e s c e n a![]() Mateo Gil Mateo conoce a Mateo por Sergio Villanueva |
||
Recuerdo que hacía un frío terrible, un frío como pocas veces he sufrido. Era diciembre, era de noche, era en Madrid, y yo estaba en manga corta. No, no había perdido el juicio. Mis neuronas funcionaban a pleno rendimiento. Pero tenía que encontrarme así, en manga corta, amenazado por Juan Carlos Vellido que me tenía contra una pared, y con una navaja automática rozándome peligrosamente el cuello. La navaja era de verdad, el frío también lo era -ya lo creo que era-, pero la circunstancia era ficticia, sólo se trataba de un rodaje. Rodábamos un corto, uno de tantos, tantas veces castigados por diversas causas al olvido. O tal vez, desde cierto punto de vista, al recuerdo perpetuo por siempre castigado. Como en todo rodaje, hubo problemas. Pero el más destacable fue el de esa noche de frío intenso en una calle perdida de Madrid. El motor que tendría que proporcionar la energía para los focos no funcionaba. No se podía iluminar. El tiempo se nos echaba encima -siempre el tiempo echándose encima en el cine-. Y todos preocupados, y todos y ahora qué se hace, y todos vaya movida. Entonces, él, de nuevo sin perder la calma, enredando con el dedo índice uno de sus numerosos rizos del flequillo -un tic que siempre me ha hecho gracia, porque es el tic que tiene cuando piensa, cuando busca, cuando se agita algo dentro de su cabeza-, de nuevo su mirada viva, ágil, de niño travieso, sonriendo su mirada para anunciar determinante que tenía una solución. "Compadres...", dijo, como siempre dice con su acento canario que todavía hoy no le abandona, "¡Compadres...traigan los coches, enciendan las luces, pongan las largas y diríjanlas hacia aquí!" Pidió a algunos auxiliares que sostuvieran unos esticos -paneles de corcho blanco para rebotar la luz-, nos pidió a Juan Carlos y a mí que nos colocásemos donde nos daba la luz, cogió su fotómetro, lo acercó a mi cara, midió la luz y le dijo a Jacobo, el director, "¡...venga, rueda cuando quieras!". Mateo se encargaba de la dirección de fotografía en un cortometraje que yo protagonizaba junto a Nuria Prims y Neus Asensi. Ya entonces había co-escrito junto a su amigo y compañero de estudios, Alejandro Amenabar, Tesis, y pronto se pondría en marcha con otro guión que por aquel entonces guardaba con celo extremo cuando le preguntábamos de qué iría la historia, y que se estrenó con el título de Abre los ojos. Mateo estudiaba imagen y sonido revelándose un poco con el sistema academicista, escribía, dirigía cortos, iluminaba... Y de noche Mateo curraba en un bar de copas para mantenerse en una ciudad vertiginosa, gris, inclemente en ocasiones, una ciudad muy opuesta a su tierra canaria. Mateo luchaba y luchaba para convertir en realidad un sueño que empezó a gestarse en su cabeza cuando estudiaba bachillerato y que confirmó durante un verano cuando comenzó a leer varios libros sobre cine, que curiosamente hoy no recuerda con exactitud sus títulos, pero sí que estaban cargados de pedantería. Tras el rodaje del corto, como en tantas ocasiones sucede, dejamos de estar en contacto. Pero con el tiempo comencé a oir a hablar de él poco a poco y cada vez con más insistencia. Mateo Gil comenzaba a tener nombre propio, iba dejando su lugar de colaborador de Amenabar, Mateo luchaba y luchaba. Y Mateo consiguió convertirse en un coherente y honesto ejemplo que confirma que en esta vida quien lucha por algo no tiene por qué no conseguirlo. "Lo peor que te puede pasar con los sueños es que lleguen a convertirse en realidad". Estas palabras de Charles Chaplin me sirven para arrancar una conversación con un amigo al que hacía tiempo que no veía. Cómo puede haber afectado a Mateo el ver un sueño pretérito convertido en una realidad presente. No me entero mucho de lo que me pueda estar pasando porque entre otras cosas la promoción de la película no me ha dejado tiempo para pensar en ello. Pero creo que sigo siendo el mismo Mateo de siempre. Le indico que su primera película está siendo vista por muchos, muchísimos espectadores. Ya -me dice él-, soy consciente de ello, pero a día de hoy, y créeme que me sorprendo a mí mismo, no estoy ni más ni menos nervioso por ello. La segunda pregunta que le dirijo ya centra un poco más la entrevista. A los actores nos suelen preguntar si nacemos o nos hacemos, ¿qué hay de esto en cuanto a los guionistas, y los cineastas? Creo que se trata de una mezcla de ambas cosas. Evidentemente hay que formarse, hay que encontrar una técnica, una disciplina, pero creo que el cineasta como todo artista tiene que tener algo propio desde el principio que no se enseña en ningún lugar. Una película es el resultado de muchos procesos, ¿qué
proceso es más importante el de la escritura de un guión,
el de la dirección...?
Depende de cada peli. Hay películas que las disfrutas más escribiéndolas, otras rodándolas... Con Nadie conoce a Nadie, por ejemplo, donde mejor me lo he pasado ha sido en la postproducción. Hay guiones con los que disfrutas mucho dirigiendo porque cuentas con unos actores excelentes que te resuelven cantidad de cosas. Pero hay veces que escribiendo se pasa muy mal. ¿tú crees?
Está bien que te marques ese compromiso con el público.
Hay muchos autores que sólo piensan en sí mismos a la hora
de contar algo, no dándose cuenta que para que exista un narrador
hace falta una audiencia. Tú mismo, y Amenábar, ¿cómo
os planteáis la escritura de un guión, cómo creáis
la arquitectura de una historia como la de Tesis, Abre los ojos, o Nadie
conoce a Nadie, historias todas en las que se juega con el espectador,
sacudiéndolo literalmente de la butaca?
Esa fue mi petición cuando me dijo que escribiese con él
la peli, que decidiese siempre él si le gustaba o no el resultado.
Tú has hecho casi de todo, has dirigido, has escrito, has iluminado...
¿Y qué forma de trabajo persigues: dirigir tus propios
guiones, dirigir también guiones ajenos, escribir para otros...?
¿Qué crees que estáis aportando al cine español
tú y gente de tu generación como Amenábar?
Dicen que actualmente existe un retroceso considerable en cuanto al
apoyo desde el Ministerio de Cultura al cine, ahora que paradójicamente,
y desde hace ya unos años, venimos viviendo una bonanza de espectadores
que demandan cine español. Berlanga piensa que esta polémica
estará siempre servida en la mesa hasta que no se entienda que aparte
de cultura, cine es industria, y que por el Ministerio correspondiente
tendrían que venir las auténticas ayudas. ¿Tú
qué opinas?
A colación del nombre, y como posiblemente se me ha podido quedar
en el tintero, ¿podemos encontrar en el cine español algunas
referencias de Mateo Gil?
¿Eres un cineasta de un sólo género?
Sigue Mateo enredando con su dedo índice uno de sus numerosos rizos del flequillo, sigue con su fresco acento canario, y sigue su mirada viva, ágil, de niño travieso, mirada que todavía anuncia que en su cabeza siguen y seguirán gestándose historias sorprendentes. Por muchos años Compadre... |