m o n o g r á f i c o a r t e s     p l á s t i c a s

Armando Pilato

EL CUERPO HUMANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS

 
"Caminar en medio de la gente, abajo en la ciudad, cargar con el pingajo del cuerpo, esta suma insuficiente de aliento y de sangre, en medio de los sanos de la calle, atléticos, limpios, inmortales...". Perorata del apestado. 
Gesualdo Bufalino (1920-1996).

El límite de la realidad física del individuo ha sido desde el principio de los tiempos motivo constante y recurrente de representación en la larga historia de lo que conocemos como el arte universal. El cuerpo humano se ha convertido en el máximo protagonista de la vertiente plástica del ser racional, siendo a la vez imagen del ente creador y continente del pensamiento del mismo. En cada época y cultura se han desarrollado formas muy diversas de plasmar la materia orgánica de la que se constituye el hombre y, por consiguiente, de las relaciones de este con el mundo exterior. El concepto de corporeidad se configura con todos los aspectos culturales de la civilización que lo recrea, de ese modo la existencia queda fijada para el conjunto de una determinada sociedad con tal carga ideológica que en muchas ocasiones adquiere funciones ocultas para otra distinta.
Fue en la segunda mitad del XIX cuando la conciencia del cuerpo parece despertar del sueño de la devoción, o de la representación imaginada, para crear una nueva percepción del individuo de la sociedad burguesa. La invención de la fotografía acelera un proceso de progresión imparable que adquiere un lenguaje de crónica. La información se fragmenta a través de la prensa escrita, mientras la visión de lo real se descompone con los experimentos con la cámara que llevarán al posterior descubrimiento del cine. La Olimpia de Eduard Manet, con su cuerpo real recostado sobre una cama, se enfrenta y vence a la Venus de Alexandre Cabanel, que tendida en la cresta de una ola parece no querer despertarse del largo sueño de los siglos. El impresionismo fracciona la percepción de las sensaciones cromáticas y, a partir de ese momento, la figura humana se funde con el espacio que le rodea en un mismo tiempo cronológico y sensorial.
 

Se me desnuda el mundo de una manera nueva

El cuerpo humano también se secciona, multiplica o descompone en el arte, Auguste Rodin y Medardo Rosso abrieron el camino a los planteamientos de substracción en la escultura moderna. Las pinturas y los dibujos de Gustav Klimt, estos últimos de una privacidad demoledora, presentan el cuerpo de la mujer como símbolo de perversión, enfermedad y muerte, con veladas referencias a la terrorífica sífilis. Incluso Joaquín Sorolla realiza, en 1900, una tumultuosa composición de cuerpos de niños enfermos que tituló Triste herencia, una visión casi freak de los deshechos del placer de la sociedad industrial. Por otra parte la concepción arquitectónica se renueva gracias al uso de los nuevos materiales e inventos técnicos, así se crean viviendas para humanos en alturas inhumanas. También la ciudad sufre un proceso de expansión centrípeta que se plasmará en las distintas teorías urbanistas, algunas de clara tendencia utópica pero realmente implicadas en la calidad de vida del individuo, en su papel de habitación para el cuerpo físico y social.
 

El siglo XX comienza artísticamente con un cuadro de cuerpos: el célebre Las señoritas de Avignon, pintado por Picasso en 1907, hace añicos la ventana albertiana.

El cubismo da lugar a una mirada plural y sin un punto de vista único, una visión en la cual la nueva noción del espacio y del tiempo plantea la relatividad del conocimiento. El futurismo abolió la idea del sublime proponiendo la unión de todas las artes y abriendo la veda a los sucesivos manifiestos artísticos. La historia de las cosas dinamiza el universo de las formas con los experimentos de Marcel Duchamp; a partir de 1914 los ready-made situarán las raíces del conceptualismo y de la ausencia física del cuerpo en un lugar sin funciones establecidas. A continuación se produce un escalonamiento de ideas y tendencias artísticas, de ismos y neoismos, que dan cuenta de la posición, tanto geográfica como jerárquica, del arte y de la cultura en la civilización occidental. Las llamadas al orden se sucederán, entre ruidos de sirenas y estruendos de silenciosas bombas atómicas, al mismo ritmo que las incomprensibles posturas encontradas entre figuración y abstracción, entre cuerpo y no cuerpo.

Pero el referente corporal no deja de aparecer en las manifestaciones artísticas en ningún momento convirtiéndose, en muchas ocasiones, en el supremo protagonista del discurso estético del siglo XX y especialmente en el argumento primordial de sus últimos veinte años. En la actualidad los precipitados avances de la ingeniería genética y de las comunicaciones han difuminado las fronteras entre el cuerpo natural y el artificial, haciendo realidad lo que hace apenas unas décadas era solamente entretenida ciencia ficción. Sin embargo en el devenir del arte contemporáneo se sigue considerando al cuerpo humano como el objeto y el sujeto fundamental de la reflexión y la comunicación inter vivos. El dolor, la enfermedad, la muerte, los sueños, los deseos o el placer se transmiten por el artista a través de los cuerpos, propios o extraños, enteros o despedazados, mostrados en sutil sugerencia o brutalmente representados. Las propuestas plásticas de un gran número de artistas continúan indagando en las múltiples facetas de la personalidad humana; el sentido contradictorio e inestable del individuo, los sentimientos de duda y reflexión, así como el deterioro y la transformación del cuerpo físico, siguen siendo motivo de inspiración y preocupación de los más interesantes creadores del momento.

Seleccionar y comentar los ejemplos visuales de esta recurrente referencia a la carnalidad del individuo y su correspondiente tratamiento en el arte contemporáneo sería materia reservada a un tomo de insomnes megabytes. Sin embargo ahí fuera están los trabajos y las acciones de los artistas situados en las salas de exposiciones, en los museos, en los festivales artísticos, en los libros y en la red, esperando la reacción de nuestro cuerpo y nuestra mente ante su visión y percepción. A continuación citaremos un listado de nombres de artistas, elemental y parcial como todo elenco que se precie, pero a veces la abismal curiosidad del vacío puede provocar el encuentro de aquello que hace tiempo quizás estábamos buscande. Marcellí Antúnez Roca encierra en frascos de formol iluminados fragmentos de carne animal con referencias a los pecados capitales y desarrolla acciones multidisciplinares. Las escultura de Louis Bourdeoise surcan amenazantes el espacio invitando al espectador a un desafio canibal en el que brillan, como tesoros deseados, los enigmáticos ojos. 
 

Reuven Cohen reconstruye replicantes polimatéricos en tamaño natural, una especie de muertos vivientes cercanos a la luz y a la desazón. El cuerpo herido y lacerado, la precariedad del dolor, se muestra apoteósica en las obras de Simon Costin. Orlan reúne los residuos orgánicos de sus intervenciones quirúrgicas, mostrándolos a través de los nuevos métodos de comunicación en un nuevo léxico martiriológico y racionalista.

Cindy Sherman recrea ensus fotografías la abyección de los hechos cotidianos a los que es sometida la figura humana. Bruce Nauman asalta la integridad del ser, atemorizando al espectador con sus imágenes en estancias donde dominan las ideas de confusión y juego. Robert Gober coloca al cuerpo humano en un proceso de mutilación y metamorfosis, en el que deseo y dolor se suceden ocupando el mismo escenario físico. La ausencia, la ocultación y las referencias al cuerpo o a los sustitutos de sus partes, como las piezas de ortopedia y los recuerdos del pasado, aparecen con frecuencia en las obras de Carmen Calvo. Oliviero Toscani retrata la incoherente realidad del mundo desde la imparcialidad más evidente, creando iconos a todo color de la inmensa actualidad global. Por el contrario Thomas Grünfeld aúna las distintas partes de animales disecados para crear nuevas quimeras, alertando del peligro de las nuevas tecnologías. Gilbert & George juegan con su propia imagen, a la que sitúan en localizaciones y argumentos tan posibles como imposibles. Robert Mapperthorpe evocó el deseo sexual con metafóricas imágenes de hombres desnudos, mujeres y flores con pensamientos. La repetición de la imagen, convertida en pieza de igualdad y diferencia, fue una de las constantes de la producción artística o no de Andy Warhol. Algo así se vislumbra en las piezas de interpretación de obras maestras del pasado de Yasumasa Morimura, en las que el autor adquiere y monopoliza en parte la función de travestido protagonista.
 

Natacha Merrit plantea en su diario digital la percepción del cuerpo propio y del ajeno palpitando en un ambiente de calidez y sensualidad. Jana Sterbak acciona el empleo de la sorpresa en espacios reservados a las reglas del juego de la burguesía dominante. 

Pierre et Gilles han utilizado la iconografía católica para presentar significados que van más allá del retrato kitsch, así belleza y obscenidad comparten el límite moral de lo representado. También las fotografías de Joel-Peter Witkin han pulsado con una lingüística de psicoanálisis piezas de connotaciones oníricas y provocadoras. Las esculturas de Jan Fabre conforman cuerpos con otros cuerpos, tanto naturales como artificiales, en el vacío semioculto por telones. El plasma sanguíneo destella en los cibachromes de Andrés Serrano, en los cuales se insertan los entes casi acabados por el paso de la vida o la violencia. Matt Gray interpreta originalmente la Norteamérica contemporánea en fotografías que mezclan la realidad y la ficción de los cuerpos mentales.

En ocasiones se han definido estas y otras muchas obras como de arte extremo pero sin duda es una adjetivación equivocada, el arte nunca ha sido una disciplina pacífica y domesticable, las grandes obras del pasado no tranquilizan la conciencia, muy al contrario la estimulan y ensanchan. Los nuevos artistas trabajan con el cuerpo humano de la misma manera, representándolo como aliviadero residual y contenedor, al mismo tiempo, de la propia existencia. La figura humana, sus órganos y sus ansias internas, se presentan como reflexiones sobre el espacio que limita lo público y lo privado en todas las esferas de la vida. Las consecuencias de esas imágenes parecen intentar delimitar su posición en el agostado espacio formal de los miedos y los sueños eternos del ser, llegando más allá del arte, la técnica y la ciencia.v 

- Alfano Miglietti, Francesca, Rosso Vivo. Mutazione, Trasfigurazione e Sangue nell´Arte Contemporanea. Electa, Milano, 1999.
- G. Cortés, José Miguel, El cuerpo mutilado. (La Angustia de Muerte en el Arte). Generalitat Valenciana, Valencia, 1996.
- Pedraza, Pilar, Máquinas de amar. Secretos del Cuerpo Artificial. Valdemar, Madrid, 1998.
- Pérez, David (Coord.), Femenino, plural: Reflexiones desde la diversidad. Generalitat Valenciana, Valencia, 1996.
- VV.AA., Observatori 2000. Catálogo del I Festival Internacional de Investigación Artística, Valencia, 2000.

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