m o n o g r á f i c o h u m a n i d a d e s 

Antonio Oliver Martí
aoliver@ono.com

De la refundación del humanismo 
ante el despliegue de la técnica

(Notas a "Normas para un Parque humano, reciente escándalo de la filosofía alemana")

Referirse a las sociedades contemporáneas como "parques humanos", una vez ha fallado la domesticación humana mediante la lectura, pensar sobre la eugenesia sin culpa, citar a Platón como el primer postulante de una sociedad bien diferenciada entre aquellos  que crían y aquellos que son criados, podría considerarse una salida de tono si no se tiene en cuenta que no sólo el proyecto moderno continúa amenazado si no todo el humanismo que constituye nuestra cultura desde la antigüedad clásica hasta nuestros días. La filosofía alemana vuelve sobre la Carta  sobre el Humanismo y es alertada por uno de sus Pontífices máximos de que el pensamiento totalitario se esconde tras cualquier intento de   superación  de la tradición culta de Occidente.
Heidegger escribe su Carta sobre el Humanismo pocos meses después de la rendición de Alemania. Ha de ser un joven francés que ha padecido la ocupación quien interpele al que no sólo ha sido rector en Friburgo sino verdadero valedor del Reich que iba a durar mil años y candidato malogrado a Führer del Führer y lo haga preguntándole por la posibilidad de volver a dotar de sentido al humanismo.
 Heidegger responde negando la pertinencia de la pregunta y recordando que la Europa destruida lo ha sido en virtud de subjetivos humanismos enfrentados desde la comunidad que les sirvió de base y, sobre todo, rechazando el concepto mismo de humanismo como un  marco teórico desde el que el pensar  fuera posible.
La celebración del hombre, su autopostulación a las alturas, bien como voluntad de poder hitleriana o como hombre nuevo estalinista han sido para él los problemas que han desencadenado la catástrofe, la terapia equivocada, el recurso a calificar el marxismo, el cristianismo y el existencialismo como humanismos ,la solución moral para la Europa que ha de iniciar su reconstrucción.
 No va ser así para el que vive retirado en la Selva Negra. Para él, la vindicación del humanismo, de todos  los humanismos, deviene excusa para el olvido de la esencialidad humana.
Porque, dice estar en contra del humanismo no es estar a favor de la barbarie, como oponerse a la lógica y a los valores imperantes no significa proclamar el irracionalismo y pretender sepultar en el vertedero de lo ahistórico, verdadero prólogo al nihilismo, todos los bienes que la humanidad ha acumulado en su devenir, antes al contrario, estas oposiciones han de servir para llevar al horizonte de lo posible una genuina comprensión de lo humano, alejada de su animalidad y de su necesidad de la ciudad y la colectividad: ya no más "el hombre es un animal racional" ni probablemente "zoon politikón". Sloterdijk, en el opúsculo al que más tarde nos referiremos, ironiza sobre una comunidad política de "pastores del ser" pero reconoce que tampoco sería posible una sociedad de deconstructivistas ni de seguidores de Levinas empeñados en dar siempre prioridad "al sufrimiento del otro".

Efectivamente el hombre pendiente del develamiento del ser que rechaza su dimensión menos auténtica, que no es otra que la de fundar ciudades, debe exilarse al lichtung, al claro del bosque tan lejos de la ciudad, del arte y del comercio  donde se produce tal develamiento.

Si el hombre no es animal político, ni puede ser amansado apelando al conjunto de sus más altas manifestaciones sin traicionar el ser  porque el antropocentrismo que lleva implícito todo humanismo lo impide, cabe preguntar cómo hace Sloterdijk qué amansará al hombre, qué le impedirá el retorno a la conjunción  entre "humanismo y bestialidad", definición del fascismo que él mismo protagonizará.

Sloterdijk entiende el humanismo como una manera amable de socializar al individuo, aunque sólo sea porque aquel que lee debe estar sentado y le resulta más costoso empuñar la espada. Además de la broma la relación con la cultura clásica presenta al menos dos ejes utilísimos para la clasificación de lo social, por un lado las literaturas y grandes relatos nacionales son constitutivos de los mitos fundantes de cualquier nación y por otro su conocimiento determina el acceso o no a la élite de una sociedad dada.

Cuando los referentes que han imperado desde hace 2500 años empiezan a disolverse porque la experiencia del mundo que mixtifican empieza a dejar de ser relevante ante la irrupción de condiciones de vida absolutamente nuevas producidas por la autonomización de la técnica los saberes humanistas ceden al haber perdido su condición de regulador del acceso al peldaño inmediatamente inferior a  la cúspide de lo social.

La cuestión de si ha de trascenderse al humanismo, si la lectura y la interpelación constante de los clásicos ya no va a ser el agente domesticador de los hombres, es decir, el viático que permite pensar en términos universales  y desde  una humanidad alfabetizada  que al menos es  todavía capaz de formular el imperativo categórico y de comprender que en  la convencionalidad del lenguaje y en especial de  lo escrito reside el ligero barniz que nos queda ante la barbarie.
Pero la orfandad del hombre es radical ahora, un siglo después de la muerte de Dios comienza la agonía del humanismo que Nietzsche inició y que todo el siglo se ha ocupado de finiquitar. Muerto el marxismo que, como el cristianismo, era también un humanismo, quedan ciencia y técnica como  saberes fundantes  si   no hubieran tocado por segunda vez el límite.
Su llegada al fondo hace imposible que actúen como dichos saberes , ni siquiera como barrera a la barbarie.

La primera vez, apenas un año antes de la escritura de la "Carta sobre el humanismo", fue Hiroshima, hoy  cuando nos despedimos del siglo nos encontramos que la misma ciencia exige, clama por ser limitada por una instancia ajena a ella. Escindir el átomo para desencadenar la absoluta destrucción y engendrar al nuevo Adán mediante ingeniería genética son tan claros atributos de la divinidad que actúan como inhibidores sobrecogiendo la conciencia de aquellos a los que ya se les ha confiado el saber y la herramienta de la creación y la destrucción del mundo.

El científico y ante todo él clama por ser controlado porque experimenta él mismo la esencia de la técnica.
La esencia de la técnica, la"imposición" Heideggeriana escapa por propia esencia al mero control de los hombres, es descontrolada, su autonomía de los designios humanos impide cualquier terapia. Así el "desasimiento", el emboscamiento de Jünger o el mismo discurso humanista que está dicho ya desde la técnica- Bacon no pertenece a un tradición diferente y Newton comienza la matematización del mundo en latín.

Heidegger nos recuerda que la operación  que genera el develar del mundo llevado a cabo por la técnica, no puede ser a la vez la fundación del mundo construido por el hombre. El hombre contemporáneo, cuyos saberes de dominación no se detienen en la naturaleza sino que irrumpen en su existencia conformando todo al orden de la eficacia y abandonando la posibilidad de la política, en la medida que las sociedades mismas sucumben ante estos criterios,ya puede gozar de un renovado papel de víctima aunque se empeñe en mantener su disfraz de victimario. Dice Gehlen :

"Las sociedades renuncian a otorgarse a sí mismas una función directiva subordinando el orden institucional a los subsistemas económico-racionales, de modo que todo lo vivo, incluyendo el sistema social, queda sometido al cálculo técnico".

El proceso de desencantamiento del mundo es pues imparable, no hay lugar donde detenerse.Superar el humanismo como marco último de referencia esto es, el antropocentrismo igualador condición de la democracia y de la posibilidad de cierta simetría de la razón que podemos mantener con nuestros semejantes puede resultar tentador desde el punto de vista de la develación del ser. Quizás la condena general  de cualquier esencialismo y la clausura del "olvido de la metafísica" como tema sea una buena pretensión para salvar nuestra sociedad. Sin embargo

"Que la oposición al humanismo no implica en absoluto la defensa de lo inhumano, sino que abre otras perspectivas debería resultar más que evidente"

Pudiera ser, pero las perspectivas que se ven desde la ventana que parecen proponer uno y otro pueden dar al "parque humano" compuesto por una humanidad reencantada ante las artes del pastoreo de ser y la posibilidad de lo salvo como quisiera el Rector de Friburgo o, lo que ya ha sido experimentado, directamente al  matadero.

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