gran espectáculo, algunas instituciones,
ciertos increíbles museos como el Guggenheim, aseguran masivas afluencias
de espectadores programando también montajes y diseños que
poco a poco se unen al fasto de ciertas arquitecturas formidables, de exhibiciones
tecnológicas. Paralelamente surgen atractivos complejos de las ciencias
y de las artes, parques temáticos, tremendismo por una parte y política
de medir la máxima respuesta del público por otra. Mi opinión
o respuesta intenta verificar, establecer una relación con otros
aspectos un poco olvidados hoy, como lo sublime, la belleza aún
deportada, lo contemplativo, el conocimiento sensible o sentiente.
Nada de todo ésto es nuevo, desde los tiempos remotos de Hesíodo hasta hoy, las fluctuaciones del pensamiento estético han explorado casi infinitas variantes de intervención, ideologías y tendencias renovadas, revisadas o francamente nuevas que estructuran los fundamentos de la historia del oficio que practicamos e intentamos conocer mejor, para incidir en el proyecto de futuro que forjamos con nuestras acciones. Las artes inmersas en las condiciones actuales se retuercen, se extienden, facilitando variantes numerosísimas en los contextos más cercanos o remotos. Me refiero a los países que ostentan la máxima autoridad económica y los menos favorecidos, con toda la escala de la entre ellos. Las más diversas posiciones conviven en pié de igualdad. Los medios de comunicación masiva, Internet, teatro, danza, música, diseño, publicidad, sistemas audiovisuales, arquitectura se yuxtaponen como soportes de estrategias artísticas diversas, algunas de índole marcadamente social, transmisoras de mensajes que subrayan determinados hechos y comportamientos políticos o sociológicos. El artista y la moral, o su ética, que se proyecta en sus actos, en sus compromisos con interpretaciones de la realidad más o menos dependientes de las ya escasas ideologías, en otros casos esa posición la considera como autónoma e implicada con la sabiduría estética, con la pura sensibilidad y la emoción de la vida y lo imaginario, el misterio de la existencia que trata de expresarse a través del arte. La complejidad aumenta con la interacción de las diferentes culturas del mundo, más estudiadas y conocidas por una parte, sin embargo difícilmente comprendidas por otra. Artistas emblemáticos como Joseph Kosuth, On Kawara, o Lothar Baumgarten que realizan montajes estudiando e interpretando características, hechos, literaturas y pensamiento, autores de lo cotidiano en determinados países, ciudades y culturas de las tierras que visitan. n este punto diría con los versos de Miguel Hernández:
Por otra senda yo, por otra senda que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino O esto quiero creer apelando a mi deriva en
otros lugares que no son estrictamente los comunes lenguajes donde siempre
es más confortable y seguro establecerse, lo artísticamente
correcto, dicho sin mala intención.
El hecho de encontrar constantes en las aparentemente diversas imágenes, es posible que admitan una reflexión desde lo más profundo del conocimiento de las fenomenología de la expresión en la plástica. Por ejemplo, a veces ensayo el análisis de los elementos que establecen algunas relaciones tanto ordenadoras de complejos sinergéticamente relacionables, (en el sentido que le daba Buckminster Fuller “Synergy means behavior of whole systems unpredicted by the behavior of their parts taken separately”) así como los intervalos o “vacíos” si consideramos el espacio, en la continuidad sin fisuras de una composición exacta y emocionante. Me refiero a una dialéctica de puros elementos expresivos que deben redescubrirse, contrariamente o mejor, después del intencional rechazo posmodernista de la maestría. No voy a deducir que el interés de una obra dependa en gran parte de su técnica o metodología, como en un momento nos preguntábamos en los años sesenta en el grupo “Antes del arte”, o la misma cuestión que hacía Rosalind Krauss en el comienzo de la introducción a su colección de ensayos [The Originality of the Avant-Garde and Other Modernist Mythths] escritos entre 1976 y 1984, “Can it be argued that the interest of critical writings lies almost entirely in its methods?” Y ésto sin descartar las propuestas tan caras al siglo pasado, recordemos el XX, de intentar transformar el arte en una arena de acción política y social, como preconizaban T.J. Clark y Walter Benjamin. Actualmente y, volviendo a la cuestión propia, ¿dónde me encuentro? Después de una exposición retrospectiva, 1966-1999, (IVAM, diciembre - febrero) y que los últimos dos años presentaban en cierto modo una línea iniciática en la que debo profundizar, quizás preguntándome menos y realizando más. Constato mi pertenencia a una época, mis maestros fueron los constructivistas y especialmente la pintura americana de los años cincuenta y sesenta. He practicado desde entonces una abstracción que alguien denominó “constructivismo lírico”, estudié con ahínco complejos sistemas de representación multidimensionales... Pero ahora vuelvo a Rilke y a Susan Sontag [Estética del Silencio] a Cage y a la pintura china, al vacío activo, a la nada y lo transfinito. También la magia, la extraña fluidez de lo finalmente incomprensible, que puede ser todo. No sé si es una postura cómoda o edénica, pero confieso que pintar, ininterrumpidamente durante ya casi cuarenta años, y mirando hacia atrás “sin ira” no ha sido, ni espero que sea, nada confortable, pero sí apasionante. Y releyendo lo que acabo de escribir, no dejo de pensar en las palabras de un poema de Borges, “Las vanas arengas de los vanos generales”. Acompaño este texto minimal con unas fotografías de los cuadros que conformaban el montaje en la sala final, ya en el recuerdo, de la exposición antes citada en el museo de Valencia y que supongo es el comienzo de otra serie más intensa en la experimentación de nuevos y vastos espacios, quizás no transitados, como el haiku de Matsuo Bashoo: “El camino / ya nadie lo recorre / sólo el crepúsculo”. |
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