e s c e n a

LA FUERZA TEATRAL DEL MEDITERRANEO

 

Manuel Ángel Conejero Dionís-Bayer

No solemos hacer esos planteamientos ni creo que, conscientemente nos planteemos la presencia del mar los que nos dedicamos al teatro, enseñándolo, escribiendo para él, actuándolo...

En esta ocasión, al plantearme unas líneas que me hicieran pensar de nuevo sobre el teatro, he preferido ser tajante en la forma de encabezar esta corta reflexión, y he llamado a estas líneas La fuerza teatral del Mediterráneo. Si miro -con ojos de mirar y ver- el propio título, he de decir que también a mi me ha parecido extraño, aunque haya muchas referencias al mar en el repertorio universal. Así y todo, parece que el rumor del mar le sienta mejor a un poema, y que los cantos brumosos y las olas, son materia prima idónea para una descripción en una novela.
 

En la orilla
un niño ve las lunas y dice:
¡noche toca los platillos! 

Al afirmar desde el título que el mar tiene fuerza teatral o teatralizante, no me he referido a cosas que los personajes digan sobre el mar, aunque haya piezas teatrales que se llamen así: con un mar o una tempestad en su propio título. Antes bien, me refiero al mar casi como personaje en sí mismo, como objetivo escénico, como referencia exacta y no como simple decorado de fondo.
Shakespeare y el Mediterráneo es el título alrededor del cual se celebrará, en abril del 2001, el VII Congreso Mundial Shakespeare en nuestras tierras, cerca del mar.
 

Sé paciente cuando el mar lo es... Ten paciencia cuando el mar la tiene... Sé paciente como el mar... Shakespeare hace referencia, en su obra, al Mediterráneo sólo en dos ocasiones, en dos obras: Trabajos de amor perdido y en la citada Tempestad, pero sus sueños, sus empeños, sus metas nos lo recuerdan constantemente.

El título no hubo que pensarlo a fondo, no hubo que elucubrar - se eligió antes la ciudad de Valencia que los temas a tratar- sino que salió de forma espontánea porque estamos ante un autor de referencia obligada, de un autor a quien se investiga y sobre el que se estudia, porque nos lleva a otros autores, a otras latitudes, a otros mares luminosos que no son - y eso es una evidencia- los que él pudo conocer, sin que haya constancia de que viajara de forma convencional, ya que viajó con la mente, con la voluntad de juntar palabras y decorados verbales que nos afectan y nos arañan el subconsciente, hasta el punto de ver sus obras (desde Romeo y Julieta hasta La tempestad, pasando por Noche de reyes) y no poder evitar algo así como una advertencia una amenaza y hasta un consejo: Sé paciente cuando el mar lo es... Ten paciencia cuando el mar la tiene... Sé paciente como el mar... Shakespeare hace referencia, en su obra, al Mediterráneo sólo en dos ocasiones, en dos obras: Trabajos de amor perdido y en la citada Tempestad, pero sus sueños, sus empeños, sus metas nos lo recuerdan constantemente. No es extraño pues que entre los países que estarán representados en el Congreso haya gente de la costa mediterránea de nuestro país y también de Italia, Grecia, Egipto y Turquía. Muchos más -muchos otros representantes contados por cientos, vendrán a ver esa presencia del mar - de un mar que no conocen, pero que han presentido porque no es una referencia lejana, no es un personaje secundario, sino protagonista de muchas presencias escénicas, de muchos juegos y trampas teatrales.
 

El mar es amenazador pero también un personaje lleno de piedad. El mar son lágrimas que se derriten y resbalan por mejillas de personajes bellos (Dos caballeros de Verona), el mar es generoso como el amor (Romeo y Julieta), el mar tiene forma de bruma, de figura protagonista brumosa en El Sueño de una noche de verano

El mar es amenazador pero también un personaje lleno de piedad. El mar son lágrimas que se derriten y resbalan por mejillas de personajes bellos (Dos caballeros de Verona), el mar es generoso como el amor (Romeo y Julieta), el mar tiene forma de bruma, de figura protagonista brumosa en El Sueño de una noche de verano, por el mar navegan gigantescas torres teatrales que nos remiten a ceremoniales que conocemos precisamente en estas latitudes donde en los rituales religiosos paseamos “rocas”, plataformas simbólicas de alta significación... Podríamos hacer tantas referencias cuantas nos brinda la navegación cibernética. Antes, hace unos años sólo había que recorrer línea a línea. Ahora sólo hay que pulsar la palabra “Sea” y salen docenas de referencias. Personalmente nada me asombra porque, porque ya todo lo había visto dejándome los ojos sobre los versos. Agradezco a la ciencia que ahora salten montones de mares en la pantalla de un ordenador. Eso o me asombra ni me produce zozobra, porque tras la tirada del ordenador hay que volver a ordenar en la mente lo que esa presencia significa. Hay que ver detrás de cada entrada en la pantalla para qué sirven esos listados, por qué hay tantas personas enganchadas a ese fenómeno que va más allá de la literatura y del teatro... 

Shakespeare es un trabajo, un empleo una tarea y una filosofía. Si fuera sólo unas obras completas hace tiempo que todos los miles de especialistas habríamos abandonado tan hermosa y amarga tarea. La tarea de descubrir el mar como personaje sin que parezca desvarío.

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