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ACTO II, ESCENA 2.~
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CORNWALL. Cahnaos, por vuestras vidas! El que ataque de nuevo es hombre muerto. ¿Qué sucede?
REG~.
Los mensajeros del rey y nuestra hermana.
CORNWALL. ¿Cuál es la causa de vuestro litigio? Hablad.
[OSWALD.1 My lord, apenas tengo aliento.
KENT.
No es nada extraño, habiendo derrochado tanto vuestro
valor. Bribón cobarde, la naturaleza reniega de ti; un sastre debió hacerte.
CORNWALL. Sois una persona extraña. ¿Un sastre hacer un hombre? KENT. Un sastre, sí, señor. Un pintor o escultor nunca podrían
construirlo tan mal, aunque hubieran estado dos años sólo en el oficio.
C0RNWALL. Pero, hablad. ¿Cómo se originó vuestra disputa? EOSWALD.1 Este viejo rufián, cuya vida en consideración de su barba
grisácea he respetado...
KENT.
Tú, cero hijo de puta, tú, letra innecesaria. My lord, si me
lo permitís, a este vulgar malvado convertiré en mortero y enluciré con él la pared de una letrina. ¿Tú, respetar mi barba, libertino?
CORNWALL. ¡ Silencio, sire!
Tú, salvaje bribón, ¿no conoces el respeto?
KENT.
Sí, señor, pero la ira tiene privilegio.
Co~wAu~. ¿Por qué estás irritado?
KENT.
¡ Que un miserable como éste lleve espada
cuando no tiene honestidad! Bribones como éste roen, igual que ratas, hasta la mitad los vínculos sagrados que son difíciles de desatar; suavizan la pasión cuando estalla en la razón de sus señores; son leña para su fuego, nieve para su frialdad, reniegan, afirman y mueven sus picos de alción con cada ráfaga cambiante de sus amos, no sabiendo otra cosa que ir detrás como perros. ¡ Caiga la peste sobre tu rostro de epiléptico! ¿Te ríes de mis palabras como si fuera un loco? ¡ Ah, ganso! Site tuviese en la llanura de Sarum, te llevaría cacareando hasta Camelot.
CORNWALL. Pero, ¿estáis loco, viejo?

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