m o n o g r á f i c o e s c e n a

M.A. Conejero Dionís-Bayer

EL PARAISO PERDIDO, INFIERNO CONSTRUIDO

Para el profesor Esteban Pujals


El autor ofrece un peculiar análisis de la estética para una nueva lectura de El paraíso Perdido, de Milton

Esta es la historia de la desobediencia del hombre. De la primera y definitiva desobediencia del hombre. Esta es la historia de la transgresión de unos ángeles que no quisieron aceptar la ley de Dios, sus normas, sus reglas del juego y como siempre inevitablemente este tema es una historia llena de belleza y llena de amor. Queremos bucear en la idea de que lo bello es feo y lo feo es bello, y el cielo es el infierno y el infierno es el cielo. Como siempre los que pierden, en este caso satánicos ángeles bellos aparecen ante nosotros resplandecientes de hermosura y, como siempre nos impresionan porque son bellos y porque no ganan la batalla ética (construcción del infierno estético). La belleza siempre está de parte de quienes pierden (si pierden contra Dios) nunca del lado de quienes ganan y lo hacen con la Gracia de Dios. La Arcadia para que sea Arcadia tiene que ser amarga. El paraíso para que lo sea tiene que perderse, hemos de perderlo (hay felicidad porque ha habido desgracia antes). Esta es precisamente la misión del Arte, poner límites a la felicidad para que exista, hacer difícil el camino de la belleza para que nos seduzca; introducir el pecado para que el perdón resulte teatral. Construir la transgresión para que sea apreciada la Gracia. En esta historia se pierde para siempre la vida eterna para recuperar para siempre la vida del Arte. En esta historia sucumbe el hombre para que gane el demonio y con él progrese verso a verso la historia que escribe el poeta.
 

Ellos pesan, ellos sueñan
pero no saben que viven

Lo que resulta intolerable en este paraíso Perdido es que acabe como las tragedias. O mejor dicho: lo que resulta hermoso es que así sea (recordemos como empieza la tragedia de Macbeth: "Fair is foul and foul is fair"/ "lo bello es feo y lo feo es bello"). De este modo crece en nuestro interior la congoja, una especie de misericordia estética. En Medida por medida, Mesure for mesure, Shakespeare  a pesar del título tremendista de la pieza, perdona a todos los pobladores del escenario. Así el Duque - Dios- sale de su escondite y arregla las cosas para que nos vayamos contentos. Angelo -Satán- tiene su oportunidad  y no es arrojado al lado de las tinieblas. Claudio y Julieta -Adán y Eva-  no son expulsados del paraíso.

Pero la historia que cuenta este poema (Paraíso Perdido) no acaba como las comedias o ni siquiera acaba como Mesuare for mesure, que es una comedia siempre descrita como “oscura”, sino como las tragedias. Por eso la soledad del héroe llega a ser la nuestra, y su maldad un sentimiento que nos resulta familiar con el que amoralmente comulgamos; hay una especie de reto peligroso en el que deseamos que gane el malvado porque es el malvado el que nos parece hermoso. Troilus and Cressida de Shakespeare, llena de encantos, porque es imperfecta. Y con Yago (Othello, de Shakespeare) porque es odioso. Y en Gloucester (Ricardo III, porque es deforme y con los monstruos de los cuentos medievales porque los héroes de cartón piedra quieren matarlos. En el Arte, en los poemas, en las tragedias, inconscientemente deseamos el triunfo del malvado, convertimos en héroe al antihéroe invirtiendo los términos de la moral aceptada. Así, el paraíso que perdemos es en realidad el que ganamos, tal es la belleza de nuestros supuestos enemigos.
 

Sea como fuere esta es la historia de alguien -irreversiblemente hermoso- que quería ser como Dios y que fue condenado a las tinieblas arrastrando tras él a multitud de generaciones a causa de su belleza. "…Y el infierno al que Satán es enviado está rodeado por las llamas - y las llamas no daban luz sino que hacían la oscuridad más visible, de forma que sólo el horror quedara al descubierto y ni la paz ni el descanso pudieran habitar en él". 

¡Qué inmensa la diferencia con el cielo del que había sido desposeído! Pronto Satanás vislumbró a quienes habían pecado de soberbia con él (los ángeles compañeros).Entre ellos apareció en primer lugar Belzebú, a quien quería y estimaba cuando juntos brillaban en el cielo."¡Cuán sumido en el fango! ¡qué espantoso el cambio que has sufrido…!"
le dice al verlo en el fango. Muy pronto, demasiado pronto, el Arte se convierte en eficaz aliado de la soberbia del héroe caído. Satán quiere vengarse, Satán no se conforma con su destino y nosotros deseamos secretamente la victoria del monstruo que llevamos dentro en cuya belleza nos reconocemos. Por eso, de pronto, la Ira de Dios nos parece tiranía del cielo y Satán, lejos de ser un repugnante demonio se nos antoja un querubín vencido… (todo muy bueno para el Arte pero muy ambiguo porque es un engaño en su estructura profunda).

“… Sus ojos son penetrantes, luminosos. Su cabeza se yergue por encima de todas las miserias de nuestra inferioridad. Su cuerpo abarca, monstruosos, todo el universo y es como una isla de peligro en la que podíamos perecer. Este es Satán, el que viajó hasta las tinieblas, donde ya moraba Belzebú, por querer ser como Dios. Este es Satán el que sedujera al hombre y a la mujer ¿al hombre y a la mujer? ("¿quién los sedujo -pregunta el viejo poeta atormentado (es decir, Milton) - e hizo que de forma repugnante se revelarán?"). Este es Satán, cuyo atractivo redujo al hombre y a la mujer. A los dos. No es a la mujer sólo. A los dos, al hombre también… Hay algo en esta historia que es engañoso. ¿Por qué deseamos desde el primer momento el triunfo de Satán ¿No es Satán un ser repulsivo? El poema que ahora leo no fue escrito para aprender a odiar a Satán. Desde el principio intuyo que no voy a poderme poner de parte de la virtud (¿se pone Milton de parte de la virtud?).

Si "érase una vez un príncipe…" es la forma lógica de atraer nuestra atención, si es así como se nos exige que aceptemos las hazañas del héroe, (como aprendemos a admirar a Roland y a Beowulf), ¿por qué no empieza esta historia contando las virtudes de Dios o las del hombre. Sospecho que ésta no es la historia del paraíso que perdieron nuestros primeros padres. Creo entender que esta es la historia del éxito que debió tener -y no tuvo- el malvado arcángel de las tinieblas, aquel a quien se llama Príncipe, Capitán de Tronos y Poderes, General de Ejercitos Resplandecientes en más de una ocasión. La historia del éxito que debió tener o quizás  la historia del éxito que tuvo: porque Satán, rodeado del resplandor que la obscuridad y las ambigüedades provocan, sedujo al hombre, sedujo a la mujer , al ángel -al fin- del paraíso; artífice de cielos y de infiernos.

"Érase una vez un hombre y una mujer que eran felices hasta que apareció…"  Así tenía que empezar una historia en la que nosotros fuéramos los héroes. Pero no es así, los casi ochocientos versos del primer libro del paraíso perdido están dedicados a Satán, a Belzebú, a los alados semidioses que llenan de belleza un escenario, hecho de ráfagas de palabras que suben y bajan sin titubear, verticalmente. Un escenario de hermosuras tinieblas, ezpeluznante, donde los seres excepcionales, Belzebú y Satán, Satán y Belzebú, ensayan sus discursos-ángeles de una epifanía maravillosa- como dos generales en una tragedia elisabetiana, como dos soldados preparando una estrategia. como Hector en la Iliada o Aeneas en la Aeneida... Un escenario donde heraldos hacen tocar sus trompetas llamando a reunión a las huestes diabólicas para organizar la batalla: "entonces, heraldos de bellas alas por orden del poder soberano, en impresionante ceremonia de sonidos de trompetas, convocaron a las huestes en Pandemonium, el cuartel de Satán..." Un escenario donde Satán -Farewell, happy fields- (adiós campos felices) se ha despedido de los cielos, donde Satán -Hail, horrors!- (bienvenido, oh! tú horror) saluda a los infiernos.

Creo que debo hablar de Milton y su paraíso perdido, de esta peculiar forma de épica, que no es exactamente la épica de la realidad -la de la experiencia- sino la épica del arte -la de la inocencia- construida en el artificio.
 

A veces, con demasiada frecuencia, somos injustos con los grandes poetas. Así decimos que Chaucer es apasionado, que Shakespeare no es suficientemente "witty" (sabio) y que hasta resulta poco académico. 

Definimos de forma simple a Shelley como neurótico, y a Milton como frío y poco agraciado. Y esto no son sino errores elementales que se desmontan por sí mismos porque lo que hay que hacer con Milton es leerlo, simplemente leerlo, y lo que hay que hacer con Mozart o Paganini es lo mismo: escucharlos y no aceptar su "monstruosidad" como un hecho. ¡Si por lo menos esas palabras sirvieran para que todos nos reconciliáramos con el paraíso perdido! ¡Si unos cuantos llegaran a saber que es un poema apasionante, lleno de claves que hasta son contemporáneas!

Es muy posible que la primera impresión que este poema causa sea abrumadora, pero esto sucede con cualquier ejemplo de la narrativa heróica. La épica para serlo debe de parecer enciclopédica, y tener algo del carácter religioso, filosófico, político y científico de su tiempo, del momento en que fue concebido. Y ésto es lo que sucede con Paradise Lost (paraíso Perdido) poema que además tiene el carácter de los sermones del tiempo de Milton y ecos que provienen de la Iliada y la Odisea, sin olvidar los elementos bíblicos alrededor de los cuáles está el poema construido. A pesar de ésto -y a pesar de este envoltorio teológico- el paraíso perdido está tratado con los resortes de lo poético y tiene una forma simétrica (la forma del arte) y el mismo orden de los acontecimientos sólo tiene que ver con la poesía y no con la teología. Diría más: el orden de los acontecimientos es irreverentemente teatral. Así el libro I presenta  a Satán y a sus secuaces, en el lago de llamas, preparando el Pandemonium, en palacio la gran asamblea antes de la batalla. En el libro II Satán emprende la búsqueda de un nuevo mundo. En el tercero Dios preve el éxito de Satán, que guido por Uriel, llega a la tierra. El IV y V hablan del Jardín del Edén, de la tentación de Eva, del descenso del Arcángel Rafael para prevenir al hombre y la mujer. El VI  retoma la guerra de los cielos.  En el VII Rafael, en técnica asombrosa de "flashback" cuenta como Dios quiere crear un nuevo mundo. En el VII Rafael marcha. El IX presenta a Satán como serpiente; Eva come el fruto prohibido, Adán la sigue en su pecado; se pierde la inocencia. El Hijo llega en el libro X a juzgar a los transgresores de la Ley y Miguel el arcángel en el libro XI hacer que esa ley se cumpla, para en el XII advertir a Adán y Eva lo que está por venir, lo que les espera cuando salgan del Paraíso.
Todo esto no tiene nada que ver con la Teología o con la Biblia, éste es el argumento tortuoso de un poema épico o de una épica que transcurre en un escenario propio de la Pastoral, con referencias a la Edad de Oro, al mito, engaño, disfraz, y a la propiedad el lenguaje para que nada falte. Diremos más, el paraíso que se pierde se pierde porque en el escenario de esa tragedia se acumulan la palabras vacías de sentido; porque se pierde la capacidad de comunicación como ocurre en Hamlet, Othello o en cualquier construcción escénica.

Si el paraíso perdido no es el lugar donde Adán y Eva  proyectan sus deseos de "simplicidad" -contra un decorado que es complejo- ¿por qué decimos que tiene la forma de una Pastoral? Sencillamente porque es el tratamiento que Milton da al poema que nos ocupa, porque esa es la técnica que utiliza a base de elementos que proceden de de la tradición bíblica, pero que él aprovecha convenientemente trucando incluso el papel de los protagonistas. Las ideas de la inocencia  o experiencia -en palabras de William Blake- no están referidas -digámoslo ya- a Eva, Adán Dios o los Ángeles, sino a la figura de un antihéroe que no es sino el héroe -como Macbeth- de esta tragedia, de este poema, de este poema épico con aires de tragedia.
La Pastoral comienza cuando el ideal de la inocencia no funciona ya en el mundo (¿estaría pensando Milton en el caos de la monarquía, en la incapacidad de la idea de una Commonwealth?).

¿Por qué me recuerda a mí ésto a unos versos de Morrison, concretamente,The Form is an Angel, cuya letra dice?: 
The form is an angel 
from horse to man to boy 
&back again... 
Welcome to the night 
Welcome to the deep good 
dark American Night 
¿Por qué me han venido a la memoria estos versos del rebelde del rock?.

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