h u m a n i d a d e s

Kent Lydecker
Actitudes americanas hacia el arte

traducido por Nuria Rubio y  María Ghoshe


El concepto de encuestas y análisis de audiencias debe ser considerado un asunto muy serio en un sentido profundamente filosófico. Este tipo de estudios es tremendamente útil.

Para comenzar, me gustaría hacer un comentario sobre las actitudes americanas hacia el arte. No puedo evitar recordar que a principios de la década de los 70, la National Gallery junto a otros museos presentaron una exposición llamada “La visión europea de América”. Se realizó un estudio de audiencia dirigido a determinar las actitudes americanas y el comportamiento demográfico de nuestros visitantes y descubrimos algunos datos bastante predecibles, es decir, que las visitas a los museos ayudan como coro a la educación. También encontramos otros datos interesantes como la comparación entre un museo de arte y otras formas de actividad social.

Voy a centrar mi artículo en la democracia americana de Alexis De Tocqueville. Desde Mayo de 1831 hasta Febrero de 1832 realizó un viaje a los EE.UU., que por aquel entonces era una nación en pleno desarrollo que seguía siendo objeto de curiosidad para los europeos. Basándose en esa visita de nueve meses, escribió y publicó entre 1835 y 1840 “La Democracia en América”, un profundo estudio de los ideales, de la vida política y las costumbres de América. De Tocqueville visitó América antes de que ésta comenzara seriamente a crear museos públicos como un centro de vida cultural y cívica.

Por el 1880, los museos de arte se habían establecido en las ciudades industriales más importantes como Nueva York, Boston, Chicago y Filadelfia con el expreso propósito de servir y educar al público. El Metropolitan Museum of Art se creó con el propósito de establecer y mantener un museo y una biblioteca de artes, de alentar y desarrollar el estudio de las bellas artes, y la aplicación de las artes al producto en la vida práctica. Para ello, se proporcionó una instrucción y una recreación popular. Las aplicaciones de las artes a los productos en la vida práctica, hacer eco en el análisis del énfasis americano por lo práctico de De Tocqueville. Las acciones empresariales del hombre que creó el museo ilustran la descripción de De Tocqueville de cómo los americanos se valen de las asociaciones públicas para formar su vida cívica. Los tres departamentos que se crearon en1889 se dedicaron a la pintura, escultura y el modelado, pruebas quizá de la preferencia de la democracia por la cantidad sobre la calidad, pero prueba también del compromiso de las instituciones para la instrucción pública basado en el Victorian Albert y otros museos. El concepto del modelo romano en escayola de la antigüedad greco-romana merece ser tratada como una reproducción de esa obra idealizada, cuya reproducción tiene en sí misma un gran valor educativo. Nuestro concepto de la función coral de un museo y su actividad cultural ha cambiado. En el área de la enseñanza y los museos educativos uno se da cuenta a menudo de que surgen grandes ideas y muchas formas se han acelerado en diferentes variaciones, aunque fundamentalmente continúa de modo relativo en nuestra tradición profesional. 

Ahora dejen que me acerque a la realidad del público de los museos de arte en América hoy en día y a su trabajo educativo actual ya que estamos a punto de entrar en el nuevo milenio. Me gustaría plantearles una pregunta retórica: Si De Tocqueville fuera a visitar los museos americanos de hoy, ¿qué características elegirían para ilustrar las obras de la democracia americana de finales del s.XX? Si tomamos como marco la declaración de lo que De Tocqueville buscaba en América serían: la imagen de la propia democracia, con sus pretensiones, su carácter, sus prejuicios y sus pasiones. Déjenme identificar ejemplos de estas auténticas cualidades en la vida de los museos americanos, ejemplos que nos van a ayudar a comprender un poco el contrato social que tenemos con nuestro público. 

En primer lugar con respecto a sus pretensiones. Es justo decir que nuestros museos americanos de arte están seguros de sus resultados y del lugar que ocupan en la vida cultural americana, aunque también están inseguros de sí mismos. Siempre estamos dispuestos para justificar nuestras acciones y esta prueba pone de manifiesto de diversos modos que cualquier profesional de un museo en práctica debería ser consciente de ello. Uno de esos modos es el énfasis que se encuentra en la declaración escrita de la misión, palabras que articulan el propósito institucional.

Otra indicación de la inseguridad de los museos americanos es nuestra fascinación por los estudios de audiencia. En las generaciones pasadas las encuestas de visitantes se convirtieron en el medio estándar de confirmar el éxito institucional y en el medio de ayudar a los profesionales a entender las actitudes del público hacia los museos. Por ejemplo, hace algunos años en vez de hacer estudios estadísticos se organizaban “grupos foco” en los que ciudadanos demográficamente representados visitaban el museo y después se reunían para debatir sus reacciones. Directores, presidentes del consejo de administración de confianza y otros altos cargos del museo observaban el debate. La metodología del “grupo foco” tuvo un efecto soberano sobre aquellos que se habían contentado con generalizar las expectativas y las capacidades de sus visitantes. En efecto, el método de estudio involucró al público en el planteamiento de los museos por medio de obligar a los dirigentes de nuestros museos a afrontar la reacción del público directamente. Los americanos no confían en la centralización, y por consiguiente esa práctica de los museos americanos tiende a ser altamente descentralizada. La descentralización como cualidad de la vida americana es un hecho en nuestras escuelas al que los educadores de nuestros museos deben prestar atención. El sistema de enseñanza americano confiere verdadero poder y responsabilidad del estado, especialmente a nivel local. Estamos de acuerdo en que la enseñanza es importante aunque no tengamos un plan nacional.

La descentralización de la enseñanza americana tiene varios paralelismos interesantes dentro de los propios museos. Uno de los paralelismos es la descentralización de la responsabilidad de la enseñanza en los museos americanos. El trabajo educativo del museo tiende a no estar situado en un sólo lugar, a pesar de que todos los museos tienen un departamento de educación. El personal educativo es responsable del coro fundamental de programas y actividades.

Déjenme hacer una observación. Nuestros museos no sólo depositan la responsabilidad en los profesionales, los voluntarios desempeñan un papel fundamental en la vida de los museos americanos. De hecho, el voluntariado es un mecanismo democrático a través del cual el museo mantiene importantes conexiones con las comunidades que lo apoyan. En los EE.UU. las organizaciones de voluntarios en los museos se han hecho más y más importantes en las últimas décadas. El voluntariado en los museos de artes americanos no es meramente casual o accidental. De hecho, nuestras juntas de confianza en los museos están formadas por voluntarios que realizan un trabajo no remunerado. Están allí porque lo desean.

¿Qué ocurre con los prejuicios que muestran los museos de arte americanos respecto a su papel público y a sus esfuerzos educativos hacia el gran público? A los americanos les gusta lo familiar, pero también demuestran una gran disposición para abrazar nuevos sistemas de entender la historia artística del pasado a través de los museos de arte. Por lo que se refiere a lo familiar, todo administrador de museos americanos quiere a un impresionista en su programa, ya que atraerá a gran cantidad de gente, creará nuevas vías y evitará la polémica. Los proyectos de los museos de arte que presentan lo que no resulta familiar son ignorados o provocan la feroz polémica.

Un signo mucho más interesante de los gustos americanos es el abrazo de los intereses multiculturales a través de la creación de museos que conmemoran el arte y los logros culturales de determinados grupos. Estoy pensando en el caso del arte nativo americano.

En Nueva York y en Washington se han creado nuevos fascinantes museos para conmemorar el arte americano-indio en la cultura. Deberíamos contrastar este fenómeno de la atención a las colecciones de americanos nativos u otros grupos con la presentación del arte religioso en nuestros museos enciclopédicos.

Me gustaría hablar un poco sobre las pasiones americanas respecto a sus museos. Una de las metáforas tendría que ver con las aspiraciones más elevadas del espíritu humano, devuelta al público en forma de filantropía individual. De hecho, todos los museos americanos se basan en la filantropía individual en un grado extraordinario.

La naturaleza de los industriales americanos que han hecho su fortuna y en sus últimos años han decidido devolver algo a su cultura, a su país, a menudo toma la forma de donaciones en efectivo o en arte para nuestros museos de arte. 

Mi último punto trata un tema muy simple. Hoy en día, podemos encontrar en los museos de arte americanos ejemplos de 
práctica de museos que instruyen e informan a profesionales de los museos de todo el mundo ya que estamos a punto de entrar en el s.XXI. No tomo los museos americanos como modelo, pero son el más válido punto de referencia ya que los museos de todo el mundo buscan atraer la imaginación y el apoyo de los pueblos de los que son responsables. 

Por último, creo que estamos tratando conceptos como los de compartir el patrimonio cultural, estamos hablando de grupos y de su esencia de propiedad y de la institucionalización de esa propiedad a través de las actividades de nuestros museos. No me queda más que considerar que los museos de arte contienen objetos que en un frío análisis son simplemente cosas creadas por el hombre. El porqué escogemos una cosa y excluimos otra es el resultado de un proceso de evaluación y análisis. En cierto modo ejecutamos un juicio cuando escogemos una obra de arte para ponerla en un museo de arte. En América ofrecemos programas y educamos para continuar con la administración de grandes obras, que es nuestro principal objetivo. Este es un tema democrático enormemente poderoso que nos concierne, y por esa misma razón pienso que es útil reflejar lo que Alexis De Tocqueville vio en nuestra cultura hace ya más de 100 años.


The notion of audience surveys and analysis must be considered as serious in a deeply philosophical sense. These kind of studies are tremendously useful.
First of all, I have to make some commentary about American attitudes towards the arts. I was struck to to recall that in the early 1970’s The National Gallery and other museums presented an exhibition called `The European Vision of America´. An audience study was conducted to determine American attitudes and the behavioral demographic of our visitors and we discovered some things that were fairly predictable. We discovered some things that were fairly predictable, namely that museum visitation coral aids with education. We also found some other interesting things, such as a comparison between visiting an art museum and other forms of social activity. 
I am going to focus my discourse on Alexis De Tocqueville democracy in America. From May 1831 to February 1832, he traveled to the U.S. of Am, then a young striding nation that was still an object of curiosity for Europeans. On the basis of that 9 months visit, he wrote and published in 1935 and 1940 “Democracy in America”, a penetrating study of the ideals, political life and customs of America. He visited America before that nation seriously began to establish public museums as a focus of cultural life and civic attainment. 
By 1880, art museums had been established in the major industrial cities as New York, Boston, Chicago and Philadelphia, all with the express purpose of serving and educating the public. The Metropolitan Museum of Art was established for the purpose of establishing and maintaining a museum and library of art, of encouraging and developing the study of fine arts, and the application of arts to the manufacture in practical life, and to that end the furnishing popular instruction and recreation. The applications of arts to the manufacture in practical life, echoes D analysis of America’s emphasis on the practical. The entrepreneurial actions of a man who established the museum illustrate De Tocqueville’s description of how Americans use public associations to shape civic life. The three departments created in 1889 were for painting, sculpture and casts, proofs perhaps of democracy’s preference per quantity over quality, but also proof of the institutions commitment to public instruction, based on the Victorian Albert and other museums the notion of the roman plaster cast of the greco-roman antiquity, was deserved as a reproduction for that idealized work , which reproduction has great educational value its own. Our notion of the coral function of a museum and its cultural activity has shifted. In the area of teaching and educational working museums one often finds that great ideas have come about and many forms have been reprised in different variations but ultimately the relatively continuous in our professional tradition.
 But let me jump now to the reality of American’s public art museums now and their educational work today, as we are about to enter the new millennium. I would like to pose a rhetorical question: If De Tocqueville were to visit America’s museums now, what characteristics would you choose to illustrate the workings of democracy in its late 20th century American form? Taking as a frame De Tocqueville’s statement that he sought in America, the image of democracy itself, with its pretensions, its character, its prejudices, its passions. Let me identify examples of these very qualities in American museums life that may help us to understand something of the social contract that we have with our publics.
First, with regard to its pretensions. It is fair to say that our American art museums are confident in their achievements and in their place in American culture, but also extremely self-conscious about them. We are always ready to justify our actions and this samples manifests itself in several ways that any practicing museum professional would be aware of. One is to the emphasis that is placed on the mission’s written statements, the words that articulate institutional purpose.
Another indication of the American museums self-consciousness is our fascination with audience studies. Over the past generation visitors surveys have become a standard way of confirming institutional success, and for helping professionals understand public attitudes towards museums. To cite just one example, several years ago rather than do statistical study, they organized focus groups in which demographically representative citizens visited the museum and then met to discuss their reactions. Directors, presidents of boards of trusties, and other top insiders observed the discussion. The methodology of the focus group had a sovereign effect on those who had been content to generalize about their visitors expectations and capabilities. In fact, the study method brought the public into the museums planning by forcing our museum leaders to confront public reaction directly. Americans are suspicious at centralization, and that museum practice in the U.S. tends accordingly to be highly decentralized.
At the national level, Americans are reluctant to act collectively. Decentralization as quality of American life is a fact in our schools as well in one that museum educators must attend to. The American education system vests real power and responsibility of the state, and specially at a local level. We agree that education is important, but we have no national curriculum.
The decentralization of American education has several interesting parallelisms within our museums themselves. One is the decentralization of educational responsibility in American museums. The educational work of the museum tends not to be located in one place, even though every museum has an education department. The education staff is responsible for the fundamental choir of programs and activities.
Let me observe that our museums do not vest responsibility in professionals alone, volunteers play a central role on American museum life. Voluntarism is in fact a democratic mechanism through which the museum maintains important links with the communities that must support it. In the U.S., volunteer organizations in museums have become more and more important over recent decades. Voluntarism in American art museums is not merely casual or incidental. Indeed our museum trusties are volunteers, they are not remunerated. They are there because they want to be.
Now, what about the prejudices that American art museums display with regard to their public role and their educational efforts for wide public. Americans like the familiar, but Americans also demonstrate a great willingness to embrace new systems of understanding the artistic record of the past through art museums. With regard to the familiar, every American museum administrator wants an impressionist on schedule because it will draw large crowds, generate future avenues and avoid controversy. Art museum projects that present the unfamiliar are either ignored or they provoke the fiercest of controversy. 
A much more interesting sign of American likes and dislikes is our embrace of multicultural interests through the establishment of museums celebrating the art and cultural achievements of particular groups. I have in mind the case of native American art. In New York and Washington fascinating new museums have been established to celebrate American- Indian art in culture. 
We might contrast this phenomenon of attention to the collections of native American or other groups, with the presentation of religious art in our encyclopedic museums.
I want to note something about American passions with regard to its museums. One of the metaphors would have to do with the highest aspirations of the human spirit, giving back to a public through acts of individual philanthropy. In fact all American museums are based on individual philanthropy to an extraordinary degree. The mature American industrialists who have made their fortune to desire in their later years to give something back to their culture, to their country, often takes the form of donations in cash or in art to our art museums. 
 My final point is a very simple one. Today, we can find in America’s art museums examples of museum practice that instruct and inform museum professionals across the globe as we are about to enter the 21st century. I do not hold American art museums as a model, but they are the most valuable point of reference as museums everywhere seek to engage the imagination and support of the peoples to whom we are accountable.

Ultimately, I think we are dealing with notions of share cultural patrimony, we are talking about groups and their essence of ownership and the institutionalization of that ownership through our museums and activities. I am struck in considering that art museums contain objects which in the coldest of analysis are simply human created things. In a sense, we exercise judgment when we select to put one work in the art museum. Why we choose one thing and exclude another is the result of a process evaluation and analysis. In America, we offer programs and we educate to continue the stewardship for great works that is our fundamental purpose. This is a tremendously powerful democratic issue we are concerned with, and for that reason I found it useful to reflect on what Alexis De Tocqueville saw in our culture more than a hundred years ago.

Imágenes artículo


© Revista Contrastes
Página actualizada por Grupo mmm
Para cualquier cambio o sugerencia dirigirse a webmaster.
© 2000-2001