![]() ¿CÓMO DIRIGIR LOS CLÁSICOS AL PÚBLICO DEL ENTRANTE SIGLO XXI? por Sergio Villanueva |
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-La Celestina, de Fernando Rojas, cumple 500 años- El pasado veintisiete de marzo, fue el Día mundial del Teatro. Una ¿festividad? que se aprovecha para volver a los mismos debates de siempre, a las mismas discusiones, a poner de nuevo en tela de juicio las circunstancias en las que se encuentra el constante resfriado Arte de la Escena. Veintisiete de marzo, una jornada de silencio y luto en Valencia, donde alguien casi anónimo en la ciudad desde donde escribo estas líneas, alguien muy querido y profeta, no obstante, en su tierra hizo su definitivo mutis en este gran teatro que es la vida. Carles Pons se marchó, pero por siempre quedará nuestro aplauso a sus interpretaciones y a sus palabras escritas. Pero, la vida continúa, y el teatro también. Ese mismo día quedé con el director teatral granadino Joaquín Vida para hablar de su próxima puesta en escena, La Celestina de Fernando Rojas. Un texto que según sus palabras es el que siempre había deseado dirigir, al igual que cualquiera de las tragedias de Shakespeare, todavía pendientes. Joaquín Vida participó en esa mañana junto a un
relevante número de profesionales en la salutación a esa
jornada en el Corral de las Comedias de Almagro. Junto a Joaquín
Vida se encontraban, entre otros, el Director de la Compañía
Nacional de Teatro, Rafael Pérez Sierra, el Subdirector de Teatro
del Ministerio de Cultura, Eduardo Galán, y los actores Francisco
Racionero, Maite Blasco, Carmen Bernardos y Charo López, que fué
la encargada de leer el manifiesto del Día Mundial del Teatro.
Este año se cumple un aniversario muy redondo, el quinientos aniversario de La Celestina, le pregunto a Joaquín si existe algún motivo añadido al puramente cronológico -quinto centenario- para mostrar al público de hoy este texto. “La Celestina lo que tiene de bueno es que es un compendio de sabiduría sobre el ser humano en la civilización occidental, desde el pensamiento racionalista que nace en Grecia hasta hoy, de la evolución que ha tenido desde un mundo de comercio, etc. De todo ello es un compendio. Luego también es una obra que tiene muchos aforismos, muchos refranes, no hay dos líneas seguidas en las que no se dé una sentencia sobre el comportamiento humano sometido a determinados condicionantes como el que cada cual se las arregle como pueda, por decirlo de alguna manera. Los valores que criticó Fernando de Rojas siguen siendo valores de hoy, y por tanto el análisis que hace negativo sobre esos valores, siguen teniendo vigencia hoy”. Comento a Joaquín que en su día, La Celestina mostraba una circunstancia social estirada y proyectada a cada uno de sus personajes: el paso de la Edad Media al Renacimiento. Le pregunto seguidamente si espera muchos cambios en el paso del presente siglo al XXI. “Cambiar han cambiado ya en este mismo siglo XX. Cambiaron mucho en el siglo XIX, y en la década de este siglo se está formando un nuevo mundo. Un mundo nuevo en cuanto a posibilidades. Pero hay algo esencial que estaba en el Renacimiento y que continúa ahora y es la diferencia social. Estamos en una sociedad dividida entre los que tienen y los que no tienen. Esto ha sido entonces, continúa en el siglo XX y se extenderá mucho más en el siglo XXI”. Tras expresarme estas palabras y comprendiendo que el teatro es o debe ser un mecanismo de reflejo de la sociedad del momento, le pregunto que cómo sucederán los cambios a nivel teatral en el próximo siglo. “El arte tiene una vida distinta a la vida económica. Cada sector de la sociedad tiene su propia evolución. Supongo que el teatro cambiará porque los gustos cambian, y esa es la ley de la vida, el ir cambiando, pero -añade con esa ironía que le caracteriza- como no soy pitonisa pesetera, no sé hacia donde va a ir formalmente. Pero creo que el teatro si quiere seguir teniendo vida, tiene que cambiar en base a sí mismo. No en base de tratar de tomar cosas de los otros medios de expresión que tienen su propia dinámica, y su propia forma, y su propia esencia. Las tecnologías influirán en el aparato escénico, etc. Pero el teatro si quiere seguir siendo medio de comunicación distinto de los otros seguirá trabajándose lo que decía Lope de Vega: los dos actores, un amante y una pasión ¿no?. Pues el conflicto de unos seres humanos desarrollados delante de la vista de otros seres humanos, seguirá siendo Teatro, si no, no será. Será otra cosa”. Llegados a este punto, hablamos entonces de manera más puntual y concreta acerca del montaje que prepara el propio Joaquín de La Celestina. Existen un sinfín de lecturas en cada obra de teatro, tanto a nivel actoral como escenográfico y de vestuario. Hoy en día son muchas las propuestas escénicas de clásicos que no respetan la época de desarrollo en su escenografía, ni el vestuario, adaptándola al espectador, de un modo más sugerente, menos convencional como por ejemplo sucede en los trabajos que sobre Shakespeare viene acometiendo la compañía UR Teatro, trabajando el concepto de “alienación” que ya postulaba Peter Brook en el Espacio Vacío... “Yo ya tengo cincuenta años. Comencé en el teatro y también en la vida en el año sesenta, año que inicia una época revolucionaria en todos los sentidos. Yo soy uno de esos típicos ejemplares del mayo del sesentayocho. Así que toda esa fiebre de hacer un teatro distinto, que yo ya viví, era un solo pretexto entonces...” Joaquín Vida se toma cierto tiempo para continuar las palabras de una exposición que escucho con especial interés “... Bueno, llevamos ya treinta años haciendo eso y no me parece que eso conduzca a alguna solución. A mí el Teatro me gusta cuando hay arte, es decir, forma, pero si esa forma contiene una idea. El teatro de texto hablado transmite las ideas de un modo que me interesa. El teatro de efectos, gritos y de pantallas que suben y que bajan, me parece que usa un lenguaje más torpe para expresar ideas. La Celestina, por ejemplo, es una función que habla del ser humano en un momento concreto de la historia. Con ello no quiero decir que vaya a hacer una reconstrucción arqueológica, por supuesto, porque eso no tiene mucho sentido. Va a ser muy estilizado todo, pero se hablará de algo que sucede en el siglo XV”. Incido en lo puramente dramatúrgico al comentar que muchos que han trabajado el texto, han pecado de demasiado lirismo en la relación entre Calisto y Melibea, al igual que en la relación entre Romeo y Julieta, dejando a un lado -quizás por cobardía- la cuestión puramente carnal, la sencilla apetencia sexual de dos jóvenes. “La Celestina desprende sexo por todas partes. Incluso la criada se queda mirando viendo como hacen el amor sus señores, y al irse le dicen ellos mismos que no, que se quede. Yo me voy a limitar a poner en escena lo que hay en el texto. Y el texto despide sexo, de eso no hay duda”. Para finalizar la charla le manifiesto a Joaquín que supongo el motivo o la razón que puede encontrar el público de cierta edad hoy para ir a ver La Celestina. Pero le pido que me responda a la siguiente pregunta: ¿Cómo le convence a un joven, se supone de la edad de Calisto o Melibea, para que abandone una tarde el cine, el vídeo, el ordenador o la videoconsola y se acerque a ver el texto de Fernando de Rojas? Con la misma honestidad e ironía, precediendo a una risa que compartimos antes de despedirnos hasta nuevo encuentro -que deseo sea como actor y no como cronista- me dice muy convencido “(...) pues rezándole mucho a la Virgen”. |
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