Silencio Rebelde
Olvidados en un lecho devoraban palabras
que caían incandescentes sobre sus párpados
abrasados, embriagados y desnudos
de silencios y metáforas poseídas, acariciadas
para después sacrificarlas con frialdad
hasta nueva luna, hasta nueva perfidia.
El uno sin el otro complemento de la nada.
Palabras ahorcadas de un tálamo
sirvieron para oscurecer momentos fulgurantes
y saber que hubo dos silencios en uno
abrazados para suicidarse, maquillados para amarse.
Sus sombras, desvanecidas, atropelladas,
advertían que tenían sed,
se servían más odio y volvían a seducirse
desechos por palabras tan inmensas
cubiertas de notas musicales transparentes
atrapados en un sueño corrupto, apacible.
Aquello fue otra época, otra lluvia, otra mentira.
Sus dedos eran blancos arrecifes
que un día prometieron cubrirlos de perlas.
Palabras roídas, sin origen, bastardas.
Esas letras calcinadas vuelan grises en pedazos
en una habitación deshabitada, rebelde por naturaleza
con demasiados recuerdos que desgarrar, que llorar, que fumar
con demasiados silencios que llenar.
Y me cuentan que ella yace
sobre una carretera herida, ensangrentada
de una ciudad helada en cenizas grises.
Su cara marcada por el hierro encadenado
su corazón mártir, esquivo, atormentado, fugitivo,
infiel a sus estrofas más insolentes
escritas por él, quien violó tantas veces su alma.