m o n o g r á f i c o e s c e n a

Elías Pino Sánchez

WAGNER, NIETSZCHE Y MAN ON THE MOON

Cuando uno se declara rebelde contra el Arte o afirma ser crítico con el Arte, ¿a qué se está refiriendo uno mismo? ¿Hasta dónde hay que llegar con la crítica? ¿Debemos de conformarnos con tal o cual nivel de "creación" artística? ¿Qué grado de compatibilidad deben tener público y artista? Pretendo exponer la postura ya conocida de la crítica de Nietzsche a Wagner pero desde el punto de vista de Hollywood.

Nietszche afronta la crítica artística hacia Wagner de la siguiente manera: si afirmáramos que Wagner es lo que hoy día Hollywood no nos equivocaríamos: la puesta en escena con multitud de efectos especiales; los temas burgueses más recurrentes; buscar el éxito más arrollador posible de público... Pero lo más importante es que la música de Wagner es maravillosa y ese es el problema que tiene Nietzsche y a mi juicio el más importante. Cuando nos introducimos en una sala de cine (copada por las distribuidoras de cine americano) se apagan las luces y nos entra por los ojos y los oídos un bombardeo de información sensible. Más incluso ahora que hay salas ultramodernas en las que el cuerpo entero siente las ensordecedoras vibraciones acústicas (como los tambores de Semana Santa). Tal es el efecto que por aquel entonces  debían de producir las operas de Wagner. Lo que Nietzsche no puede soportar de Wagner es que un hombre con esa capacidad para hacer música se venda de esa manera; tal y como le ocurre a muchos directores europeos tentados por los millones de Hollywood. La fundamentación de todo esto está en muchas causas, pero lo más curioso es que nuestros sentidos se han acostumbrado a esos códigos narrativos. Nietzsche quiere que nuestros sentidos no se aletarguen ni se queden embotados, pues ello nos hace perder filo crítico. A él mismo le gustaba la música de Wagner, pero debía rechazarla por todos sus contenidos ideológicos y todo lo que representaba del mundo burgués (entre otras muchas cosas). Nietzsche quiere que seamos una bola de nieve pensante que esté en continúo movimiento porque si no se cristalizarían nuestras posiciones. De hecho algo así ocurre con el cine. Es curioso observar cómo cuando hay un ciclo de cine en cualquier universidad se llena de público. O sea, es falso que los espectadores no quieran otro tipo de películas. Supuestamente, Hollywood da lo que pide el público.
 

Pero no me justifico en base a argumentos racionales ni me escondo de forma vergonzante. Es preferible una actitud indolente abiertamente reconocida que justificarse por los propios gustos. 

Me ocurrió con la película de Visconti El gatopardo. Resulta que el público intelectual y culto universitario (no el niñerio adolescente al que ahora está dirigida la producción) a la salida comentaba: película muy larga, lenta, muy bonita película de época, naturalista, gran trabajo de los actores... Pero nadie habló del contenido ideológico: la lucha de clases entre la aristocracia y la burguesía incipiente; de las contradicciones entre ambas. No es que nadie se diera cuenta de que esos temas estaban ahí, lo grave es que en esos detalles que criticaban a la salida está la clave narrativa del drama humano entre la burguesía y la aristocracia. Si nuestros sentidos están acostumbrados desde hace años a cientos de fotogramas por segundo o a música empalagosa que anuncia perfectamente si es una escena de amor, ¿cuál es el esfuerzo que debemos hacer para afrontar de forma sincera la crítica de una película? De todas formas ello no significa que no pueda a uno gustarle el cine hollywoodiano hipócrita y pasteloso. Al contrario, como Nietszche mismo se podía deleitar con Wagner a mi me pueden encandilar las películas de terror adolescente o de piratas (recordemos que Hollywood es especialista en producir géneros). Pero no me justifico en base a argumentos racionales ni me escondo de forma vergonzante. Es preferible una actitud indolente abiertamente reconocida que justificarse por los propios gustos.

Feyerabend ya señalaba que parece que nada es justificable desde el gusto; que cuando nos preguntan porque haces esto o aquello y contestamos que por gusto, apelan a nuestro buen juicio para que recapacitemos pues ello no es razón suficiente para justificar nada.
En Man on the moon, película relativamente reciente de Milos Forman, Jim Carrey interpreta a un cómico americano especialista en happenings y performances.
 

Él ha aceptado porque ello le puede abrir otras puertas para la creatividad e innovación artísticas. Primero se tendrá que enfrentar con la cadena de televisión que persigue la más pura productividad. Luego con algo aún más grave, el mismo público. De hecho, él comienza una gira por distintas universidades para presentar otro tipo de show diferente creyendo que la universidad es la institución mejor preparada para hacerle llegar su labor.

En la película nos muestran su vida y como él consigue un espectacular éxito de público gracias a una telecomedia televisiva donde interpreta a un personaje tonto pero entrañable. Él ha aceptado porque ello le puede abrir otras puertas para la creatividad e innovación artísticas. Primero se tendrá que enfrentar con la cadena de televisión que persigue la más pura productividad. Luego con algo aún más grave, el mismo público. De hecho, él comienza una gira por distintas universidades para presentar otro tipo de show diferente creyendo que la universidad es la institución mejor preparada para hacerle llegar su labor. Pero cuando llega a un público abarrotado de un paraninfo universitario se encuentra con que le piden que haga de ese personaje tonto de la televisión. Así que decide darles un "castigo" subvirtiendo a la misma universidad y comienza a leer El gran Gatsby que lee de un tirón. Milos Forman, inteligentemente, pasa la cámara fugazmente por el público del acto y podemos ver sólo a unos cuantos que se ríen.

Se han dado cuenta que lo divertido y cruel es que ha ido a la universidad a leer un clásico literario. Pero el resto del público se aburre y termina marchándose.
Esto sería totalmente aplicable hoy día en nuestras universidades que se llenan de intelectuales como Gomaespuma o F. Savater. Pero si va alguien de reconocido prestigio académico con algo que enseñarnos no interesa. 

Sin embargo, para concluir, cabría preguntarse si tener una actitud crítica y rebelde frente al Arte no es sino una posición más hoy día; si incluso no puede ser sino una moda, que viene de muy atrás, eso de ser crítico; y que, de hecho, falta filo crítico entre la misma crítica y postura rebelde. 

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