![]() Q U I E R O S E R M I L L O N A R I O Norberto
M. Ibáñez
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La revolución digital ha sido considerada por los historiadores
como un hecho más trascendente incluso que la propia revolución
industrial del siglo XIX. Estamos renovando nuestras formas de crear, de
comercializar, planificar, ejecutar y distribuir bienes y servicios. Se
trata de la primera metamorfosis en el modo de hacer negocios desde hace
más de un siglo. Un nimio y aleatorio ejemplo de lo que antepongo
se revela en la industria cinematográfica de Hollywood donde la
red de alta velocidad y gran ancho de banda Drums, permite a compañías
de cine, empresas animadoras y a editores de películas, trabajar
conjuntamente en línea y en tiempo real. Los efectos son impresionantes:
el tiempo de producción se reduce en varios meses y las empresas
pueden operar con creativos profesionales en cualquier parte del mundo,
siempre que estén conectados a la red. Los nuevos modelos de servicios
crean, cada vez más, productos y servicios a través de la
colaboración sin importar las fronteras de donde proceda esa ayuda
profesional.
Ya en 1992 con la liberalización de las telecomunicaciones, impulsada por el gobierno federal de los Estados Unidos, se anunciaba el inicio de una nueva industria y de una nueva cultura e, incuestionablemente, la constitución de un nuevo modelo de vida. Como toda revolución, la digital, a pesar de ser pacífica, instaura rápidamente un nuevo orden, efectúa cambios en las estructuras básicas desde las que percibimos la realidad coetánea, provoca un sistema caótico en cuanto a la organización y entendimiento social, ya que desafía el concepto de la existencia tal y como lo teníamos asumido. Las consecuencias podrían ser graves pero, debido a la gran capacidad de asimilación del ser humano actual "homo videns", y gracias a los sistemas educativos y a los medios de comunicación, pronto todo el mundo parece asimilar y aceptar sin miedo y sin resaca los cambios en su ecosistema. Por primera vez un invento insurrecto como ha sido internet, no ha obtenido críticas destructivas y del todo desafortunadas por parte de los líderes de opinión del momento. En cambio, otros hallazgos significativos de la historia de la humanidad no corrieron la misma suerte. De la imprenta se dijo que solo serviría para imprimir ideas subversivas por lo que era un error permitir su uso; del teléfono se vaticinó que irrumpiría en la intimidad de los hogares, por lo que no tendría ningún interés entre los ciudadanos y de la televisión se aseguró que los americanos no tendrían tiempo para dedicarle más de media hora al día. Pronósticos desviados que el tiempo se ha encargado de convertirlos en meras curiosidades. Cambios en la Metodología laboral
Esta nueva restauración empresarial, que ya es una realidad en
las grandes corporaciones y día a día es más común
entre las medianas y pequeñas empresas, permite que muchos empleados
establezcan su lugar de trabajo en cualquier parte del mundo, aunque su
presencia en tiempo real esté en la sede central de la empresa para
la que trabaja. Esta capacidad de sincronizar la actividad de muchas personas
repartidas alrededor del mundo está abriendo muchas posibilidades
de trabajo (una empresa puede tener trabajadores a su servicio las 24 horas
del día) y su director podrá vacilar como lo hacía
Felipe II cuando decía aquello de que en su reino nunca se ponía
el sol. Los analistas preven que en las primeras décadas del siglo
XXI el 80% de de la fuerza laboral de los Estados Unidos estará
empleada fuera de su centro de trabajo. En este sentido, los arquitectos
tienen que ir pensando en concebir nuevas distribuciones en sus diseños
de construcción ya que, si se cumple esa premonición, en
un futuro inmediato los apartamentos tendrán una doble función
complementaria: oficina y hogar simultáneamente.
Hombres electro-personales
Una empresaria americana que dirige un negocio en New York, en una de
las arterias comerciales más deseadas del mundo como es Madison
Avenue, admite que "vivir en la gran manzana es vivir con ventaja y si
quieres conseguir lo mejor debes estar ahí. Es como volar en Concorde
o en un vuelo regular de una compañía nacional. Si vuelas
en Concorde puedes hacer nuevos negocios mientras tomas una copa con un
gran actor, empresario, deportista de élite... de otro modo nunca
llegarías a conocerles. Viajar en Concorde te da credibilidad y
oportunidad de alcanzar metas, trabajar en Madison Avenue también".
Esta misma neoyorquina asegura tener una vida a la que ella denomina "electro-personal".
"Gracias al mail, fax, ordenador y teléfono puedo comunicarme con
todo el mundo, pero admito que a cada paso es crucial una relación
personal cara a cara", asegura Liz Sterling.
Uno de los peligros de la sociedad digital es el aislamiento, sentirse miembro de algo difuso, inexistente, sin jerarquía social, ni estatutos, sin límites geográficos sintiéndose parte de otra comunidad diferente a la real. La frialdad de las relaciones sociales en sus diferentes radios de acción puede acarrear unas consecuencias impensables. El ser humano cambiará de frecuencia en lo que respecta al trato físico, se adaptará a su nuevo hábitat como lo ha hecho otras veces y sus nuevas conductas serán consecuencia de su propia creación informática. La espiral permanece abierta y crece en su diámetro. De una industria local del pasado siglo pasamos a una industria nacional para, hoy por hoy, ser gobernados por industrias con mercado internacional, vendiendo productos para ser consumidos en cualquier parte del planeta. Hace unos años para conseguir cierto producto había que visitar una población cercana. Más tarde tan sólo hubo que acudir a otra parte de la misma ciudad para comprarlo. Enseguida el producto llegó al propio barrio, a una manzana de donde uno vive. Actualmente el producto se puede adquirir desde la propia casa mediante el ordenador. El siguiente paso en el tiempo, siguiendo esta progresión cadenciosa, es que nuestro propio cuerpo genere el producto mediante una ilusión muy real (ese es el principio de la realidad virtual). Ésto implica un receso a nuestros orígenes. El ciclo histórico podría quedar cerrado, ya que nuestros antepasados, vivían en un medio reducido, sin necesidad de desplazarse, excepto éxodos de fuerza mayor provocados por adversidades naturales, pues se autoabastecían adaptándose a su entorno. La civilización actual tendemos a estar cada vez más limitados en el espacio, vivir en un aislamiento laboral y social, abocados en pantallas que sustituyen la realidad circundante. ¿El hombre del futuro desarrollará algún instinto por el que no tenga necesidad alguna de vivir situaciones reales, comunicarse personalmente, ni interés de viajar, sin sentimientos...? Cultura Apátrida
Estamos imbuidos en una reforma mundial de las culturas, los hábitos y los métodos tradicionales de actuar. Las ideas se han copulado y un gran universo cada vez más indefinido y placentero nos arrebata personalidades y posturas o hábitos tradicionales produciéndose un mestizaje algo irracional. Pero, paradójicamente esta globalidad que fomenta la unidad, la unión, la igualdad y el corporativismo se desarrolla en antítesis desde la individualidad, porque internet, al menos hasta el momento, no es un instrumento de manejo colectivo. Por tanto, este sistema antagónico en sí mismo genera universalidad a la vez que inspira autonomía y aislamiento. Un joven de hoy que mantenga una relación diaria con la red ya no tiene como amor platónico a su vecina o compañera de instituto, sino a una joven canadiense con la que se comunica mediante los chating a diario y se cartea mediante e. mail y no va a una fiesta porque prefiere pasar la tarde con su amada cibernauta. En esta línea, se observa un cambio social en ciernes en el que se presagia que las relaciones interpersonales se enfriarán cayendo en un vacío espectacular, en un viaje hacia la independencia social. |
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