h u m a n i d a d e s 

LA DECONSTRUCCIÓN SENTIMENTAL

Ana Valero
Entre tanto, según las teorías que ella creía buenas, quiso sentirse enamorada.
En el fondo de su alma, sin embargo, esperaba un acontecimiento. 
Madame Bovary. Flaubert.

Boswell: Cuando no hacemos nada, nos aburrimos.
Johnson: Eso es porque, como los demás están ocupados, nos falta compañía.
Pero si tampoco ellos hicieran nada, no nos aburriríamos: nos divertiríamos los unos a los otros.
Defensa de los desocupados. Stevenson.

Una variación hacia la persona supuestamente amada parece impugnar el amor por ella; el alejamiento del amigo parece anunciar una despedida y cualquier desafecto parece derivar de hostilidad. La alegría es entusiasta y la tristeza amarga, el miedo inminente y la ambición intrigante, el solitario egoísta y es desinteresado el altruista. Lo he leído todo, se decía Emma Bovary y pretendió pasiones absolutas y viajes exóticos que construyeran otra novela que ya no leería, ocupada entre sentimientos y equipajes. 

Los sentimientos –estados anímicos o afectivos- se definen por sus contrarios. El amor se enfrenta al odio y la afinidad desaprueba cualquier contrariedad. Parecen oposiciones excluyentes y jerárquicas que condicionan actitudes y tendencias. Los sinónimos y antónimos construyen una divisoria infranqueable. Nadie escapa de las palabras. Pero las palabras impresas o filmadas secuestran y, a la espera de otros acontecimientos, uno cree sentirse enamorado, airado, conmovido, enemistado, feliz. Ella por su parte nunca se preguntó si lo amaba. Si Emma se hubiera preguntado ¿Le amo?, si yo me preguntara por qué no te abandono y tú te preguntaras por qué no dices Te quiero. Emma hubiera contestado pasiones, tal vez yo te abandonara y tú pronunciarías la palabra silencio. Ella era quijote, tú esperas y yo he leído demasiado. 

No fueron los personajes de una u otra novela quienes decidieron mis atracciones y aversiones pero tantas palabras me raptaron sin resistencia y definieron mis querencias por oposiciones. Continué leyendo y diciendo sucesiones de palabras. Amistad, diversión, lealtad. Amor, admiración, complicidad, seducción. Felicidad y entusiasmo. Ecuanimidad. Compasión. Descarté sus contrarios y si en algún encuentro no les conté ilusiones ni preocupaciones, enumeré sinónimos de amistad que me animaron a contarles; si al verte o escucharte no me atrajiste ni me interesaron tus noticias, te inquieté o me marché diciéndote que imaginaba otro amor único; si no sonreí ni ajusté ni me conmoví, repetí las palabras alegría, equidad y comprensión que anularon la destrucción del momento. No concordé la palabra envidia con sus nombres ni las letras de apatía declinaron con tus ojos. Las raptoras me observaban y entre las relegadas hubo quienes protestaron y exigieron que las conjugara pero yo decía y pensaba y sentía sólo unas cuantas y tan absolutas que no fueron desvirtuadas por las palabras de otros pero sus accidentes y tus gestos las agotaron.

Mis palabras se consumieron pero no escapé inmediatamente. Fui mi prisionero y prostituí otras palabras que funcionaron por temporadas. Cómo huir de las oposiciones aprendidas que enfrentan la presencia a la ausencia derrotada: dices, haces, estás, eres o no dices, no haces, no estás, no eres. Cómo esquivar las jerarquías excluyentes que pretenden trascendencias. La bondad vence a la maldad, el amor al odio y el ánimo al desánimo. Abusé de todas las palabras y se vaciaron. Destruí el diccionario. Cómo pensar sin antónimos y cómo sentir sin palabras. No decía palabras, / acercaba tan sólo un cuerpo interrogante (…). 

Y un cuerpo sin palabras no piensa sentimientos, es un ávido de sensaciones. Huirá de unas y deseará repetir otras. En un mismo instante sentirá frío y calor o ni frío ni calor, será fuerte y débil o débil y fuerte, se divertirá y se aburrirá entre amigos, tenderá hacia ti las veces que podría no ser atraído por tu mirada. El cuerpo sin palabras percibirá, será impresionado, rechazado, abrazado, tropezará y será un interrogante porque ignoraba que el deseo es una pregunta/ cuya respuesta no existe (…). El cuerpo sin palabras no conoce los antagonismos, ignora las jerarquías sentimentales y traspasa las oposiciones excluyentes. No siente más rapto que el que está ocurriendo. Pero es insolente y pregunta demasiado, recordará el frío y el calor, sus compañías y tu sueño y querrá volver a ser "igualmente" impresionado. Motivará y obtendrá o no los efectos que busca incansablemente en sus sonrisas y en tus silencios o en las palabras de otros. El deseo de repetir acciones y reacciones como si fueran desconocidas provocará tendencias y rechazos. El cuerpo sin palabras pretenderá sentir una y otra vez pero igualmente aquellas intensidades y serenidades que recuerda y exige. Construiré un nuevo diccionario de uso que encuentre la fórmula imposible de repetir la novedad de conocerte, actuaré la emoción de entonces y te inventaré otro nombre.
 

ASENSI, MANUEL, Historia de la teoría de la literatura, Valencia, Tirant lo Blanch, 1998.
BALLANCHE (1801), Del sentimiento considerado en sus relaciones con la literatura y las artes. 
CERNUDA, LUIS (1936), La realidad y el deseo. Madrid, Castalia, 1987.
FLAUBERT, GUSTAVE (1856), Madame Bovary. Madrid, Cátedra, 1999.
MARÍAS, JAVIER. Pasiones pasadas. Barcelona, Anagrama, 1991.
STEVENSON, ROBERT L. (1881), Virginibus puerisque y otros ensayos. Madrid, Alianza, 1994. 
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