c o m u n i c a c i ó n
La universidad futura: un par de reflexiones
Pedro Pernías

Es un hecho que la tecnología está cambiando la sociedad, las relaciones personales y hasta las percepciones individuales y una de las organizaciones que más está cambiando es la Universidad. Las maneras tradicionales de hacer las cosas en ella se ven alteradas para poder seguir cumpliendo el objetivo final de la institución, a saber, la transmisión de la ciencia y del conocimiento.
Esas maneras se constituyen en lo que podríamos denominar, en líneas generales, modelos educativos. Los mencionados modelos son, pues, un “retrato robot” de la forma general de proceder aunque su complejidad aumenta en cuanto profundizamos en ellos, ya que son muchas las variables que intervienen en ellos.

¿Cuál es el modelo de la Universidad en Red? ¿Cómo va a ser la Universidad que estamos creando?
Más que hacer un análisis exhaustivo de las características que definen ese modelo, tarea que podría dar lugar a tesis doctorales, vamos a mencionar algunas de ellas que nos han resultado de especial interés en nuestra exploración y diseño de lo que pensamos que va a ser la Universidad del Futuro, en la que las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) tendrán un papel creciente.

Individuo vs. Grupo
Hace algunos meses, durante la ejecución de uno de nuestros cursos en los que exploramos un sistema de tele-formación se produjo una circunstancia que nos obligó a una reflexión profunda sobre nuestra visión de lo que va a ser la Universidad del futuro.
Hay que empezar diciendo que nuestro sistema de tele-educación estaba pensado para facilitar la comunicación profesor-alumno aun cuando no compartiesen ni espacio ni tiempo. Este sistema procuraba respetar la idiosincrasia de la comunicación docente en lo que suponíamos podía ocurrir si estos dos agentes se encontraban en el llamado “ciberespacio”, con lo que conseguiríamos trasladar a este singular medio lo que venía ocurriendo en las clases tradicionales. 

Los alumnos recibían formación, al igual que sus profesores, acerca de la dinámica de la herramienta y su uso, que, por otro lado, era muy simple y no añadía complejidad al acto de aprendizaje más allá de la inherente al uso básico de un ordenador.
Los coordinadores del curso nos pidieron que se generasen herramientas para controlar el uso de la red por parte de alumnos y 
profesores, a fin de monitorizar la comunicación docente y comprobar que se cubrían los objetivos.

Sin embargo, observamos con sorpresa que los alumnos más aventajados de este curso, lejos de conectarse de manera individual para comunicarse con sus profesores o hacer sus ejercicios, se organizaban en pequeños grupos espontáneos que, aprovechando la mejor conexión o habilidad de alguno de los componentes, trabajaban reuniéndose los fines de semana en el hogar del mencionado miembro y se conectaban a nuestro sistema de tele-educación como si fueran una sola persona, desbaratando cualquier intento de controlar individualmente los accesos al sistema.

Estos grupos de estudio, nada extraños por otro lado en la práctica habitual de la Universidad tradicional, actuaban como grupos de auto apoyo en los que las carencias de algunos eran suplidas por las aptitudes de otros, pero cumpliendo todos ellos el objetivo final del curso.

Esta situación, además de hacernos añadir algunas opciones nuevas a nuestros futuros desarrollos de sistemas de tele-educación nos induce a una reflexión acerca de cómo va a funcionar la Universidad del futuro, en la que los alumnos, olvidados y relegados al simple papel de usuarios, aún tienen mucho que decir.

Nuestros modelos educativos para la tele-enseñanza, replanteados en la actualidad gracias a las posibilidades que ofrecen las TIC tienden a basarse en los existentes en otras latitudes. Las universidades anglosajonas, pioneras en la tele-educación, y ahora vanguardias del uso de las TIC en la educación a distancia,  nos presentan unas propuestas muy interesantes que muchos de nosotros hemos estudiado para hacer las nuestras. 

Sin embargo, un análisis diferencial en cuanto a modelos didácticos de la tradicional universidad presencial presenta elementos muy interesantes. Si pudiéramos hablar de dos modelos didácticos, el que podríamos llamar “modelo anglosajón” y el “latino” , encontraríamos que, mientras el primero hace un gran uso de la relación profesor-alumno en forma de tutoría personalizada, el segundo está más orientado a la relación profesor-grupo. Aquí, el profesor se relaciona principalmente con la clase, reduciendo la tutoría a un componente complementario.

Este simple análisis, por otra parte muy superficial,  nos debería hacer pensar en que la adaptación que podamos hacer de los modelos de tele-enseñanza al uso en América del Norte y Reino Unido, fundamentalmente, ha de tener en cuenta que los universitarios de nuestro ámbito demandan interacción grupal: la universidad, para ellos, tiene un componente de “plaza pública” que la tecnología debe resolver si quiere usar el nuevo medio para desarrollar una universidad del futuro.

Presencial vs. No-presencial
La oportunidad que ofrecen las TIC para ampliar las esferas de influencia de las universidades está siendo aprovechada en forma de cursos de enseñanza a distancia, generalmente, utilizando Internet para realizar las comunicaciones, aunque no exclusivamente. El formato de estos cursos suele ser el de un curso de enseñanza programada más o menos bien construido, con materiales accesibles mediante la red, enviados a casa del alumno por correo y complementados, en cualquier caso, por la labor tutorial de profesores especialistas que solucionan los problemas y cuestiones que el alumno pueda generar durante su aprendizaje.
En algunas ocasiones, se usa la tecnología de manera más profunda, incluyendo materiales multimedia cuya ejecución aprovecha las posibilidades del nuevo medio.

También es frecuente encontrar modelos mixtos presencial/no-presencial en los que existe una parte del curso más o menos extensa que se realiza de  la manera normal, es decir, juntando alumnos y profesores en la misma aula durante un tiempo determinado, para luego complementar el trabajo realizado mediante el uso de las TIC. 
A esta forma de organizar los sistemas informáticos y la tarea docente se le ha dado el nombre de “campus virtual”, posiblemente por la metáfora que supone el imaginar un campus que tiene existencia, puesto que él ocurren hechos educativos, pero su existencia no es física.

También en este aspecto existen diferencias entre los “campus virtuales” anglosajones y los latinos: los primeros suelen reducir el componente presencial a la mínima expresión,  hasta llegar a su desaparición. Los campus virtuales se transforman en herramientas exclusivas para la educación a distancia. Sin necesidad de cruzar el mar para ver un ejemplo, podemos ver un exitoso ejemplo de este tipo en la Universitat Oberta de Cataluña. Allí, los alumnos no tienen un campus físico en el que reunirse a recibir clase: los materiales les son enviados por muchos medios para su auto-estudio y el campus actúa como espacio de trabajo para la tutoría y la participación

El resto de las universidades presenciales españolas –y muchas latinoamericanas- están creando sus propios desarrollos pero con otro modelo subyacente: aquí se trata de mejorar la calidad de la enseñanza presencial complementándola con el uso de herramientas telemáticas. De manera que se produce una revalorización de la presencia física del alumno en el campus. Dicho de otra manera, el alumno y el profesor tendrían que juntarse en el mismo espacio y tiempo para realizar las cosas que no pueden tener lugar en el espacio telemático. Ello produce una reconsideración del tiempo presencial, que es utilizado para realizar las tareas que realmente necesitan del contacto directo profesor-alumno para realizarse. La pura recogida de información, la transmisión directa del conocimiento y alguna práctica más o menos rutinaria quedan para el campus virtual. Un ejemplo de este tipo de utilización es el Campus Virtual de la Universidad de Alicante(CVUA), que ha introducido a los más de treinta mil alumnos de la Universidad en la red e implicado a más de un tercio de sus profesores en su uso (datos curso académico 98/99). Este campus está demostrando ser un modelo a seguir cuando se trata de adaptar a la universidad tradicional a nuevos usos y maneras. 

Sin embargo, los dos modelos de campus virtual tienden a encontrarse en un espacio común de teleformación en el que la posible competencia entre universidades por recursos y alumnos cada vez más escasos será superada por la colaboración e intercambio entre instituciones para beneficiarse de las mejores características de cada una de ellas.

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