El instrumento más poderoso conocido en el mundo de la información
está desviándose hacia caminos laterales que aumentan su
efecto sensacionalista y disminuyen su credibilidad y su significado.
Furio Colombo.
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Recientemente leía que en las grandes urbes de Japón existen
apartamentos acondicionados con hermosas ventanas electrónicas que
reproducen imágenes de paisajes idílicos que el residente
programa a su gusto. De este modo el nipón se inmuniza de las decadentes
vistas que su casa le ofrece (siempre y cuando ésta tenga apertura
al exterior). En este caso los estrechos y reducidos inmuebles orientales
se convierten en bellísimas habitaciones con vistas que permiten
al inquilino levantarse con un amanecer tropical espectacular y acostarse
con una sugerente puesta de sol desértica.
En definitiva, este creativo artilugio trata de estimular la imaginación
del ser humano, de organizar un entorno distraído que capte su atención.
Intenta crear un mundo ilusorio que lo disuada de la profundidad de las
ideas y lo arrastre a la superficialidad, al hermetismo y conformismo vital.
El medio televisivo ya es, en ese sentido, un medio electrónico
que descubre, analiza y juega con las carencias vitales del espectador
genérico, por lo que trata de proporcionarle las sensaciones que
necesita experimentar, probablemente porque en su medio natural nunca las
llevará a cabo y le sirve de mediadora para cumplir indirectamente
sus expectativas y tener constancia de pertenencia a un entorno. En este
punto se podría abrir un debate que nos llevaría todo el
artículo y no es este el caso y se abriría con la siguiente
interrogación: ¿porque realmente las demanda o porque se
las imponen y termina habituándose?
No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro |
El telediario ha sido por antonomasia el espacio estrella de las televisiones,
el momento litúrgico en el que se congregaba la familia en torno
a 365 líneas para conocer la realidad del mundo que les circundaba,
y que le revelen la actualidad más inmediata y poder comentarla.
Pero con la era de la información, como muchos otros hábitos,
éste también está cambiando progresivamente. La rapidez
de la información a través de internet, su fácil y
económico acceso con posibilidad de elegir noticias a la carta,
es decir, filtrando lo que le interesa y lo que no, la afluencia de canales
temáticos... convierte en innecesarios a los partes informativos
audiovisuales.
Cuando llega su hora de emisión el individuo ya ha saciado su
sed, hasta emborracharse, de informaciones contrastadas y de última
hora, amplias reflexiones de expertos de distintos países sobre
múltiples noticias que, cuando llega la media hora del telediario,
puede tener más información de la que el propio presentador
puede ofrecer. Es en ese momento cuando el espectador prefiere relajarse
y ver un programa cultural o de entretenimiento.
Desde hace unos años las tres cadenas más importante
de Estados Unidos desplazaron sus telediarios nacionales-internacionales
a las 18.30 h. porque a las 19.00 h., hora tradicional de su transmisión,
el público prefería ver concursos. |
Telediarios Menospreciados. Cambio de fórmulas
La señal más clamorosa de la menor relevancia que están
adquiriendo los telediarios es que desde hace unos años las tres
cadenas más importante de Estados Unidos desplazaron sus telediarios
nacionales-internacionales a las 18.30 h. porque a las 19.00 h., hora tradicional
de su transmisión, el público prefería ver concursos.
Siendo este el panorama es obvio que cada día sus editores tengan
que combatir contra esta adversidad y ofertar informaciones con un tratamiento
efectista y sensacionalista. Un joven amigo periodista me contó
alarmado que había visto el siguiente mensaje informativo pegado
en el panel de Avisos y Notas de la redacción de un telediario de
la cadena estadounidense ABC-TV: “Homicidio, arma blanca, arma de fuego,
agresión con palo o instrumentos anormales, estrangulamiento, suicidio”.
Era una lista de prioridades. El jefe de redacción quería
que al buscar entre los sucesos del día, los redactores se atuviesen
a la lista y eligiesen sucesos a partir de esa consigna. Es por tanto notorio
que se busca el impacto en el espectador por eso se le dedica unos minutos
a un descarrilamiento de un tren en Ruanda con una decena visible de hombres
calcinados antes que a un recital de poesía de jóvenes valores
con necesidad de un espaldarazo televisivo.
Vemos pues que para el editor informativo no prima tanto lo que pueda
enriquecer al espectador como lo que pueda parecerle más llamativo.
Los informativos televisados han sufrido una metamorfosis espectacular
en la última década. La fórmula clásica y decimonónica
de formatos serenos, apáticos, rígidos e informaciones oficiosas,
donde la política primaba sobre todas las cosas, ha sufrido un agotamiento
para enfrentarse a una nueva realidad donde se valora lo que se denomina
en jerga periodística las tres “S” (Dinero -$-, Sexo y Sangre) y
se podría añadir una cuarta -Deporte -Sport- (aunque se puede
entender como un apéndice que se desprende de la primera “S” dinero
-$-). Estos cuatro sustantivos son, y de un modo sensacionalista, los catalizadores
de los nuevos telediarios en detrimento de temas de mayor interés
que no funcionan ni provocan a la audiencia. Se podría decir, después
de analizar múltiples emisiones de estos espacios, que éste
es el criterio para establecer los contenidos que se programan en un telediario.
Suscitar el morbo de los televidentes e indudablemente atender a los señoritos
que gracias a su generosidad se extienden los cheques en la cadena mensualmente
son apreciaciones básicas para entender su realización.
Podemos decir que los telediarios están dentro de la lógica
de la cultura de masas con una clara orientación hacia el mercado
y la audiencia. Por ello la organización periodística persigue
al mismo tiempo tres tipos de objetivos: incrementar la audiencia, incrementar
la publicidad y alcanzar objetivos no relacionados directamente con los
beneficios y que tienen que ver con el aumento del propio prestigio del
espacio, de su capacidad de influencia en ciertos sectores sociales y en
la política...
Actores que interpretan a periodistas
El lenguaje cinematográfico cada vez es más contundente
en las filmación de los telediarios. Se utilizan recursos como la
cámara lenta, cuyo efecto dramático se utiliza para hacer
hincapié en algún dato de la noticia; también se utiliza
el registro del suspense para hacer llegar los mensajes. Los periodistas
se convierten en meros comunicadores, intérpretes, actores que deben
tener credibilidad frente al papel de periodistas que juegan día
a día. Provocar la realidad para que sea espectacular.
La puesta en escena de un telediario se cuida sutilmente, con bandas
sonoras atrayentes, estudios con mobiliario calculados para comunicar un
mensaje coherente con la cadena, planos que hablan por sí sólos.
Fuera de la redacción los reporteros, en ocasiones, juegan a directores
de cine ya que al decir “acción” dan la orden a los anónimos
actores de la noticia para que interpreten con emoción su roll (por
ejemplo disparos de guerrilleros al aire, gritos en una manifestación...)
cuando, probablemente, momentos antes de emitir en directo estaban todos
pasivos. Provocar la ilusión de realidad es uno de sus principales
cometidos para aportar credibilidad y colorismo al acontecimiento noticioso.
Cierto que en muchas ocasiones se juegan el tipo e incluso mueren por querer
acercar esa realidad; mientras, otros más cobardes prefieren inventarla.
En ese sentido, ha habido un salto cualitativo en la creación
de los espacios informativos pues de la misa oficial, lectura del salmo
del día y ritualidad de los telediarios de los años anteriores
a los noventa... hemos pasado a sonrisas, juventud, aumento de imágenes
en detrimento de la palabra, seducen al espectador (si el presentador se
confunde somos cómplices y permisivos; anteriormente eran destituidos),
se atreven a hacer chistes, usan un discurso coloquial, se muestran cercanos
(aunque hay cadenas y cadenas porque TVE 1 sigue predicando el sermón
retrógrado y nacionalcatolicista de siempre. Suerte que TVE 2 cuenta
con la genialidad de Lorenzo Milá y todo su equipo y se escapan
radicalmente de esa rancia receta de informativos). Actualmente todos los
telediarios tienen una lectura semántica que tiene más que
ver con la imagen que la palabra.
La organización periodística persigue al mismo tiempo
tres tipos de objetivos: incrementar la audiencia, incrementar la publicidad
y alcanzar objetivos no relacionados directamente con los beneficios y
que tienen que ver con el aumento del propio prestigio del espacio, de
su capacidad de influencia en ciertos sectores sociales y en la política... |
Audiencias. Pérdida de la ética profesional. Pacto
de silencio.
Recuerdo uno de los primeros artículos que leí, siendo
un adolescente, y que todavía guardo y recuerdo con especial predilección.
Estaba firmado en el año 1954 por un reportero, del diario Chronicle
de San Francisco, llamado J. Campbell Bruce y lo titulaba Tres días
de silencio que salvaron una vida. En él contaba como varios medios
de comunicación de los Estados Unidos se abstuvieron de dar un “scoop”
(una exclusiva) por salvar la vida de un secuestrado, ya que fue una premisa
por parte de los secuestradores. Un caso sin precedentes de autocensura
de los informadores que subordinaron su faceta profesional, a veces sin
escrúpulos, ante su responsabilidad humana y social. Eran los años
cincuenta americanos donde prevalecía una conciencia social difícil
de repetirse. Preguntarse si eso mismo ocurriría hoy en nuestro
país es ridículo, los editores y directores con toda certeza
serían capaces de desencadenar una nueva guerra civil por subir
un punto más que la otra cadena en el “share” (audiencia).
En este sentido se está perdiendo la deontología profesional
periodística como principio para ejercer la profesión y para
respetar el juego informativo en una democracia moderna. Esto significa
que las audiencias marcan incondicionalmente la trayectoria de un telediario.
Por eso existe lo que se denomina inadecuación de noticias. No se
puede editar lo que no resulte vistoso, fílmicamente bello, puesto
que el objetivo principal de las informaciones televisadas es el de impresionar
al espectador más que de formarlo como ciudadano. Muchos eventos,
de interés general y de verdadera noticia, no se editan porque no
son atractivos para una cámara y puede ser una emisión aburrida. |