m o n o g r á f i c o e s c e n a

Gonzalo Suárez

TAMBIÉN SE PUEDE VIVIR SIN SER NADIE 

NI CREER EN NADA

por Norberto M. Ibáñez

Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) escritor y cineasta ha desarrollado una sólida carrera tanto cinematográfica como literaria. Su última producción para el cine lleva el nombre de El portero, protagonizada por Maribel Verdú y Carmelo Gómez. Este estreno coincide también con la presentación de su última novela Yo, ellas y el otro (veáse crítica en la sección de comunicación Contrastes recomienda) en la que en clave de vodevil reflexiona de manera escéptica sobre el paso del tiempo, sobre quiénes somos y qué buscamos. "El portero me sirvió para explayarse y rodar al aire libre después de estar casi un año con la novela", comenta el autor quien reconoce que escribe con máquina de escribir, a la vez que bromea cuando dice que hoy en día editar un libro no es noticia, plagiarlo sí.
Suárez dice no tener ya ensoñaciones hollywoodienses después de haber escrito un guión con Sam Peckimpah y conocer a Howard Hughes de quien dice que parecía más un hombre de negocios que un artista, aunque lo admira profundamente por su trayectoria profesional. Fueron siete meses en la meca del cine que le sirvieron de vacuna para siempre. Sin embargo, asegura que le hubiese gustado haber sido, allá por tierras norteamericanas, un director de serie B, uno de esos buenos artesanos de antaño. Pronto, y por primera vez, tendremos la oportunidad de conocer su faceta como dramaturgo de la mano del director de teatro Carlos Alberola quien pondrá en escena unos relatos cortos llamados Palabras en penumbra que se estrenará en abril del 2001. Al mismo tiempo prepara una ópera, que ya tiene entregada, con el nombre de Cortés y Moztezuma.
 

Toqué la creación con mi frente.
Sentí la creación en mi alma
En un momento de su último libro el protagonista afirma que el teatro se ha convertido en el arte de la obviedad, ¿es ésta una afirmación que comparte su escritor? 
Sí, la comparto en un alto porcentaje, pero sobre todo cuando me refiero a un teatro de tesis, por ejemplo Dürrenmatt que desde que se levanta el telón ya explicita el mensaje y luego, durante dos horas, no hace más que reiterarlo. Por tanto, no es una crítica generalizada al mundo del teatro. El teatro es mi cuenta pendiente, me gustaría acabar en el teatro. 

Estamos ante una nueva era, un nuevo mundo donde existe una gran comunicación entre las artes, donde todo ocupa un mismo ámbito, el de la novedad ¿cree que es bueno o que por el contrario nos descoloca? ¿Cree que hay que reconfigurar el término “cultura” tal y como lo entendemos hoy en día?
Es común en mis libros y en mis películas que haya una confluencia de géneros artísticos como literatura, cine, teatro, ópera, pintura, etc..., porque de esta manera se enriquece la obra. Pero, bien es cierto que estamos desbordados y desencantados porque, desde el posmodernismo, ha habido una afluencia desmedida de demandas de todo tipo donde la consigna ha sido "todo vale" y siempre a gran velocidad. Habría que tener otra relación con la cultura, pero soy muy escéptico creo que el mundo cambia mucho más rápido de lo que nosotros podemos percibir y que, por tanto, cualquier propuesta de cambio nos lleva la delantera. Cuando nos damos cuenta lo que intentamos conocer ya ha cambiado. La estructura de la vida está hecha continuamente de sorpresas. En ese aspecto hemos perdido definitivamente un tren. Ya no existe la misma relación que existía antes con un libro, una película o un cuadro. La verdad es que aquí no da tiempo a ser profeta. A pesar de esta situación pienso que las mentalidades de otras épocas son muy similares a las de ahora. En ese terreno, no hemos cambiado nada, somos el mismo animal.

¿Cree que por primera vez la ciencia va por delante del arte? Habitualmente en la Historia universal el Arte ha sido el precursor de cambios importantes, en cambio, ahora parece que es la tecnología la que hace avanzar al arte y a los demás cambios sociales.
Exacto, pero la ciencia a su vez ya no es ciencia propiamente dicha, en el sentido en el que el tiempo de Leonardo da Vinci ya se ha acabado. Ahora habría que saber en qué momento es ciencia y en qué momento es pura tecnología que, aplicada a todo, es lo que ha distorsionado el panorama para bien o para mal. Ha cambiado la relación, el investigador, el científico de cocina ya ha desaparecido desgraciadamente. Lo mismo que ha ocurrido con las llamadas artes, ahora todas ellas quedan diluidas en un batiburrillo. Nadie tiene tiempo para oir, para reflexionar, incluso tengo la sensación de que para la gente reflexionar ya es algo muy molesto. Por eso yo en mi último libro deseo transmitir la fluidez inasible de la realidad, porque todo cambia. Que la realidad supera la ficción no es ninguna frase hecha, ya que es lo mismo. Hay personajes de ficción que tienen mucha más realidad que nosotros mismos. La ficción ocupa el mismo lugar que la realidad. 

¿Cuál crees que es el pecado capital o los vicios humanos que más se han apoderado del ser humano en este principio de siglo?
No me gustan las virtudes porque normalmente conllevan a los vicios. Los vicios, si son controlables, ayudan a vivir mejor, con las virtudes se pasa muy mal. En líneas generales el mundo se me escapa de las manos, lo merodeamos. El acontecer lleva la delantera sobre opinar. La virtud es un ejercicio solitario ya que te propones una disciplina por la que tienes que contrariar fuerzas externas, si fuese algo natural no requeriría esfuerzo. Seguimos obedeciendo a las fuerzas de la naturaleza, no nos hemos emancipado de la naturaleza. Cuando más retenemos nuestros vicios (recurriendo a Freud) más peligroso resulta porque salen de forma más traidora, con lo cual lo mejor es guardar un equilibrio. Lo ideal sería que Jeckill y Hyde se hicieran amigos. Pero, personalmente en lugar de ideas, me gusta ejercitar un pensamiento ininterrumpido que no se desconecta ni en nuestros sueños y, en esa medida, todo es puro acontecer. Sam Peckimpah me contaba un chiste que decía "Chico, la vida es absurda" y el otro le contestaba "comparado con qué". Por lo que creo que el pensamiento es como el hilo de Ariadna, ya que es lo único que no se detiene. Cuando llegamos a las ideas, a las tesis... quiere decir que estamos deteniendo, contra natura, nuestro pensamiento. Por tanto, prefiero adiestrarlo para poder navegar sin tener ideas fijas que me van a entorpecer.

¿En la literatura o el cine cree que está mejor diseñada estéticamente para gustar al público la estética del mal que la del bien?
El mal es más fotogénico. Una de las claves de la literatura o del cine es también exonerarnos, es decir, hacer la función de vacuna y abordar eso que en la vida resulta inaceptable, por eso cuando lo vemos en el arte probablemente hay algo que cauteriza la herida y nos libera. El mal es más atractivo, evidentemente. Aunque habitualmente dividimos mal y bien cuando en realidad sospecho que están mas bien mezclados. Resultan muy sospechosos los buenos aparentes. Hay algo muy curioso, y es que quien toda la vida ha sido un Santo, al final, comete un error y por una tentación se le condena y no se le perdona fácilmente. En cambio, cuando un malo hace algo bueno se lo agradecemos eternamente. Al mal se le perdona mucho más pronto que al bien. La simpatía por el mal es un virus que se propaga más fácilmente que la del bien. Para mí el héroe moderno es el que no tiene nada y, sin agarraderas externas donde asirse de ninguna índole, sigue vivo. Éste es un arte por encima del bien y del mal, muy arriesgado para la modernidad, hay que ser muy valiente para ser un héroe moderno hay que tener gran valor, pero como digo en boca de un personaje de mi última novela "también se puede vivir sin ser nadie ni creer en nada".

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