La terapéutica farmacológica en el siglo XIX
El hombre occidental se interesó por una sustancia con la que algunas tribus aborígenes (los yanomamis, por ejemplo) impregnaban las puntas de sus flechas. Cuando alcanzaban a un animal le paralizaban los movimientos motores y reflejos sin alterarse su conciencia ni la sensibilidad. En el siglo XIX se logró identificar la planta, por un lado, y se proporcionaron las primeras explicaciones sobre su mecanismo de acción. Humboldt identificó en 1807 la Strychnos toxifera, aunque después se comprobó que otras especies del mismo y de distinto género contenían tóxicos semejantes (Strychnos letalis -al este del Amazonas-, Chondodendron tomentosum -al oeste del Amazonas-, Chondodendron platiphyllum y Erythrina americana).

Hoja de curare

Debe señalarse que algunas especies de Strychnos que crecen en Africa, en Asia y en Australia, contienen alcaloides terciarios del tipo estricnina, cuyos efectos farmacológicos y toxicológicos son bien distintos de los curarizantes. Claude Bernard en Francia (1851) y A. Kolliquer en Alemania (1856) estudiaron experimentalmente esta sustancia y vieron que en la placa neuromuscular se bloqueaba el impulso de los nervios motores. Ya en el siglo XX, Langley, al explicar su teoría de los receptores, utilizó sus experimentos de finales del XIX que demuestran el antagonismo existente entre el curare y la nicotina en el nivel de una hipotética sustancia receptora localizada en el músculo y distinta del sistema contráctil propiamente dicho. En 1932, West utilizó extractos purificados de estas plantas en el tratamiento del tétanos y en la espasticidad muscular. Dos años más tarde se logró el aislamiento y la purificación de la tubocurarina a partir de los extractos crudos de C. tomentosum. Al mismo tiempo King describió en 1935 las características esenciales de la estructura química de esta sustancia. En 1940 algunos científicos obtuvieron el "intocostrin", un preparado crudo estandarizado que contenía tubocurarina, elaborado a partir de la C. tomentosum. Lo emplearon como coadyuvante en la terapéutica electroconvulsiva. Dos años más tarde se introducía su uso en anestesia general para producir una relajación muscular. En 1947 Bovet obtuvo el primer derivado sintético que llamó "gallamina". A ésta siguieron pronto otros compuestos. La fórmula de la tubocurarina, de donde derivan los nuevos relajantes musculares, fue establecida, como hemos dicho, por King en 1935. Tiene la misma estructura que la de un alcaloide vecino desprovisto de la acción farmacológica: la bebeerina o bebirina (de la corteza del bebirú). Si se comparan las dos fórmulas se observa que no difieren una de la otra salvo en que el nitrógeno está en estado cuaternario en la D-tubocurarina. Esto puso a los farmacólogos en la pista de que la presencia de una molécula con una o varias funciones de amonio cuaternario estaba relacionada con la aparición de propiedades curarizantes. Este hecho se confirmó en los experimentos farmacodinámicos y pronto se pudieron elaborar sustancias con estas propiedades. La tubocurarina es una base cuaternaria derivada de la bencilisoquinolina dimolecular; como posee carbonos asimétricos, da lugar a estereoisomería. La d-tubocurarina es mucho más potente -unas 50 veces más- que la l-tubocurarina. La introducción de los bloqueantes neuromusculares ha revolucionado la práctica anestesiológica y ha trascendido a otras áreas del quehacer clínico y terapéutico. Se ha dicho que en las últimas décadas aparecía cada día un nuevo artículo sobre este tema en las revistas científicas.