Armando Pilato
El límite de la realidad física del individuo ha sido
desde el principio de los tiempos motivo constante y recurrente de representación
en la larga historia de lo que conocemos como el arte universal. El cuerpo
humano se ha convertido en el máximo protagonista de la vertiente
plástica del ser racional, siendo a la vez imagen del ente creador
y continente del pensamiento del mismo. En cada época y cultura
se han desarrollado formas muy diversas de plasmar la materia orgánica
de la que se constituye el hombre y, por consiguiente, de las relaciones
de este con el mundo exterior. El concepto de corporeidad se configura
con todos los aspectos culturales de la civilización que lo recrea,
de ese modo la existencia queda fijada para el conjunto de una determinada
sociedad con tal carga ideológica que en muchas ocasiones adquiere
funciones ocultas para otra distinta.
El cuerpo humano también se secciona, multiplica o descompone
en el arte, Auguste Rodin y Medardo Rosso abrieron el camino a los planteamientos
de substracción en la escultura moderna. Las pinturas y los dibujos
de Gustav Klimt, estos últimos de una privacidad demoledora, presentan
el cuerpo de la mujer como símbolo de perversión, enfermedad
y muerte, con veladas referencias a la terrorífica sífilis.
Incluso Joaquín Sorolla realiza, en 1900, una tumultuosa composición
de cuerpos de niños enfermos que tituló Triste herencia,
una visión casi freak de los deshechos del placer de la sociedad
industrial. Por otra parte la concepción arquitectónica se
renueva gracias al uso de los nuevos materiales e inventos técnicos,
así se crean viviendas para humanos en alturas inhumanas. También
la ciudad sufre un proceso de expansión centrípeta que se
plasmará en las distintas teorías urbanistas, algunas de
clara tendencia utópica pero realmente implicadas en la calidad
de vida del individuo, en su papel de habitación para el cuerpo
físico y social.
El cubismo da lugar a una mirada plural y sin un punto de vista único, una visión en la cual la nueva noción del espacio y del tiempo plantea la relatividad del conocimiento. El futurismo abolió la idea del sublime proponiendo la unión de todas las artes y abriendo la veda a los sucesivos manifiestos artísticos. La historia de las cosas dinamiza el universo de las formas con los experimentos de Marcel Duchamp; a partir de 1914 los ready-made situarán las raíces del conceptualismo y de la ausencia física del cuerpo en un lugar sin funciones establecidas. A continuación se produce un escalonamiento de ideas y tendencias artísticas, de ismos y neoismos, que dan cuenta de la posición, tanto geográfica como jerárquica, del arte y de la cultura en la civilización occidental. Las llamadas al orden se sucederán, entre ruidos de sirenas y estruendos de silenciosas bombas atómicas, al mismo ritmo que las incomprensibles posturas encontradas entre figuración y abstracción, entre cuerpo y no cuerpo. Pero el referente corporal no deja de aparecer en las manifestaciones artísticas en ningún momento convirtiéndose, en muchas ocasiones, en el supremo protagonista del discurso estético del siglo XX y especialmente en el argumento primordial de sus últimos veinte años. En la actualidad los precipitados avances de la ingeniería genética y de las comunicaciones han difuminado las fronteras entre el cuerpo natural y el artificial, haciendo realidad lo que hace apenas unas décadas era solamente entretenida ciencia ficción. Sin embargo en el devenir del arte contemporáneo se sigue considerando al cuerpo humano como el objeto y el sujeto fundamental de la reflexión y la comunicación inter vivos. El dolor, la enfermedad, la muerte, los sueños, los deseos o el placer se transmiten por el artista a través de los cuerpos, propios o extraños, enteros o despedazados, mostrados en sutil sugerencia o brutalmente representados. Las propuestas plásticas de un gran número de artistas continúan indagando en las múltiples facetas de la personalidad humana; el sentido contradictorio e inestable del individuo, los sentimientos de duda y reflexión, así como el deterioro y la transformación del cuerpo físico, siguen siendo motivo de inspiración y preocupación de los más interesantes creadores del momento. Seleccionar y comentar los ejemplos visuales de esta recurrente referencia
a la carnalidad del individuo y su correspondiente tratamiento en el arte
contemporáneo sería materia reservada a un tomo de insomnes
megabytes. Sin embargo ahí fuera están los trabajos y las
acciones de los artistas situados en las salas de exposiciones, en los
museos, en los festivales artísticos, en los libros y en la red,
esperando la reacción de nuestro cuerpo y nuestra mente ante su
visión y percepción. A continuación citaremos un listado
de nombres de artistas, elemental y parcial como todo elenco que se precie,
pero a veces la abismal curiosidad del vacío puede provocar el encuentro
de aquello que hace tiempo quizás estábamos buscande. Marcellí
Antúnez Roca encierra en frascos de formol iluminados fragmentos
de carne animal con referencias a los pecados capitales y desarrolla acciones
multidisciplinares. Las escultura de Louis Bourdeoise surcan amenazantes
el espacio invitando al espectador a un desafio canibal en el que brillan,
como tesoros deseados, los enigmáticos ojos.
Cindy Sherman recrea ensus fotografías la abyección de
los hechos cotidianos a los que es sometida la figura humana. Bruce Nauman
asalta la integridad del ser, atemorizando al espectador con sus imágenes
en estancias donde dominan las ideas de confusión y juego. Robert
Gober coloca al cuerpo humano en un proceso de mutilación y metamorfosis,
en el que deseo y dolor se suceden ocupando el mismo escenario físico.
La ausencia, la ocultación y las referencias al cuerpo o a los sustitutos
de sus partes, como las piezas de ortopedia y los recuerdos del pasado,
aparecen con frecuencia en las obras de Carmen Calvo. Oliviero Toscani
retrata la incoherente realidad del mundo desde la imparcialidad más
evidente, creando iconos a todo color de la inmensa actualidad global.
Por el contrario Thomas Grünfeld aúna las distintas partes
de animales disecados para crear nuevas quimeras, alertando del peligro
de las nuevas tecnologías. Gilbert & George juegan con su propia
imagen, a la que sitúan en localizaciones y argumentos tan posibles
como imposibles. Robert Mapperthorpe evocó el deseo sexual con metafóricas
imágenes de hombres desnudos, mujeres y flores con pensamientos.
La repetición de la imagen, convertida en pieza de igualdad y diferencia,
fue una de las constantes de la producción artística o no
de Andy Warhol. Algo así se vislumbra en las piezas de interpretación
de obras maestras del pasado de Yasumasa Morimura, en las que el autor
adquiere y monopoliza en parte la función de travestido protagonista.
Pierre et Gilles han utilizado la iconografía católica para presentar significados que van más allá del retrato kitsch, así belleza y obscenidad comparten el límite moral de lo representado. También las fotografías de Joel-Peter Witkin han pulsado con una lingüística de psicoanálisis piezas de connotaciones oníricas y provocadoras. Las esculturas de Jan Fabre conforman cuerpos con otros cuerpos, tanto naturales como artificiales, en el vacío semioculto por telones. El plasma sanguíneo destella en los cibachromes de Andrés Serrano, en los cuales se insertan los entes casi acabados por el paso de la vida o la violencia. Matt Gray interpreta originalmente la Norteamérica contemporánea en fotografías que mezclan la realidad y la ficción de los cuerpos mentales. En ocasiones se han definido estas y otras muchas obras como de arte extremo pero sin duda es una adjetivación equivocada, el arte nunca ha sido una disciplina pacífica y domesticable, las grandes obras del pasado no tranquilizan la conciencia, muy al contrario la estimulan y ensanchan. Los nuevos artistas trabajan con el cuerpo humano de la misma manera, representándolo como aliviadero residual y contenedor, al mismo tiempo, de la propia existencia. La figura humana, sus órganos y sus ansias internas, se presentan como reflexiones sobre el espacio que limita lo público y lo privado en todas las esferas de la vida. Las consecuencias de esas imágenes parecen intentar delimitar su posición en el agostado espacio formal de los miedos y los sueños eternos del ser, llegando más allá del arte, la técnica y la ciencia.v - Alfano Miglietti, Francesca, Rosso Vivo. Mutazione, Trasfigurazione
e Sangue nell´Arte Contemporanea. Electa, Milano, 1999.
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