Título: Las amistades
peligrosas • Autor: Christopher Hampton • Editorial: Plot
Crítica por Rafael Cruz
Me gustaría aclarar que la
presente edición de Las Amistades Peligrosas se trata del guión
cinematográfico que realizó Hampton de su propia obra teatral,
que dirigió de manera prodigiosa Stephen Frears y que mereció
el Oscar de la Academia de Hoolywood al mejor guión adaptado en
1988.
El corpus central del texto es el
triángulo de perversión formado por la Marquesa de Merteuil,
el Vizconde de Valmont y Madame de Tourvel. Un texto que, a su vez, está
basado en la novela epistolar de Choderlos de Laclos sobre la corrupción
y la decadencia moral en la Francia de antes de la Revolución. La
versión teatral fue, en su momento, un gran éxito de taquilla
en Londres y Nueva York y lo está siendo ahora en las carteleras
españolas protagonizada por Amparo Larrañaga, Maribel Verdú
y Toni Cantó.
La curiosidad de la presente edición
radica precisamente en que se trata de un guión cinematográfico
que pasó por mil y una vicisitudes antes de su milagrosa realización
– una de ellas fue el plantón que le dio Milos Forman a Hampton
y que terminó en la otra versión cinematográfica que
se conoce: Valmont. El primer borrador se escribió en un mes ante
la noticia de que Forman llevaba varios meses de ventaja en la confección
del guión y acto seguido empezó a hablarse de actores –siempre
sonaba John Malkovich-, después se le ofreció a Glenn Close
la Marquesa de Merteuil que ya había protagonizado en los escenarios;
aceptó de inmediato. Por último había que encontrar
una actriz para la bella e inocente Madame de Tourvel y se pensó
en Michelle Pfeiffer que -¿coincidencia?- le había sido ofrecido
ya el guión de Milos Forman, así que la Pfeiffer mientras
rodaba Conexión Tequila llevaba en el coche los dos guiones hasta
que finalmente se decidió por el de Hampton.
Los guiones publicados a menudo
no son otra cosa que el borrador final del guionista o del guión
del rodaje. Las diferencias inevitables entre un texto así y la
película acabada pueden resultar fascinantes, pero en ocasiones
parecen insinuar algún tipo de reproche o de crítica. En
este caso el guión se parece en extremo al resultado final y eso
es de agradecer sin duda al trabajo en equipo de Frears y Hampton dos monstruos
en sus campos artísticos.
No se decepcionará ningún
lector que se acerque a esta edición pues, como digo, merece mucho
la pena curiosear un género escaso, el del guión cinematográfico,
pero apasionante que ayuda a destripar el juguete tan complejo que
es finalmente la realización de una película. |