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OTHELLO
DESDÉMONA.


OTHELLO.
DESDÉMONA.
OTHELLO.


DESDÉMONA.
OTHELLO.
DESDÉMONA.
OTHELLO.
DESDÉMONA.


OTHELLO.
Si alguien viniera, tosed para advertirme. ¡ Vamos, a vuestras cosas! ¡ Cumplid vuestro oficio!
[marchad!
Sale Emilia.
De rodillas os lo suplico, ¿qué significa todo esto? De vuestras palabras entiendo la furia, pero no lo que las palabras dicen. ¿Y vos? ¿Quién sois vos? Vuestra esposa, señor, vuestra leal y sincera esposa. Júralo, entonces, maldita seas. Fueras criatura del cielo, y hasta el mismo demonio temería prenderte, dos veces maldita. ¡ Jura que eres honesta!
Dios es mi testigo.
De que eres falsa como el infierno, es Dios testigo. ¿Falsa, señor? ¿Con quién, señor? ¿Y cómo? ¡ Basta! Desdémona. ¡ Basta ya! ¡ Oh, día desventurado! ¿Por qué lloráis, señor? ¿Soy yo, acaso, el motivo de esas lágrimas? Si por ventura sospecháis que es mi padre la causa de vuestro retorno, no carguéis la culpa sobre mí. Vos perdisteis su afecto, y así también yo.
Si hubiera querido el Cielo probarme con infortunios, llover
plagas y vergüenzas sobre mi cabeza desnuda,
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hundirme en la miseria hasta los labios, encerrarme en cautiverio con mis esperanzas, habría yo encontrado en lo más recóndito del alma una gota de paciencia. Pero, ¡ ay!, convertirme en cifra inmóvil para que esta hora de desprecio me señale con su mano lenta, inalterable, eso... Aun eso podría soportarlo bien, muy bien. Pero de ese lugar, donde mi corazón deposité, donde debo vivir o renunciar a la vida, de ese manantial que alimenta mi curso 60
¡Ea,
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