![]() El Mar más inteligente Adolfo
Plasencia
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"Humanitas, Felicitas, Libertas: no he inventado yo estas bellas palabras que aparecen en las monedas de mi reinado. Cualquier filósofo griego, casi todos los romanos cultivados, se proponen la misma imagen del mundo." TELLUS STABILITA. Memorias de Adriano. (1) Durante siglos, el Mar mediterráneo fue el centro del mundo ‘civilizado’. Sus riberas funcionaron como un crisol produciendo sucesivas civilizaciones: egipcia, fenicia, siria, griega, cretense, cartaginesa, íbera, romana, bizantina, árabe-musulmana, otomana, europea. Todas ellas tuvieron lapsos temporales de predominio sucesivo en los que florecieron destacadas las disciplinas espirituales: desde las artes a las ciencias, matemáticas, arquitectura, filosofía y literatura. Aunque, en realidad, las causas que determinaron las etapas de auge o decadencia estuvieron siempre ligadas a lo relativo al dominio militar. Las culturas mediterráneas han practicado desde siempre, como afirma Paul Balta, la memoria selectiva. Cada una de ellas ha intentado destacar su legado de aportaciones olvidando las de los otros. Sin embargo, todas ellas han estado ligadas a una suerte de río temporal que ha estado fluyendo sucesivamente por los distintos valles de la cuenca mediterránea desembocando en el mismo mar y configurando la universalidad eurocéntrica y ‘occidental’ vigente hoy en todo el mundo como acabamos de ver en el carrusel mediático de las celebraciones del 2.000 a lo largo de todo el globo planetario. Este modelo ‘paneuropeo’ ha sido extendido por el sistema global de medios de comunicación superponiéndose en muchos países al autóctono como en Israel, en donde numeran los años de otra manera. Así, en este final de ‘siglo’ y ‘milenio’ en que nos encontramos (los europeos del calendario cristiano) ha conseguido ser como dice Umberto Eco, el sistema de referencia en términos de Common Era (a pesar de los calendarios musulmán, chino, indú, judío y otros). Aunque las primeras ciudades surgieron en la Mesopotamia de hace 6.000
años , fueron más o menos un milenio después Menfis,
Tebas y otras ciudades egipcias las que sintetizaban todo el saber tecnológico
de la época. Eran ciudades construidas como máquinas preparadas
para la guerra, con sistemas amurallados de defensa que fabricaban y utilizaban
armas, producto de las más avanzadas tecnologías del momento.
Esta configuración de las ciudades permitió la especialización
del trabajo mediante sistemas de grupos sociales especializados o castas.
Dentro de sus espacios protegidos se desarrolló asimismo una clase
intelectual formada por ingenieros, maestros, médicos y escribas.
Así, las aportaciones egipcias como el papiro (anticipo del papel),
los cálculos matemáticos, la estandarización de las
medidas, los conocimientos sobre las plantas o sobre el cuerpo, la administración
del agua o el calendario fueron aportaciones filtradas por proximidad para
el resto del mediterráneo que no tuvo que empezar de cero.
"En principio el judaísmo ocupa su lugar entre las religiones
del imperio; de hecho, Israel se niega
Mediterráneo unitario versus Mediterráneo como frontera. La civilización griega es en realidad en lo científico una continuación del saber egipcio. La historia habla de los griegos, principalmente por sus contribuciones a la filosofía, a las artes, esencialmente al teatro, la literatura o la escultura. Sin embargo, Arquímedes, Tolomeo y otros sabios griegos realizaron cálculos o inventaron mecanismos que cambiaron para siempre la medida del tiempo, la realización de mapas y las construcciones de edificios o navíos y pesar de todo ello, los griegos fueron desplazados por la superioridad organizativa y tecnológica de los romanos. La capacidad de éstos para absorber las mejoras locales que encontraban y aplicarlas a su sistema y organización produjo la primera civilización que gestionó una paz y una estabilidad duraderas con una mentalidad ‘universal’ que abrazó por primera vez por completo el Mediterráneo. El denominador común del proceso o secuencia de sucesivas civilizaciones mediterráneas es que, en dicho proceso, cada una fecundó a la siguiente generando un cúmulo cultural de la que somos herederos los que ahora vivimos en las orillas del Mare Nostrum. Egipcios, fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos, musulmanes, otomanos, europeos,… a todos les une el nexo común de un mar siempre caracterizado por el triángulo ribera de tres continentes Europa, Asia, Africa, aunque en éste final del siglo XX, más que un esquema triangular nuestro mar se ha convertido en una frontera horizontal entre el Norte rico europeo y el Sur pobre africano. Decía Jacques Ives Custeau, y tenia razón, que había
para el siglo XXI una cuestión aún más urgente que
el problema de contaminación del planeta: el desequilibrio poblacional.
En el mediterráneo de los años 50, la cuenca mediterránea
estaba poblada por 250 millones de habitantes. El 60% de ellos habitaban
en la ribera europea y un 30% en la africana. A finales de los 80 la población
total de la cuenca alcanzaba 350 millones y el porcentaje entre las riberas
norte y sur de había equilibrado. Según esta tendencia, hacia
el 2.030 se habrá invertido la población y la ribera europea
será la que estará ocupada por de un tercio de los habitantes
del total de la cuenca. Ya en este momento, el Mediterráneo es,
además, el mar más amenazado por la contaminación,
soporte del mayor tráfico marítimo del mundo en un mar cerrado
y es el destino del 35% del turismo del planeta, lo cual supone una presión
casi insostenible a largo plazo. Por último, el citado cúmulo
cultural de XXV siglos no ha impedido el que antes de finalizar este milenio,
2.000 años después de los enfrentamientos entre Cartago y
Roma, la guerra no haya sido expulsada de este Mar: uno de sus países
ribereños ha sido desmembrado por una contienda fratricida culminada
con la intervención internacional: otro oprobio histórico
más para la civitas europea y mediterránea. Éste es
el complicado marco de la vida en el mediterráneo al fin del siglo
XX.
"Nuestra época,…llegaría a ser considerada por contraste
Mediterráneo y/o globalización En este momento en que toman carta de naturaleza diversas formas no planificadas de aldea global alrededor de todo el globo terráqueo, el mar en cuyas riberas se inventaron la democracia o el concepto político de Ciudad (Polis) o de Estado, es aún la encrucijada en la que se ven las caras tres concepciones monoteístas de religiones enfrentadas por la verdad exclusiva sobre el mismo Dios. Esa encrucijada se convierte más, cada día que pasa, en una profunda brecha que separa una opulenta y atrincherada ribera europea (con la sola excepción de los acantilados adriáticos) y una orilla al Sur, hacia la que se dirige la diáspora que huye de la miseria, la guerra y la hambruna, de la pobreza de Africa. Según Umberto Eco "el problema no es decidir (como los políticos fingen creer) si se admitirán en París estudiantes con chador o cuantas mezquitas deberían ser construidas en Roma. El problema es que en el próximo milenio, Europa será un continente multirracial, o si se prefiere, coloreado. Si nos gusta, sera así, y si no nos gusta, también". El espacio mediterráneo, que se encuentra sumido en estos dilemas, está empezando a ser azotado por los vientos de la mundialización. La globalización de la economía y la transición social hacia la sociedad de la información es un fenómeno cuyo despliegue no va a detenerse. Se extiende por todo el planeta e incluirá en su ámbito al Mediterráneo, a cuyos habitantes también cambiará para bien o para mal, ya que afecta a propiedades universales de los seres humanos (Echeverría). La reglas y los parámetros de la economía mundial se están reconfigurando, probablemente aumentando desigualdades o creándolas donde no existían, al menos así lo vaticinan los sociólogos expertos. Sin embargo no ha de imaginarse el proceso sólo en términos de hecatombe. Antes de este proceso, la hecatombe ya existía para las gentes que llevan décadas emigrando hacia el norte en busca de trabajo, salario y mejores condiciones de vida cuya promesa impulsa a los africanos incluso a morir en el intento por alcanzar en una patera las playas europeas más meridionales o la puerta europea de Algeciras. Pero contemplar el fenómeno de la revolución informacional (Castells) solamente en términos de mundialización económica es, como mínimo, una visión miope del proceso. Dicha revolución ya en curso se traduce también en radicales cambios culturales y de organización social que va a provocar, más pronto que tarde, importantes transformaciones en el plano de la estructura cultural y social de los pueblos, y obviamente afectará en él las sociedades mediterráneas. Probablemente, serán afectadas las migraciones africanas hacia Europa, cuando las hiperempresas procedentes de las megafusiones de este fin de siglo necesiten producir desde zonas donde los salarios sean aún mas bajos que en China, que es quien mayoritariamente ahora está ensamblando a bajo precio la mayor parte de los artefactos electrónicos de ultima generación, cuyos componentes son fabricados a su vez, en Corea, Taiwan y los países del sudeste asiático. Además existe un nuevo factor a considerar: ya no sólo
se trata de producir bienes tangibles, sino de procesar información.
¿Qué tipo de cambios sociales o culturales deberían
darse en la ribera sur del Mediterráneo para que se diera el mismo
fenómeno que en la India, a donde compañías inglesas
han contratado en masa teletrabajadores como contables para procesos administrativos,
cuyos salarios son diez veces menores que en Londres, siendo al mismo tiempo
de buen nivel en el contexto indú, y que pueden realizar este trabajo
desde miles de kilómetros de distancia gracias a la Infraestructura
Mundial de la Información (Dertouzos).
Sami Naïr afirma: "No tenemos respuestas, necesitamos una visión global. El pensamiento único está vacío y el débil no sale de casa". Está en lo cierto y desvela sinceramente la situación. Frente a ella se encuentran numerosos analistas agoreros que utilizando métodos de diagnóstico revelados ya como ineficaces para, siquiera, preveer algo del fenómeno de la globalización que se nos ha venido encima, o de cualquiera de sus formas (Internet, la mundialización de la economía, la cultura global, etc.) etc.. Con esos mismos presupuestos mentales intentan ahora, los citados agoreros, arrojar luz (es un decir) sobre dicho fenómeno, sólo que han colocado el fanal en la popa, enfocando hacia el ‘mar’ que dejamos atrás a toda velocidad. Pero la realidad es la que nos está enseñando con su devenir vertiginoso: el acceso a la información es un hecho que transforma las sociedades. Gran parte de la presión social que condujo a la caída del muro de Berlín fue provocada por el hecho de que los ciudadanos de Alemania oriental tenía acceso a la información de lo que pasaba, de cómo se vivía, al otro lado. La censura no pudo parar las emisiones de la TV por satélite. La capacidad del fenómeno Internet como medio instantáneo de acceso a la información generada en todo el planeta se está revelando aún mas poderosa que la tv, que, entre otras causas, fué detonante de la caída del muro. También se ha visto cómo ha afectado la sigilosa (no fué publicada en los medios convencionales) movilización a través de Internet al fracaso de la cumbre de la OMC en Seattle. La sociedad de la información global no debe ser ya pensada sólo en términos de sociedades como países, como bloques homogéneos sujetos a fronteras políticas tal como se acostumbran a representar en los mapas. Internet no es un medio de difusión. En Internet, cada uno, individualmente, atrapa la información y la trae hasta su pantalla (no nos la emiten como en la TV, nos conectamos y la traemos) y al mismo tiempo, es capaz de emitir su información. Se ‘conecta’ temporal y asincrónicamente, en un acto individual, a una sociedad red (Castells) que no se corresponde con su cultura local ni siquiera con un territorio geográfico concreto. En ésta inciativa no cuentan las distancias, ni las barreras geográficas o las fronteras políticas. Sólo cuenta la información, que ademas viaja a la velocidad de la luz. Ni siquiera cuenta la hora local ya que es un sistema asincrónico. Es decir, cualquier niño mediterráneo del norte o del sur es capaz, si tiene en casa, o en el colegio un ordenador, de relacionarse con otros niños de Australia, Sudáfrica o Canadá. No importa de qué latitud ni con que horario (la red está abierta 24 horas al día). Si lo consigue hacer, y muchos lo harán cada día más, ésto cambiará su mentalidad y, probablemente, su cultura y futuro serán diferentes debido a ello. Nicholas Negroponte piensa que ‘ser digital’ es un proceso generacional y que la próxima generación hará de éste fenómeno algo suyo. Por ello, ha puesto en marcha en el MIT un proyecto denominado 2B1 cuyo lema principal es "Ancho de banda libre de impuestos para todos los niños del mundo". Está convencido que el acceso de calidad a la Red, a la información sin fronteras, es el camino más corto para mejorar las oportunidades del futuro de los niños del tercer mundo. Si no es aprovechando lo más positivo del fenómeno planetario
de la revolución informacional en curso que abarcará (también)
a toda la cuenca mediterránea (si nos gusta, sera así, y
si no nos gusta, también): ¿Qué otra oportunidad nos
queda en éste punto de inflexión histórica en que
estamos para reequilibrar el Mare Nostrum?. Actuemos y pensemos globalmente
también en el Mediterráneo, en una sociedad global mediterránea.
En esos términos la pensó Adriano. Que el Mediterráneo
sea el mar más inteligente.
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