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Hablar sobre el papel de la mujer dentro del mundo de la danza sería como pedirle agua al mar. La danza es un mundo fantástico donde las mujeres siempre hemos jugado un papel destacado. Primero, como intérpretes, más tarde como maestras, como innovadoras, creadoras y últimamente como gestoras. Las mujeres de la danza no hemos tenido nunca que reivindicar igualdad y reconocimiento frente a los hombres. Paradójicamente casi podríamos decir que ha sido todo lo contrario. Si volvemos la vista atrás, observamos que a lo largo de la historia, el papel de los hombres se ha visto relegado a elevarnos, portearnos y tratar de ganar nuestros “encantos”. Y así, poco a poco, han sido ellos los que han tenido que conseguir lo que muchas mujeres se han visto obligadas a hacer en otros campos: ganarse un lugar y equiparar su protagonismo al nuestro. En un acto de contemporaneidad, nosotras nos bajamos de las puntas, nos quitamos los maravillosos tutús románticos y nos pusimos al nivel del suelo, dejando los elevados vuelos por los escenarios y dando así a los varones la posibilidad de trabajar, paso a paso, por una danza donde tanto hombres como mujeres ofrecen la misma belleza artística y comunicativa. Con esta demostración de convivencia e igualdad hemos llegado a los puestos de responsabilidad; con la naturalidad propia de las personas que proyectan la sensibilidad que les es imprescindible para trabajar, hacia todas las facetas de sus vidas. Con ese espíritu hemos sido educados, con ese espíritu hemos trabajado y nos hemos formado, y gracias a ese mismo espíritu, importantes compañías de danza, festivales e instituciones clave para el desarrollo y difusión de la danza en todo el mundo, están, hoy en día, dirigidas por grandes mujeres. Pero no nos llevemos a engaño. La danza no es un mundo de mujeres. Nosotras no “nos lo guisamos y nos lo comemos”, dejando los restos del banquete para los hombres. Decidimos, hace mucho tiempo, que la mejor forma de evolucionar era compartir. Y así, hemos vivido juntos crisis y glorias. Y así es como, hoy por hoy, podemos llegar a afirmar que ha habido y que habrá genios de la danza; pero conocidos genéricos, sin distinciones os/as. ¿Somos pues un colectivo ejemplar donde nadie con talento es discriminado por cuestión de sexo o de raza? ¿Somos un mundo utópico? ... En absoluto. No somos más que una realidad que avanza, con las dificultades propias de toda evolución y que solamente tiene una cuenta pendiente con las sociedad. Pero una cuenta que lejos de estar en función de las diferencias cualitativas entre hombres y mujeres, obedece a una generalidad: que los profesionales de la danza seamos reconocidos como cualquier otro profesional de las artes escénicas o plásticas. |
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